Me gusta leer y ver la tele

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Sunday, December 23, 2012

Lástima

Como ya sabéis, J. Scott Campbell es uno de mis dibujantes favoritos. O tal vez debería decir era, porque, desafortunadamente, el artista se prodiga cada vez menos. Lejos quedan ya sus tiempos en Gen13, cuando era capaz de dibujar un cómic al mes; y de todos es sabido cuánto tiempo tardó en terminar su magistral Danger Girl, y cómo Wildsiderz permanece inacabada desde 2005. Desde entonces, Campbell se ha dedicado a hacer portadas para distintas editoriales casi exclusivamente, y si ha estado trabajando en algo más al margen, no lo sabemos porque no ha publicado nada. En teoría, lleva unos siete años trabajando en una historia de Spider-Man que espero vea la luz algún día, pero, como ya he dicho, aparte de en portadas, el arte de Campbell no se deja ver mucho.

Durante los últimos años, Campbell se ha dedicado, además de hacer portadas, a publicar calendarios anuales de fantasía, a hacer litografías de edición limitada con las ilustraciones de dichos calendarios (matando dos pájaros de un tiro), y a publicar libros de ilustraciones y bocetos con dibujos de aquí y allá, algunos inéditos, otros publicados en diversos lugares (matando de nuevo dos pájaros de un tiro). Yo compré su calendario para 2010 en la San Diego Comic-Con de 2009, pues Campbell, avispado que es, tiene los calendarios listos en julio para poder venderlos en las distintas convenciones a las que asiste, empezando con la de San Diego, y terminando en la que sea que es la última del año. Al calendario de 2010 le siguió el de 2011, y a éste el de 2012. El problema surgió cuando, el verano pasado, Campbell, famoso por sus retrasos, dijo que no tenía listo el calendario de 2013, y que estaría disponible a finales de año. Sin embargo, el artista acaba de anunciar en su página de DeviantArt que, desgraciadamente, enero está a la vuelta de la esquina y el calendario no está terminado y se va a convertir en calendario para 2014. O sea, que no ha tenido tiempo de hacer doce dibujos para el calendario en un año, y va a necesitar dos años para hacer doce dibujos. Y ya sé que hace portadas también, y que tal vez tenga algún proyecto secreto en marcha; pero que necesite dos años para hacer doce dibujos me da pena, porque me encantaría poder disfrutar de su genio con más frecuencia. Digamos una vez al año, si no es pedir demasiado. Ya no pido que produzca comics de 24 páginas completamente coloreados cada mes como Stjepan Sejic, quien debe tener una disciplina de trabajo digna de encomio, pues no sólo produce todo ese material al mes sin despeinarse, sino que encima hace decenas de portadas, bocetos, y cosas varias mes sí y mes también. O que haga como Adam Warren, otro de mis artistas favoritos, que publica sólo un volumen de su Empowered al año, pero cada tomo tiene más de doscientas páginas que no sólo dibuja, sino que guioniza y rotula él mismo, lo que explica que le cueste lo suyo. Pero que Campbell necesite dos años para hacer un simple calendario me rompe el corazón, de verdad, porque, lo mire como lo mire, me resulta inexplicable. Pero bueno. Le deseo lo mejor, y que el calendario le quede estupendo, ya sea para 2014, 2015, o cuando sea. Si es que lo termina.

Saturday, August 25, 2012

Un talento increíble

La entrada de hoy va dedicada especialmente a mi querido Nash, a quien le encanta este tipo de vídeos. Kim Jung Gi es un artista coreano del que jamás había oído hablar hasta hoy, y su enorme e innegable talento me ha dejado patidifuso. Si queréis haceros una idea rápida del tipo de increíbles ilustraciones que el amigo se saca de la manga, no tenéis más que seguir este enlace y ver las fotos de varias de las páginas de sus libros de bocetos. Debajo de estas fotos, además, podéis ver dos vídeos bien cortitos (cada uno de un minuto y medio de duración) en los que se muestran docenas de páginas de sus dos libros de bocetos, tanto en color como en blanco y negro, todos ellos formidables. Pero lo mejor es el vídeo de ahí abajo, en el que el coreano hace un dibujo espectacular por más de una razón. Primero, porque el dibujo es asombroso. Segundo, porque lo hace directamente con rotulador, sin posibilidad de borrar nada. Tercero, porque los distintos elementos y la perspectiva son todo menos sencillos. Cuarto, porque no tiene ni siquiera una foto de referencia, sino que dibuja elefantes, coches, motos, avestruces, morsas, leones, buceadores, edificios y un sinfín de cosas más sin mirar ni un modelo ni medio. Y así podría seguir durante otras catorce líneas. El vídeo dura hora y cuarto (y eso que está editado a cámara rápida), pero tan solo os pido que veáis los primeros cuatro minutos. Eso sí: después de ver esos cuatro minutos, ya me diréis si habéis sido capaces de apartar los ojos de la pantalla, o si os habéis visto obligados a mirar "sólo un minuto más. Sólo uno más." Prodigioso, de verdad.

Sunday, November 27, 2011

¿Más vale tarde?

El otro día, hablando sobre los nuevos números 1 de DC, Nash dijo que pasaba ya de los comics porque los creadores son unos sinvergüenzas que ni se preocupan por sus personajes ni por trabajar más de lo estrictamente necesario. Aunque normalmente defiendo a los artistas, siempre hay alguno que, por más que lo intente, no puedo defender. Comprendo que hay muchos factores que influyen en el trabajo de un dibujante, y que a veces hay retrasos que no son culpa del artista. Otras veces, no obstante, uno no puede sino preguntarse cómo pueden tener la cara tan dura y cómo los fans aguantan esto. Vienen, por tanto, muy a cuento, estos dos artículos que leí en Newsarama el otro día, en los que se habla de veinte series (diez y diez) de las que no se ha sabido nada en años, y de las que he seleccionado unas cuantas que, por unas razones u otras, nos resultan de interés en este vuestro blog. Preparaos para reíros y sentiros ultrajados al mismo tiempo:

1. Wildcats #2
La nueva serie de Wildcats que Jim Lee iba a dibujar para relanzar el universo Wildstorm constó de exactamente un número, publicado en septiembre de 2006. Desde entonces, los seguidores del coreano han estado esperando el segundo número que, ahora ya todos sabemos, jamás saldrá a la venta. Después de esta tremenda decepción, se empezó otra serie de Wildcats en la que Jim Lee no tenía papel alguno, pero como el universo Wildstorm terminó hecho polvo y ahora es oficialmente parte del universo DC, todo acabó arreglándose por sí solo, ¿no?

