Tras un largo mes, aquí tenéis por fin la pieza acabada. Tras mostrarle las cuatro opciones a Crystal, elegimos la que más nos gustó, y me puse manos a la obra con las acuarelas. El resultado, debo decir, me gusta bastante, y la invitación quedó de lo más original.
Había llegado la hora de colorear la ilustración. Sin embargo, y para no meter la pata, se me ocurrió probar distintas combinaciones de colores para ver cuál quedaba mejor. Así pues, reduje el tamaño del dibujo y lo imprimí por cuadruplicado. Hecho esto, me puse a pintar con los típicos colores Alpino para probar distintos esquemas cromáticos, a ver qué pasaba. ¿Cuál acabaría eligiendo?
Una vez hube terminado el dibujo a lápiz, lo entinté todo con rapidez para poder pasar a la siguiente fase: las acuarelas, que fue lo que más tiempo me llevó. ¡No os perdáis la entrada la semana que viene!
Una vez resuelta la composición, cogí una hoja nueva y me puse manos a la obra. En esta segunda fase podéis apreciar el dibujo a lápiz con todos los detalles que se me ocurrió meter. Dado que pensaba colorearlo, dejé muchos espacios en blanco sin sombras o grafismo, para no entorpecer la fase final, y la verdad es que viendo el dibujo así queda un poco vacío. ¡Menos mal que ésta no es la pieza acabada!
Dado que se acerca la fecha señalada y vamos a mandarla pronto, creo que es hora de compartir con vosotros el proceso creativo que culminó en nuestra fantástica invitación nupcial. En esta primera entrega podéis apreciar el boceto inicial, a lápiz, en el que resolví la composición del dibujo y me aseguré de tener todos los elementos necesarios. Originalmente, el texto de la invitación iba a aparecer en la parte derecha de la tarjeta, por lo que decidí poner las figuras principales a la izquierda y dejar el espacio a la derecha libre para que las letras no restaran protagonismo a la feliz pareja. Como siempre, esta fase inicial tiene un aspecto más que cutrecillo, pero cumplió con su función de manera impecable.
