Me gusta leer y ver la tele

Wednesday, February 21, 2007

London Calling (2)

Martes, 23 de Enero de 2007

Al día siguiente empezó realmente nuestra visita. Habíamos pedido que nos levantaran a las 8 de la mañana, y la máquina despertador del hotel se encargó de darnos un telefonazo exactamente a las 7:45. Lo cierto es que ese primer día pensé que lo había soñado, pues mis despertares no suelen ser muy lúcidos, pero al tercer día que nuestro teléfono sonó quince minutos antes de lo esperado, nos dimos cuenta de que no iba a ser cosa nuestra. En fin, lo advertimos, y yo no sé si al resto de las habitaciones les pasaría igual, pero al Lunes siguiente, cuando nos levantamos para coger el avión, el despertador seguía robándonos quince minutos de sueño.

Bajamos a desayunar hacia las 9 de la mañana, y pillamos una buena cola de espera. Había una filipina controlando la entrada, y realmente espero que no sean todas iguales, porque el trato que dispensaba tanto a clientes como a empleados no era precisamente merecedor del Premio a la Concordia. Y físicamente la mujer era clavadita a Bobby, la agente de aquel personaje de Friends, Joey, en su serie homónima.

El desayuno buffet no era para tirar cohetes en cuanto a su variedad, pero por cuatro libras podías optar a un pequeño buffet del típico english breakfast. Huevos, salchichas, jamón, queso... y ya. Nunca pagaría tanto por tan poco, la verdad. Por suerte nos regalaron en la recepción tickets de sobra para desayunar como verdaderos ingleses. Las ventajas de tener un amigo conserje.

Lo primero que le pide a uno el cuerpo, siendo turista en Londres, es visitar las Houses of Parliament y el Buckingham Palace. Pero desgraciadamente en invierno hacen el cambio de guardia día sí día no, y este mes tocaba los días pares. Total, como teníamos una semana por delante tampoco es como para deprimirse por ello. Ya iríamos al día siguiente. Hoy podíamos ocupar buena parte del día viendo el celeberrimo British Museum.


Así que hacia el British que nos fuimos, dos ex-estudiantes de Historia con ganas de ver antigüedades. Como en Londres los museos públicos son gratuitos desde los años noventa, nos tomamos la visita con mucha calma, dispuestos a parar para comer o tomar café si el cuerpo nos lo fuera a pedir.
En total la visita nos ocupó seis horas, desde las diez de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Y ni siquiera terminamos de ver el museo, y dejamos la planta superior para otro día, más adelante. Aunque tengo que descontar algo más de media hora de una parada en una cafetería del propio British y una salida relámpago a comer una ciabatta que no pudo serlo y se quedó en simple baguette de queso y bacon.

El British, en pocas palabras, es una maravilla. Todos los objetos expuestos están clara y perfectamente indicados, cada uno con su pequeño panel descriptivo, aunque bien es cierto que puedes salir de una sala con arte del medio oriente para meterte en una con estatuaria egipcia y pasar después a otra con restos griegos clásicos.



La colección en si es impresionante. Desde esa joya de la corona que es la archiconocida Piedra Rosetta, pasando por los mármoles Elgin y una enorme cantidad de fascinantes relieves asirios, hasta los vasos griegos o la colección numismática que tienen expuesta (y que, debo decir, ni nos detuvimos a ojear, por interminable). Ese día recordé con pelos y señales por qué empecé a estudiar Arqueología.


La visita no acabó del todo bien, por motivos personales que no vienen mucho al caso. Baste decir que cuando os preparéis un viaje en pareja, aseguraos de que las dos personas participan en ello y se preparan un planning conjunto. Si no, la persona que va a remolque, se puede acabar enfadando mucho.
Y por eso acabamos volviendo al hotel quizá demasiado pronto. Por suerte la reconciliación no se hizo esperar, y pudimos acudir a una reserva que había hecho Rebeca en un restaurante del centro.