2. Spider-Man, dibujada por Jeff Scott Campbell
En abril de 2006 Marvel dio la gran noticia: J. Scott Campbell iba a dibujar Spider-Man. Yo no sé a vosotros, pero a mí se me hizo la boca agua inmediatamente. Por desgracia, han pasado cinco años y medio desde el anuncio, y de la serie no se ha publicado ni una página ni media, aunque desde Marvel dicen que el proyecto sigue adelante, lento pero seguro. Otra cosa es quién se lo crea, claro.

3. Wildsiderz #3
Aproximadamente dos años antes de que se anunciara que Campbell iba a dibujar Spider-Man, el famoso dibujante empezó a promocionar su primer proyecto post-Danger Girl: una serie de comics de superhéroes adolescentes llamada Wildsiderz. Un año después de que empezara la promoción, la serie empezó a publicarse, con Campbell asegurando que tenía varios números terminados, y que la miniserie, que iba a constar de seis números, saldría a la venta sin retrasos. Me río del río. El número cero salió en junio o julio de 2005, si mal no recuerdo, y el primer número siguió un mes después, no sólo a tiempo sino sorprendiendo a propios y extraños. El número 2, sin embargo, se retrasó un par de meses, pero acabó saliendo a la venta en noviembre de 2005. Campbell prometió más de una vez que el tercer número saldría pronto, y cuando en abril de 2006 se anunció que Campbell iba a dibujar Spider-Man, las especulaciones aparecieron por todas partes. Que si primero tenía que terminar Wildsiderz, decían unos. Que si Marvel no le iba a permitir publicar la serie porque pertenecía a la competencia (DC), decían otros. Que si iba a publicar ambos proyectos simultáneamente, fantaseaban unos terceros. Todas estas teorías, unas más verosímiles que otras, ignoraban un hecho básico y fundamental: que Campbell realmente no dibuja comics, diga él lo que diga. De hecho, aquí estamos, en noviembre de 2011, exactamente seis años después de que saliera Wildsiderz #2, y ni su Spider-Man ni el tercer número de Wildsiderz han visto la luz del día ni tienen pinta de verla. Y eso que Campbell dijo que el número tres estaba listo para publicarse. Claro que luego dijo que la serie iba a concluir con el número 3, que sería un número doble y especial. Lo especial sería que saliera, claro.

4. Battle Chasers #10
Probablemente la más larga espera es la que Joe Madureira ha infligido a sus seguidores. La aclamadísima Battle Chasers vio publicado su noveno número en septiembre de 2001, y desde entonces no se ha sabido nada de ella. Sabemos que Joe Mad abandonó los comics para dedicarse a diseñar videojuegos, y ahí quedaba eso. Sin embargo, hace algunos meses se publicó un recopilatorio en tapa dura que incluía los nueve números de la serie. En una entrevista con motivo de dicha publicación, el artista dijo que el recopilatorio había tardado diez años en salir porque quería dibujar algunas páginas para terminar la serie. Según él, siempre había querido darle un final a la serie y que la colección en tomo de lujo estuviera completa, pero ni eso fue capaz de hacer, y mira que tuvo tiempo. El tomito en cuestión, por cierto, cuesta cien (100) dólares del ala, y la historia ni siquiera termina, pues el muy canalla dejó las cosas a medio hacer. Hay que ver qué poca vergüenza.

Lo más cachondo es que estos dibujantes han seguido publicando ilustraciones de un modo u otro. Jim Lee ha dibujado All-Star Batman & Robin, the Boy Wonder para DC y ahora dibuja Justice League of America. Scott Campbell ha dibujado decenas de portadas para distintas editoriales, y calendarios y libros de bocetos anuales para vender en convenciones a precios exorbitantes y sacarle la pasta a los aficionados. Y Madureira ha vuelto a Marvel dos veces: una, para dibujar Ultimates 3, miniserie abominable de cinco números que salió en 2008; y otra, para dibujar Avenging Spider-Man, que se está publicando ahora mismo.

En resumen: que Nash tiene buenas razones para mosquearse, aunque, afortunadamente, no todos los dibujantes profesionales ignoran el significado de la palabra "profesional", y hay un montón que cumplen mes tras mes, año tras año. Son las estrellas que se piensan que los fans los van a seguir a donde sea y van a esperar los años que haga falta entre números los que demuestran que la ética de trabajo es para otros. Por la misma regla de tres, que sus comics también los compren otros.

Friday, October 30, 2009

Podcasts

For the last few months, I have been listening to more podcasts than music on my iPod, and it's been a lot of fun. I know I've already mentioned a couple of them here, but I thought I'd make a more comprehensive list today. And yes, I know that listing four podcasts can hardly be considered "comprehensive", but you'll just have to indulge me.

SModcast
The podcast by Kevin Smith and Scott Mosier is the one I've been listening to for the longest time. I think it started about a couple of years ago (maybe two and a half), and I discovered it on episode nine or ten. I went back and listened to the previous installments, and I have been listening ever since. I have a bunch of favorite episodes I like to listen to again every now and then, and they always make me laugh. SModcast is supposed to come out every Monday, but the periodicity has been anything but regular. Still, 95 episodes are out already, so, if you've never listened to it, you have plenty of material to go through. Plus, they have recorded a couple of SModcasts live in front of an audience, and, needless to say, you can find the videos on Youtube (episode 88 and episode 95).

11 O'Clock Comics
This comic-book-centric podcast comes out every Thursday, and they have not missed a single week since they started doing it 79 weeks ago. It is hosted by Vince B, Chris Neseman, David Price, and Jason Wood, four friends who get together (through Skype) every Wednesday at 11:00PM to discuss comic books, and it is a blast. I discovered it last May, so I went back and listened to the fifty plus episodes I had missed, and I've been listening ever since. If you like comic books, this is a great podcast to listen to!

Sidebar
I only listen to this podcast occasionally, but it is more than worthy of your attention. Hosted by Dwight and Swain, Sidebar consists in conversations with artists from different media: comic book artists, illustrators, painters, etc. To give you an example of the wide variety of guests, Sidebar has interviewed artists such as Mark Brooks, Adam Hughes, Peter de Sève, and Drew Struzan. Yes, that Drew Struzan. I only listen to the episodes with artists I am interested in, but every now and then I'll listen to one that simply catches my attention, like their interview with Greg Manchess, which turned out to be a lot of fun. So go, check out their archives, and see if there is anything you'd like to listen to!

Feedback
I have only listened to a couple of episodes so far, but suffice it to say this is G4TV.com's podcast on videogames. I have been watching Adam Sessler's Sessler's Soapbox show for a long time, and now that Adam has become the host of this podcast, I couldn't help but start listening.

So there you go. Do you guys listen to any podcasts you think we might all enjoy? Leave a comment and let us know!

Wednesday, August 12, 2009

San Diego ComicCon (5/5)

Domingo, 26 de julio

Antes de marcharme de la habitación me lo dejé todo preparado: maleta hecha, todo lo que había comprado en la mochila. Todo listo para arañar hasta el último segundo en el Centro de convenciones, y luego volver al hotel y poder salir inmediatamente hacia el aeropuerto. La sala de muestras abría a las nueve y media, y tenía que marcharme de allí a las diez y media para poder llegar al hotel a las once menos diez, recogerlo todo, pasarnos por recepción, bajar hasta el garaje, y coger el coche de alquiler para devolverlo a la compañía y que de allí nos llevaran al aeropuerto. Por consiguiente, y sabiendo que sólo quería comprar varias litografías y un libro de bocetos, lo único que me llevé al Centro de convenciones fue el tubo para meter las litografías.

Lo primero que hice una vez entré en el edificio fue dirigirme a la mesa de Laurie B. para comprar varias serigrafías. Sin embargo, parecía que yo había madrugado más que ella, pues su mesa estaba vacía. Frustrado, me fui a buscar a Adam Hughes para comprar alguna litografía.

Adam Hughes tenía dos carpetas encima de la mesa: una con serigrafías pequeñas y caras a la venta, y otra con serigrafías grandes que no estaban a la venta. Adivinad en qué carpeta estaban las tres o cuatro que más me gustaban. Exactamente: quería gastarme el dinero, y los artistas no estaban cooperando. Con las manos vacías por segunda vez en dos mesas, me acerqué a la de Terry Dodson para comprar el libro de bocetos que debería haberle comprado el jueves cuando estuve hablando con él, pero a nadie sorprenderá lo que me encontré: la mesa vacía.

Farfullando entre dientes, me di la vuelta y desanduve lo andado hacia la mesa de Laurie B., viendo por el camino al actor Edward James Olmos firmando autógrafos. Cuando por fin llegué de nuevo a la base de operaciones de la simpática artista, vi que sus cosas ya estaban en la mesa, pero ella no iba a llegar hasta una hora más tarde. Aun así, quería comprar cosas, y mientras alguien me las vendiera, no me suponía un problema que ella no estuviera allí para firmarlas. Así pues, me compré dos serigrafías grandes (una de Red Sonja y otra de, para seguir con el tema, Alicia en el País de las maravillas) y dos pequeñas (una de Elektra y otra de, oh sorpresa, Alicia), y al comprar cuatro, tal y como me informaron entonces, me daban otra gratis, así que elegí una de la Baronesa (de G.I. Joe). Menos mal que las cosas empezaban a salir bien.

Viendo que aún tenía algo de tiempo, me dirigí hacia la garita de Top Cow, a ver si había algo interesante, y vi a un tipo sentado en uno de los laterales. Dado que no lo reconocí, me acerqué un poco más y vi que estaba firmando portadas de comics y poniéndolos en un montón, como si fuera un artista firmando ejemplares que luego se van a vender firmados. Curioso, me acerqué algo más, y vi que los comics que estaba firmando eran números de Witchblade, mi serie favorita. Y dado que aquel no era Ron Marz, el guionista de la serie…

- ¡Stjepan Sejic! –dije, habiendo leído antes el nombre en su pase para asegurarme de no meter la pata. Allí estaba el dibujante de mi serie favorita, sin nadie alrededor.
- Hola, qué tal –me saludó, estrechándome la mano.
- Encantado de conocerte. Witchblade es mi serie favorita.
- Ah, muchas gracias.
- En serio. Siempre estoy diciéndole a todo el mundo que tiene que leerla. Y tus dibujos son asombrosos. Me alegro que vayas a quedarte en la serie al menos hasta el número 150 –dije, refiriéndome al contrato que tanto él como Marz firmaron hará cosa de un año.
- Y nos quedaremos por más números. Tanto Ron como yo estamos muy contentos en Witchblade y tenemos montones de ideas. De hecho, es probable que dentro de poco Witchblade empiece a salir dos veces al mes en vez de una.
- ¿De verdad? Genial.
- Oye –me dijo-, si tienes aquí tu libreta te puedo hacer un dibujo gratis.

Fue entonces cuando casi me da una apoplejía. Desde que había llegado a San Diego el miércoles había llevado mi libreta conmigo a todas partes –todas, incluyendo el Hall H-, pero como esta mañana sólo tenía una hora y lo había tenido que dejar todo empaquetado y listo para salir velozmente…

- Mi… libreta… está… en el hotel.
- Vaya –dijo, riéndose-. Tal vez el año que viene.
- Es la primera vez que salgo del hotel sin la libreta porque tengo que irme al aeropuerto en media hora. Qué mala suerte.
- Lo siento. Si tuvieras más tiempo, Ron va a estar por aquí dentro de un rato.
- No me digas esas cosas –dije, al borde del colapso nervioso-. De todas formas, ha sido un placer conocerte.
- Igualmente.

Dado que aún me quedaban diez minutos o así antes de tener que irme, me di una vuelta por las mesas de alrededor para ver si veía alguna hoja de papel abandonada que pudiera requisar y llevarle al bueno de Stjepan, pero no hubo suerte. En mi pequeña exploración, no obstante, avisté a varios artistas conocidos, como Eric Canete, el guionista Simon Furman, el extraordinario dibujante de Transformers Guido Guidi, el execrable Rob Liefeld en la mesa de Image, y el famosísimo y espectacular ilustrador de fantasía Luis Royo, que estaba firmando autógrafos en una mesa cercana. Pero era inútil: no había papel por ningún lado –irónico, estando rodeado de comics y libros-, así que, vencido, abandoné el Centro de convenciones por última vez. Al menos, y para alegrarme un poco, delante de mí iba caminando una chica vestida de Cassie Hack, y la brisa que corría no hacía sino acentuar el encanto de su disfraz. Así pues, me tomé mi tiempo andando lentamente detrás de ella hasta que nuestros caminos se separaron. Imposible superar esta imagen como punto y final a mi aventura.

Saturday, August 08, 2009

San Diego ComicCon (3/5)

Viernes, 24 de julio

Cual complejísima máquina de precisión, mi horario para el viernes estaba cuidado-
samente planeado pero dejaba también espacio para acomodar algunos cambios a los que inesperadas colas podían en teoría forzarme. Aun así, estaba bastante seguro de poder hacer prácticamente todo lo que quería si, ya desde el principio, renunciaba a una sola pero importante cosa: entrevistas con dos editoriales.