Yo no sabía a dónde íbamos, ni qué tipo de restaurante sería, ni siquiera dónde estaba. Rebeca me había avisado de que era un sitio caro, y cuando supe que estaba junto a Piccadilly St., a un minuto del Ritz, me imaginé por dónde andarían los tiros. Una vez hubimos entrado en el restaurante, nos cogieron las cazadoras (nos desvistieron de ellas sería más exacto) y me obligaron a ponerme una americana que gentilmente me ofrecieron, mientras me explicaban muy amablemente su "jacket policy". Miré a Rebeca y la vi medio sudando. No sabíamos dónde nos habíamos metido.

El Wiltons es un restaurante de cuatro tenedores, en el que ese día había un par de mesas ocupadas por gente de negocios y el resto por parejas mayores. Y cuando digo mayores, me refiero a ingleses de pura cepa que nunca volverán a cumplir los cincuenta y cinco. Ni los sesenta.
En medio de tan solemne ambiente, yo con mi americana prestada que me quedaba dos tallas grande, vinieron a ofrecernos la carta y nos pusieron la servilleta sobre el regazo. En ese momento me transformé sin darme cuenta. Fue como si un Lord inglés se hubiera apoderado de mi cuerpo. Me estiré, me puse a beber agarrando la copa de vino por el cuello, y me pasé la mitad de la velada observando con cabeza ladeada y mirada interesante a Rebeca, quien entre el ambiente y mi repentina actitud snob se puso nerviosa con ganas. Como para culparla.
Pero es que había que ver el restaurante. Dejaban la botella de vino en un botellero, lejos de la mesa, pero en cuanto te quedaba líquido para un último trago en la copa, prestos y raudos te volvían a servir. Hasta nos presentaron el vino, en concreto a Rebeca. Menos mal que no me lo hicieron a mí, porque en esos momentos no habría respondido de mi reacción, ni de lo exageradamente pedante que hubiera sido. Recuerdo que durante la cena dejamos el mantel tan sucio como suelen acabar los de los restaurantes chinos aquí en España. Pues ni cortos ni perezosa, la mujer que nos atendió nos coloco una servilleta bien extendida para tapar las manchas (que, no obstante, traspasaban, traspasaban).

En fin, cuando nos trajeron la cuenta (que estamos en proceso de enmarcar) pudimos deleitarnos con lo que nos cobraron por la cena. Sobra decir que, a la hora de pagar, la mujer que nos atendió le echó más vistazos a mi tarjeta de crédito de los debidos. No se fiaría, y, la verdad, para nada la culpo. En fin, por suerte íbamos a Londres con dinero de sobra, y no nos privamos de nada durante toda la semana, con cena cara o sin ella. Además, ¿cuánta gente puede decir que se ha gastado aproximadamente 280€ en una cena en un restaurante de cuatro tenedores en pleno centro de Londres?

No podíamos irnos de allí sin hacernos la foto de rigor, que nos sacó un siempre sonriente camarero. Y nada más salir, tras devolver la americana y que nos pusieran las cazadoras (tras otra pequeña confusión sobre el ticket del ropero), rompimos a reír liberando toda la tensión acumulada. En esas le hice otra foto a la fachada, y nada más bajar la cámara descubrí al tío de la entrada observándonos desde dentro, riéndose. Y en cuanto vio que le miraba, se escondió. Para que se vea que todos, millonarios o no, snobs o no, somos humanos.


El resto de la noche la pasamos paseando por Mayfair, el barrio rico del centro de Londres, sacándonos fotos con todo lo que se cruzaba en nuestro camino y diciendo una bobada tras otra. Lo dicho, liberando la tensión acumulada.

Para otras entregas de London Calling:
- London Calling (1): Lunes, 22 de Enero.
- London Calling (3): Miércoles, 24 de Enero.
- London Calling (4): Jueves, 25 de Enero.
- London Calling (5): Viernes, 26 de Enero.
- London Calling (6): Sábado, 27 de Enero.
- London Calling (y 7): Domingo, 28 de Enero.