Archenemy volvía a criticar carpetas hoy, esta vez de tres a siete de la tarde en lugar de por la mañana. Sin embargo, viendo cómo se las habían gastado el día anterior, no estaba seguro de poder fiarme de sus promesas para criticar mi obra. Otra editorial desconocida, QEW, iba también a estar allí de tres a siete, pero ir a coger turno a las dos y media y volver después en cualquier momento de la tarde me impediría acceder al todopoderoso Hall H y las presentaciones que aquella tarde iban a tener lugar. Pero si renunciaba a las entrevistas –o a intentar entrevistarme, en el caso de Archenemy-, podía casi con toda seguridad lograr el resto de mis objetivos.

Dispuesto a triunfar sobre las masas, la organización, y muy especialmente el Hall H, salí del hotel a las ocho y veinte y me personé en el Centro de convenciones a las nueve menos veinte de la mañana. Pese a que en teoría el edificio no abría hasta las nueve, ya estaban dejando entrar a los asistentes cuando llegué, así que rápidamente franqueé la entrada y subí las escaleras que conducían al Sails Pavilion.

Lo primero en mi agenda era conseguir un pase –por segunda vez- para la garita de Hasbro lo más pronto posible para tener que lidiar con la menor cola posible. Sabiendo ahora exactamente a dónde tenía que ir, me encaminé hacia la zona en cuestión sin entretenerme por el camino, y cuando llegué allí descubrí que la mitad de los asistentes a la convención debían de haber tenido la misma idea que yo, porque la cola que allí ya había era de proporciones épicas. Gente haciendo cola para poder hacer cola en una planta diferente: tal vez uno de los fenómenos más extraños que jamás he visto.

Sea como fuere, esta vez iba preparado, así que, tras averiguar quién era la última pal pescao, me puse detrás de ella, abrí mi mochila, saqué El club Dumas, de Arturo Pérez-Reverte, y empecé a leer esta brillante novela. Ya me pueden hacer esperar todo lo que quieran que, si tengo un libro, ni me enteraré de cuánto tiempo pasa.

Tras aproximadamente cuarenta y cinco minutos de placentera lectura –o de tediosa espera para los pobres desgraciados que no se habían llevado un libro-, me dieron el ansiado pase. Eran las nueve y media, y el pase era para las diez. Excelente.

Sin perder ni un minuto, bajé a la sala de muestras y me fui directamente a Hasbro a ser más listo que ellos. Eran las diez menos cuarto, pero decidí ponerme a la cola –que ya se salía de la garita-, pues para cuando consiguiera entrar en la tienda propiamente dicha ya serían las diez, con lo que técnicamente no estaba haciendo trampa. Además, la gente de la organización a cargo de la cola sólo te preguntaba si tenías pase, pero no te preguntaba para qué hora lo tenías. La que sí te lo miraba era la mujer en la entrada, pero, como ya he dicho, imaginaba que para cuando llegase a su altura ya serían las diez. Así pues, volví a sacar El club Dumas y me desentendí del espacio-tiempo.

Después de leer durante aproximadamente cuarenta minutos más, llegué por fin al mostrador, y compré los muñecos –dos packs de Destro, de G.I. Joe- que mi amigo Brock quería. Las chicas que me atendieron se sorprendieron ante los pocos juguetes que quería adquirir –o sea, el poco dinero que me iba a gastar-, especialmente tras la larga espera que sabían había tenido que sufrir, pero no pude sino encogerme de hombros y decir que era eso lo único que quería. Una vez salí de Hasbro eran las diez y media, así que llamé a Brock para decirle misión cumplida, y volví a sacar mapa y diario para ver cuál era mi siguiente paso.

Adam Warren iba a firmar tomos de Empowered a las doce, y mi fantástico horario me permitía hora y media para buscar a Jim Lee y mirar por ahí antes de dirigirme al stand de Dark Horse para conocer al genio Warren. Mapa en mano, me dirigí una vez más a la NFR, pero Jim Lee no estaba allí. Junto al vacío espacio del coreano se hallaba David Finch con su mujer y su hijo de diez meses, y aunque Finch estaba haciendo un dibujo, no había nadie a su alrededor, así que me acerqué. Finch ha saltado a la fama durante los últimos dos o tres años gracias a su trabajo en títulos Marvel como Moon Knight o Avengers, y sus portadas para X-Men y la reciente miniserie X-Infernus –cuyos originales, incluyendo la asombrosa portada de Magik tenía allí, y eran espectaculares- han recibido la aclamación unánime de los aficionados. Sin embargo, yo he seguido la carrera del dibujante desde sus comienzos en Top Cow hace más de una década, así que, en vez de decirle lo mucho que me gusta su Lobezno le solté lo fantásticos que eran sus números de Cyber Force.

- ¿Cyber Force? –me contestó entre risas-. Madre mía. Pues no hace tiempo de eso.
- Ya lo sé, ya. Pero hay que ver qué buenas son esas páginas. Qué bien me lo pasé leyendo esos números. Lo mismo que con Aphrodite IX.
- Muchas gracias –dijo, inclinando la cabeza en agradecimiento. Esta actitud, humilde y agradecida, es la misma actitud que, afortunadamente, encontré en todos los autores con los que hablé: todos ellos gente muy sensata y sin ningún tipo de aires de grandeza.
- Y de todos los números de Cyber Force que dibujaste, aquellos dos en los que salía Ash, el personaje de Joe Quesada, eran verdaderamente espectaculares.
- Ah, sí –dijo Finch con una sonrisa-. ¿Recuerdas a Gabriel, el ángel que también salía en aquellos números?
- Por supuesto.
- Pues resulta que lo dibujé porque me gustaba, pero el acuerdo entre Quesada y Top Cow era para usar sólo a Ash, no a Gabriel también. Menos mal que le gustó lo que había dibujado, y Joe nos permitió usarlo también.
- Pues menos mal. Por cierto –dije, echándole un vistazo a los precios-, estaba pensando en pedirte que me hicieras un dibujo ahora cuando termines con ése.
- Claro. ¿Qué personaje?
- El caso es que te iba a pedir a Lobezno, pero después de haber hablado de Cyber Force, tal vez debería pedirte un personaje de ese grupo.
- Sería interesante –dijo, riéndose-. Aunque hace como diez años que no los dibujo.
- Lo que tú quieras. Si quieres un Lobezno, vale. Si no, podrías dibujar a Cyblade, por ejemplo.
- Hmmm… ¿Sabes? Creo que prefiero a Cyblade, más que nada porque estoy cansado de dibujar Lobeznos.
- Estupendo.

Mientras Finch terminaba el dibujo en el que estaba trabajando, yo me dediqué a hablar con su mujer, que era muy simpática. Después de un buen rato –el bueno de David no dibuja precisamente rápido-, por fin me tocó el turno.

- El caso es que estaba pensando –dije-, que si dibujas a Cyblade no se le va a ver la cara.
- Es verdad. Pero la máscara es tremendamente icónica, y dibujarla sin la máscara…
- Podría ser cualquier chica, es verdad.
- ¿Qué hacemos, entonces?
- ¿Y si dibujas a Velocity? Así sí se le vería la cara, y seguimos con Cyber Force.
- Buena idea.

Y con esto, Finch se puso manos a la obra –es zurdo-, y me hizo el dibujo de Velocity que ahora tengo colgado en la pared. Mientras trabajaba en ello, otros aficionados se pasaron por la mesa y hablaron un poquito con él. Un chico algo tímido le preguntó cuál era el personaje que más le gustaba dibujar.

- Batman –dijo Finch.
- Quiere decir Velocity –intervine yo.
- Y Velocity –añadió Finch, aunque por la cara del chico creo que no tenía ni idea de quién era Velocity. Aficionadillos…

Finalmente, a las doce menos cuarto más o menos, mi dibujo estaba terminado, así que me lo metí en la bolsa y, tras hablar unos minutos con Matt Wagner -el creador de Grendel, sentado al lado de Finch- comprobé el mapa y me fui directo a Dark Horse, donde Adam Warren iba a hacer acto de presencia en cuestión de minutos.

Antes de ponerme a hacer cola –ni qué decir tiene, ya había gente esperando-, me pasé por la tienda de la editorial y me compré el quinto volumen de la serie que, pese a haber salido en junio, aún no me había comprado precisamente para poder adquirirlo aquí y que el autor me lo firmara. Una vez el tomo hubo caído en mis ansiosas manos, me fui a hacer cola, en la que sólo había unas ocho personas delante de mí. Con tan poca gente no valía la pena sacar El club Dumas, así que dejé reposar a Lucas Corso, y menos mal que lo hice, porque si hubiera estado leyendo no habría visto a Jorge García –Hurley en Lost- pasar a mi lado caminando entre los asistentes como un aficionado más. Así pues, varios minutos más tarde, me hallé frente a Adam Warren.

Ya he dicho en varias ocasiones que tenéis que leer Empowered, una serie divertidísima con dibujos fantásticos, guiones hilarantes, personajes estupendos, y diálogos despatarrantes, y todo esto más o menos se lo repetí al autor, quien agradeció mucho que siguiera la serie. Le comenté también algo que había leído en las entrevistas que reseñé hace poco en el blog: que dice que prefiere escribir a dibujar, y que ojalá pudiera dedicarse tan solo a escribir Empowered y que otro la dibujara. Le dije que creo que el guión y diálogos me gustan más que los dibujos, pero, aun así, los dibujos son increíbles, y me resultaba curioso que a él no le gustaran. Se rió y me agradeció de nuevo mi amor por la serie, y me hizo un boceto ultrarrápido de Emp a rotulador.

A continuación me pasé por Top Cow, donde sabía Marc Silvestri y Kenneth Rocafort iban a estar firmando comics, y pude ver a ambos artistas. Rocafort estaba sentado a la izquierda de Silvestri, y la cola de Silvestri era muchísimo más larga que la de Rocafort, quien, a diferencia del fundador de Top Cow, estaba haciendo dibujos para los aficionados. Me encanta cómo dibuja Rocafort (su Madame Mirage es fantástica), pero había cuatro personas haciendo cola, y la sesión de firmas y dibujos terminaba en media hora, con lo que no creía valiera la pena ponerme a esperar para luego tener que irme con las manos vacías. Además, la sesión de Attack of the Show con Kevin Pereira y Olivia Munn (a quien había visto unas horas antes mientras hacía cola en Hasbro) empezaba en una hora, así que podía subir y ponerme a hacer cola. (Como supongo ya os habréis apercibido, “hacer cola” es algo inevitable varias veces al día en la SDCC.)

La cola para entrar en AOTS era espectacular, y antes de ponerme a perder el tiempo pregunté a uno de los voluntarios de la organización cuántas personas cabían en la sala. Según él, cabían quinientas, y era obvio que había bastantes más esperando, así que decidí irme a otro sitio, pero justo cuando me daba la vuelta para irme, Kevin Pereira, el presentador del programa, apareció por sorpresa para saludar a los fans, agradecerles que estuvieran esperando, y disculparse porque no todo el mundo fuera a poder entrar. Kevin había aparecido literalmente a mi lado por una de las puertas, así que lo saludé, y cuando todo el mundo empezó a acercarse, formar un círculo alrededor, y hacer docenas de fotos mientras él hablaba con la gente, opté por desaparecer. Eso sí: seguro que aparezco detrás de él en decenas de las fotos que se hicieron. Tendré que buscar por Internet.

Era la una ya, y acababa de comprar algo para comer. Sin embargo, antes de sentarme en el duro suelo a degustar mi comida pensé que debía pasarme a ver cuánta cola había para la mesa redonda de Dollhouse, a la que Joss Whedon y Eliza Dushku se había anunciado asistirían. La sesión empezaba a las cuatro –faltaban tres horas-, y un par de pesquisas revelaron que la sala en la que se iba a celebrar el acto (Ballroom 20) acogía a mil quinientas personas, y que la cola hacía ya rato que la habían cortado porque no sólo ocupaba todo el pasillo sino que salía por una de las puertas que daban acceso a la terraza, y culebreaba hasta desaparecer en la distancia.

Antes de llegar a San Diego había meditado sobre si quería asistir a esta presentación, y aunque de la serie no he visto más que un par de capítulos, Joss Whedon es mucho Joss Whedon, y no me hubiera importado estar presente. El problema, tal y como mencioné en el capítulo anterior, es que había otras cosas sucediendo al mismo tiempo que me interesaban más. El segundo problema es que dichos eventos iban a tener lugar en el notorio Hall H. Tratando de decidir cuál iba a ser mi siguiente paso, me senté a comer cerca del Ballroom 20 mientras miraba mis apuntes y oía a asistentes airados protestar al descubrir que la cola para ver a Joss Whedon estaba cerrada.