8 comments:

Nash said...

Pero bueno cuentanos que cenaste, el vino ha quedado claro, espero que terminaseis la botella hasta la ultima gota y el resto de la cena hasta los 280 libras....que fue.
Lo del museo si que debio ser increible y tienes razon en lo de planificar las cosas sobretodo si no se tienen los mismos gustos, no a todo el mundo le gusta ir al museo de Warhammer y pasare alli unas cuantas horas viendo figuritas, pero tampoco hay que enfadarse.

Mario Alba said...

Estupenda crónica, querido Hal. Y me alegro de que resolvierais vuestras diferencias con presteza, pues no es plan de estar mosqueado.

El restaurante suena estupendo, aunque demasiado mediocre para mi gusto. Normalmente me gusta ir a lugares más caros ;)

Y, si no me equivoco, ésta es la primera vez que tenemos una foto de un Blogueador Oficial del Reino en Sunny Jhanna, con lo que ganas nuestro No-premio a la Primera Foto!

Anonymous said...

Nash: jejeje, no, la cena costó 280 euros. Euros, no libras. Si hubieran sido 280 libras, aún estaríamos fregando platos allí.
Y cenamos dos platos y postre. Yo un caldo de carne y una parrillada de carne (riñones y eso), y Rebeca una ensalada de algo de marisco, y de segundo una langosta thermidor, que solo elle ya costó 50 libras esterlinas de las de toda la vida. Del vino no quedaron ni los posos, eso te lo garantizo.

Y el British se sale muchísimo. Sobre lo del museo de Warhammer... primera noticia que tengo de que exista uno, la verdad. Estos americanos...

Fel: jejeje, pues nada, cuando me pase por Chattanooga me llevas al restaurante cinco tenedores de rigor. Yo me pido un menú infantil.

Y tienes razón en lo de la foto. Recojo con agrado este No-galardón deseando salir más favorecido en las fotos para la próxima vez. ¡Feliz feliz no-cumpleaños a todos!

Nash said...

Es curioso la eleccion de los platos, caldo de carne y luego carne y ensalada de marisco y luego marisco, estan claros vuestros gustos. Eso si 50 libras una langosta thermidor o no thermidor me parece un bestiada.

El museo de Warhammer esta en inglaterra, en serwood o como se escriba eso, ya que es alli donde nacio este magnifico juego.

Se me ha ocurrido que mario deberia hacer un dibujo de cada uno de nosotros y lo ponemos como foto adjunta del blog, que lo de las fotos no mola pero eso estaria gracioso.

Mario Alba said...

Otra gran idea de Nacho... Por desgracia, no soy muy bueno haciendo caricaturas, pero ya veremos...

Anonymous said...

Sobre la elección de los platos, es sencillo. El restaurante está especializado en mariscos, con lo que es la elección lógica, pero hace cosa de un par de años desarrollé una especie de alergia rara a los langostinos. Pobre de mí, llevo muuucho tiempo sin probarlos. Ni el pulpo. Ni las gambas, si están poco hechas. Total, que preferí no arriesgarme a probar nada que viniera de una piscifactoría, por lo que pudiera pasar. No había ganas de fastidiar las vacaciones.

Sobre lo de los dibujos, me apunto, por supuesto. Todo lo que sea estar tranquilo y que el trabajo lo haga otro me parecerá bien siempre. :P

Mario Alba said...

"Sobre lo de los dibujos, me apunto, por supuesto. Todo lo que sea estar tranquilo y que el trabajo lo haga otro me parecerá bien siempre."

Pues ya me estáis mandando fotos de referencia, queridos. Si no, rien de rien.

Nash said...

Bueno pos te mandaremos fotos chulas, para que puedas hacer una buena obra de arte.