Pasaban varios minutos de la una, y dado que no iba a poder entrar en Attack of the Show la siguiente presentación que me interesaba era la de 9, la película de animación producida por Tim Burton con voces de Elijah Wood, Jennifer Connelly, Martin Landau, John C. Reilly, Crispin Glover y Christopher Plummer. Esta presentación iba a tener lugar de dos y media a tres y media en el mítico Hall H, e inmediatamente a continuación en la misma sala Sony iba a presentar Legion, que me daba un poco igual, y District 9, presentación a la cual iba a asistir el productor de la película, Peter Jackson, y en la que estaba interesadísimo.

Parece que está claro lo que tengo que hacer, me dije.

Albergando más que razonables esperanzas de poder entrar en el infame Hall H, terminé de comer y caminé hasta la entrada de la sala. Una vez allí, seguí la cola hasta el final, y para cuando encontré mi sitio detrás de la espalda de rigor era la una y veinte. Antes de comer había estado debatiendo si comer antes de ir a hacer cola, o si comer dentro, a la sombra, con papeleras para tirar servilletas y plásticos molestos una vez hubiera terminado de comer. Pese a saber que me exponía a tener el equivalente en personas a quince o veinte minutos extra en la cola por delante de mí, me había negado a dejar que el Hall H dictara mis patrones ya no sólo de conducta sino de alimentación (escrúpulos que deseché más tarde), y había comido dentro antes de ponerme bajo el sol a esperar. Esto probó, como ya habréis anticipado, ser un error, aunque no tan grave como podría haber sido.

El caso es que saqué El club Dumas y me puse a leer, actividad esta que me tuvo entretenido durante las dos horas que me pasé esperando mi oportunidad para entrar en el esquivo Hall H. Cuando por fin gané acceso a la elusiva sala eran las tres y veinte, y faltaban diez minutos para que terminara la presentación de 9. Aun así, pude escuchar al director Shane Acker, a los productores Tim Burton y Timur Bekmambetov, y a los actores Jennifer Connelly y Elijah Wood hablar un poco sobre la película y contestar preguntas del público, y mostrar el tráiler con el que terminó la presentación.

Una vez hubo terminado la charla, muchas personas abandonaron la sala, así que aproveché la ocasión para buscar un asiento mucho más cerca del escenario, y familiarizarme con la gigantesca sala. En el Hall H caben, como ya dije en el capítulo anterior, seis mil quinientas personas. En la parte de delante está el escenario con la mesa alargada a la que se sientan los invitados. Justo detrás de la mesa hay una enorme pantalla en la que se proyecta, en alta definición, la imagen de los invitados a la mesa sentados para que todo el mundo en la mitad delantera de la sala pueda verlos bien. Aproximadamente a mitad de la sala, dos monstruosas pantallas de alta definición cuelgan del techo, y algo más hacia el fondo de la sala hay dos –tal vez cuatro, no lo recuerdo- gargantuescas pantallas más para que la gente sentada en las últimas filas pueda seguir la acción.

En lo que a instalaciones se refiere, hay unos aseos dentro mismo del Hall H, para que la gente no tenga que salir de la sala a atender la llamada de la naturaleza después de todo lo que le ha costado entrar. De hecho, el Hall H tiene su propia sección de comida, para que los asistentes puedan alimentarse sin tener que abandonar la sala. Y es que la organización sabe perfectamente qué es lo que pasa en el Hall H: que la gente entra de buena mañana y no se marcha hasta la noche. Mira qué buena idea me habían dado.

La presentación de Legion empezó a las cuatro menos cuarto, y a la misma asistieron el director Scott Stewart, y los actores Doug Jones (contentísimo de salir en una película sin máscara), Tyrese Gibson (un personaje interesante), Adrianne Palicki (que con razón me resultaba familiar: salió en un episodio de Smallville), y Paul Bettany (A Knight’s Tale, A Beautiful Mind, The Da Vinci Code), que interpreta al ángel protagonista en esta película que el director insistía en describir como “ángeles con ametralladoras”. Y vistas las escenas exclusivas que nos enseñaron, es justo de eso de lo que va. No sé yo si iré a verla al cine.

Después de Legion le tocó el turno a District 9, película producida por Peter Jackson, dirigida por Neill Blomkamp, y protagonizada por Sharlto Copley, siendo estos tres los asistentes al evento. Yo solamente había visto el tráiler un par de veces, y la película no parecía tener mala pinta. Sin embargo, después de ver las escenas que Peter Jackson tuvo a bien mostrarnos, os aseguro que el mes que viene estaré en The Rave para ver el estreno de este film. Las escenas que proyectaron mostraron claramente el argumento de la película –algo que el tráiler no hace en absoluto-, pero tiene tan buena pinta que en vez de enfadarme porque revelaran algunas sorpresas lo que hice fue babear incontroladamente.

Esta sesión terminó a las cinco, y fue entonces cuando tuve que tomar otra decisión difícil –qué duro es asistir a la SDCC-. La mesa redonda sobre The Goon con Eric Powell iba a tener lugar de seis a siete en la sala 8, y la mesa redonda patrocinada por Entertainment Weekly en la que Peter Jackson y James Cameron iban a hablar sobre el uso de la tecnología en el cine y el futuro de la misma iba a tener lugar de seis y media a siete y media en el mismo Hall H en que me encontraba. Los aficionados al cine dirán que la decisión es obvia, pero os recuerdo que The Goon es una de mis tres series favoritas, y el creador iba a estar allí. Por otro lado, ya había conocido a Eric Powell el miércoles, y aunque The Goon no es una serie superventas, tal vez una hora no fuera suficiente para garantizarme la entrada a la charla. Además, y pese a que acababa de ver a Peter Jackson en acción, el jueves me había quedado sin ver a James Cameron, y la sesión iba a tener lugar en la sala en la que ya me encontraba y a la que me había costado tanto esfuerzo y dedicación entrar. Y una cosa estaba clara: si me iba ahora del Hall H, sería imposible entrar luego para ver a Jackson y Cameron. Por tanto, concluí, mejor me quedo aquí, y con algo de suerte el evento entre District 9 y Entertainment Weekly: Visionaries no estaría mal del todo.

Decidido a quedarme, pues, saqué el programa de la mochila para ver qué estaba a punto de presenciar, y para vuestra risa segura e ironía cósmica resultó que la sesión de cinco y cuarto a seis y cuarto era ni más ni menos que la Lucasfilm: Star Wars Spectacular. Hala. Reíros.

Por trillado que esté, debo decir que en este caso la Fuerza me acompañó, pues dio la casualidad que esta presentación iba a ser grabada para emitirse por televisión al día siguiente, y que los moderadores del acto iban a ser ni más ni menos que Kevin Pereira y Olivia Munn, a los que no había podido ver en acción en su propia sesión hacía unas horas debido a la larga cola. Esto, queridos lectores, es lo que los místicos llaman “karma”.

Lo cierto es que el SWS no estuvo mal. Primero, Anthony Daniels estuvo hablando sobre Star Wars in Concert, que consiste en una orquesta en concierto tocando música de la saga mientras se proyectan imágenes de las películas. Luego salió Stephen Sansweet, y después por fin aparecieron Kevin y Olivia, que estuvieron presentando a diferentes miembros de Lucasarts y mostrando vídeos de varios juegos de la compañía. Finalmente, los actores que ponen la voz a los personajes de la serie animada The Clone Wars subieron al escenario y leyeron un guión de la segunda temporada. Supongo que a los que siguen la serie les debió hacer más gracia que a mí el ver las voces de los personajes cobrar vida ante sus ojos.

Finalmente, a las seis y media, Peter Jackson y James Cameron tomaron el escenario y el coloquio duró una hora en la que hablaron de sus películas pasadas y futuras, de cómo intentan innovar en vez de hacer lo mismo que la mayoría de directores prefiere hacer, y de lo mucho que les apasiona su trabajo. Una charla excelente e interesantísima, la verdad.

Una vez hubo terminado esta mesa redonda, y dado que la sala de muestras ya estaba cerrada, cené y luego me fui al hotel para ver si Glen ya había llegado. Si mi compañero de viaje ha estado ausente en este capítulo es porque se pasó la jornada no en el Centro de convenciones, sino en un casino cercano, en el que había averiguado había dos campeonatos de póquer programados ese día. Una vez reunidos, intercambiamos las historias del día, que se había probado incluso mejor que el jueves, y nos retiramos a descansar mientras yo repasaba mentalmente mis planes para el sábado, que esperaba fuera el punto álgido de la convención. Que lo fue.

Thursday, August 06, 2009

San Diego ComicCon (2/5)

Jueves, 23 de julio

A mi cuerpo, al parecer, no le importaba lo cansado que pudiera estar o lo mucho que quisiera reposar, y a las cinco de la mañana se me abrieron los ojos y no hubo forma de volver a dormirme. En su defensa –la de mi cuerpo-, debo decir que el pobrecito debía de estar de lo más confundido por culpa de mis saltos espaciotemporales. El martes por la mañana cuando me levanté a las siete estaba en Valencia, España. Ese día cogí el avión para volver a Chattanooga, y cuando llegué a mi apartamento eran las doce de la noche, hora de la costa este. Eso quiere decir que para mí, infatigable viajero internacional, eran las seis de la mañana del miércoles, con lo que llevaba veintitrés horas despierto y dando tumbos. Entre unas cosas y otras, no me fui a la cama hasta la una –las siete en España-, y me desperté sin querer pero sin poder evitarlo a las siete de la mañana, una de la tarde en Valencia. Entonces me fui a casa de Glen, y de ahí nos fuimos al aeropuerto de Chattanooga, de donde salimos a las diez de la mañana para, tras conectar vuelos en Atlanta, llegar a San Diego a las cinco de la tarde hora pacífica, que eran las ocho de la tarde en la costa este y las dos de la mañana en España. O sea, que cuando por fin me dormí a las doce/tres/nueve y luego me desperté el jueves a las cinco/ocho/dos, no pude sino comprender que mi despistado reloj interno no tuviera ni puñetera idea de dónde estaba ni de qué hora era.

Viendo que tratar de recuperar el rastro de Morfeo iba a ser imposible, me levanté, me duché, desayuné, y me dirigí al Centro de convenciones que Glen había dicho abría a las seis. Si tan solo hubiera consultado la sección de Preguntas más frecuentes del manual de la SDCC que me dieron al registrarme me habría dado cuenta del espectacular error que se escondía tras la afirmación de mi compañero de viaje, que seguía plácidamente dormido en nuestra habitación. Pero como no había leído dicha sección, me encontré, al llegar al Centro de convenciones a aproximadamente las seis y veinte de la mañana, que las puertas no las abrían hasta las nueve, y que la sala de muestras no abría hasta las nueve y media. Sin embargo, eso no había supuesto un obstáculo para los centenares de aficionados que ya guardaban cola en varias de las entradas del edificio. De haber llevado conmigo el libro que me había dejado en la habitación puede que me hubiera sentado a hacer cola con ellos, pero dado que me lo había dejado en la mesita de noche pensando que no lo iba a necesitar, ni me planteé quedarme allí, y me fui tal y como había venido.

Veinte minutos más tarde, Glen, medio dormido, me preguntaba qué estaba haciendo allí otra vez, a lo que le contesté, de bastantes buenas maneras teniendo en cuenta la situación, que no abrían hasta la nueve. Después de sentirlo todos mucho, me puse a leer durante un par de horitas, y luego volví al Centro de convenciones para empezar el día. Otra vez.

Una de las verdades absolutas e incontestables de la SDCC, dogma de fe para todo asistente que acepte la dura realidad, es que es imposible asistir a todos los actos que durante el día –y la noche- tienen lugar en las distintas salas del Centro de convenciones. De hecho, es prácticamente imposible también asistir a todos los actos que a ti personalmente te gustaría presenciar, independientemente de cuánto planifiques y con cuánta rapidez te muevas de una parte del enorme edificio a otra. La razón por la que es imposible verlo todo es porque hay decenas de presentaciones, charlas, conferencias, mesas redondas y coloquios transcurriendo simultáneamente cada hora desde las diez de la mañana hasta las siete de la tarde. No importa lo limitado que sea tu interés –sólo comics, sólo películas, sólo anime y manga-, no podrás ver todos los eventos con el tema relacionados. Y la razón por la que no podrás ver todo lo que quieras por más que planifiques es porque hay ciento cincuenta mil personas a tu alrededor que quieren ver lo mismo que tú, y no hay ninguna sala que albergue tan disparatado número de cuerpos. La única que se le acerca es el infame Hall H, al que conoceréis en breves instantes.

Pese a todo, y siendo consciente –al menos intelectualmente- de que no iba a poder ver todo lo que quería, hice un valiente esfuerzo por lograrlo, y creo que lo conseguí en un 80%, lo que, visto lo visto, no está pero que nada mal. Pero me estoy adelantando a los acontecimientos.

Lo primero que hice en cuanto hube ganado acceso al interior del Centro de convenciones fue irme directamente al Sails Pavilion, en el piso superior, pues era allí donde las editoriales iban a revisar las carpetas de los aspirantes a dibujante profesional. Desgraciadamente, de las diez editoriales a las que les tenía echado el ojo, sólo Dark Horse iba a criticar carpetas. Afortunadamente, había varias editoriales de las que nunca había oído hablar que iban a hacer lo propio, y ya me había apuntado en mi útil diario las horas a las que iban a estar en el Sails Pavilion ofreciendo la posibilidad de hacer nuestros sueños realidad.

Las tres editoriales que revisaban trabajos el jueves y que pensaba mejor encajaban con Worlds Collide eran Archenemy, Committed Comics, y Dark Horse, así que me acerqué a sus mesas para ver dónde me tenía que apuntar. Lamentablemente, allí no había nadie, y los aspirantes que zumbaban nerviosos alrededor de estas potencialmente dulces colmenas tampoco sabían muy bien cómo funcionaba la cosa. Tras indagar un poco, descubrí que las tres editoriales –que sabía empezaban a aceptar visitas a las once- empezarían a repartir turnos a las diez y media, treinta minutos antes de empezar con las sesiones críticas. Dado que eran ya casi las nueve y media, me dije, tenía tiempo de bajar a la sala de muestras, echar un vistazo durante una hora, y después subir de nuevo al Sails Pavilion y apuntarme en las listas de las editoriales.

El problema que esto suponía era que me iba a resultar imposible asistir al programa de Disney 3D, que incluía la presentación, por parte de Tim Burton, de Alice in Wonderland, e imágenes exclusivas de Tron Legacy, la secuela de la revolucionaria película de hace veinte años. Había que tomar una decisión, y escogí presentar mis dibujos en vez de que me presentaran a Alicia. Tampoco pasaba nada. (Lo que entonces desconocía pero ahora sí sé es que ya en aquel momento, una hora y media antes de que empezara Disney 3D –a las once-, me hubiera resultado imposible entrar en la sala para verla, pues dicha presentación iba a tener lugar en el infame Hall H, cuya infamia todavía no llegaba a comprender.)

Resuelto pues a perderme a la buena de Alicia –tampoco sabía entonces que Johnny Depp iba a hacer una aparición sorpresa-, me bajé a la sala de muestras y estuve paseándome a la caza y captura del dibujante famoso. Fue entonces cuando vi a David Finch, mi amado y odiado dibujante favorito Jeff Scott Campbell, Bruce Timm, y algún otro que seguro me dejo en el tintero. Además, también tuve oportunidad de ver páginas originales de Talent Caldwell (Fathom: Dawn of War, Wildcats: Nemesis) y Mike Choi (Witchblade, X-23: Target X, X-Force), y aunque quería comprar páginas de ambos, al final me fui sin ninguna.

La hora se me pasó casi sin darme cuenta, y cuando por fin subí de nuevo al Sails Pavilion eran las diez y treinta y ocho. Glen, que me había traído mi carpetón del hotel, se reunió conmigo, me dio la carpeta, y desapareció para buscar figuritas de Lord of the Rings, dejándome solo para enfrentarme a las a buen seguro despiadadas críticas de editores desconocidos. Sin embargo, las entrevistas no iban a ser inmediatas, pues en los ocho minutos que había llegado tarde decenas de personas se habían apuntado ya en las listas de todas las editoriales, estando así la situación:

Archenemy Comics: número 37.
Committed Comics: número 42.
Dark Horse Comics: número 48.

Pese a no ser un genio matemático, hice unos cuantos cálculos rápidos y concluí que, a unos cinco minutos por entrevista, tardarían entre dos horas y media y tres en llamarme, con lo que no tenía sentido que me quedara allí sentado tres horas perdiendo el tiempo cuando podía estar en la sala de muestras gastándome el dinero. Además, mi amigo Brock me había pedido que le comprara un par de cosas en la mesa de Hasbro, y éste parecía tan buen momento como otro cualquiera para hacerlo. Así pues, bajé las escaleras una vez más y, mapa en mano, me dispuse a visitar unas cuantas mesas específicas.

Lo primero que hice fue pasarme por Hasbro, donde una ridícula cantidad de personas hacía una cola tan larga que se salía del espacio a Hasbro cedido y le daba la vuelta a la garita que la compañía juguetera se había montado. Hasbro estaba en la SDCC para vender juguetes exclusivos que sólo se podían comprar allí, lo que explicaba la masificación de la que era testigo. Lo que es más difícil de explicar es el sistema de acceso a la tienda, tal vez pelín más complicado de lo que debería haber sido. Básicamente, de nueve y media a doce y media, Hasbro repartía pases para entrar en la tienda, a la que no podías acceder sin el citado pase. Dichos pases no se repartían en la mesa de Hasbro, sino –fíjate- en el Sails Pavilion, a donde me tocó subir otra vez. La cola para los pases era, a las once menos cuarto, piadosamente corta, con lo que no me llevó más de cinco minutos hacerme con uno de los codiciados pases, que en mi caso me permitía el acceso al paraíso juguetero a partir de las dos de la tarde. Viendo pues que tenía tiempo de sobra, bajé de nuevo a la sala de muestras para, esta vez sí, personarme en las mesas que más me interesaban.

Uno de los primeros stands a los que fui fue el de Top Cow, donde me compré un número viejo de Witchblade (el 41, por la portada) y averigüé cuándo iban a estar allí Marc Silvestri (fundador de la compañía), Kenneth Rocafort (dibujante de Madame Mirage y Hunter-Killer), y Ron Marz (magistral guionista de Witchblade). Después me dejé caer por Dark Horse, donde descubrí que mi amado Adam Warren (guionista y dibujante de la estupendísima Empowered, una de mis tres series favoritas junto a Witchblade y The Goon) estaría allí el viernes. A continuación, me pasé por Aspen Comics y pude ver páginas y más páginas originales del difunto y añorado Michael Turner, que eran tan fantásticas –y tan caras- como las páginas originales de Jeff Scott Campbell que había tenido ocasión de admirar la tarde anterior. Fue entonces cuando recordé que Campbell estaba en la mesa de Naked Fat Rave (NFR), y que tenía que pasarme por allí. Antes, sin embargo, le hice una visita al maestro Dean Yeagle, que me pillaba más cerca que NFR.

Dean Yeagle, que debe pasar de los setenta, es conocido por haber dibujado para Playboy durante años, y yo llevaba varios ídem visitando su página web y conteniéndome para no comprar alguno de sus libros. Para mi alegría personal y protesta de mi cartera, tanto él como sus libros e ilustraciones originales estaban en su mesa, y acabé comprando uno de sus libros (Mandy’s Shorts) y una de sus páginas originales, en la que hay tres dibujos de Mandy y uno de un cerdito que aparecen en su libro más reciente, Mandy Godiva. Yeagle y su mujer resultaron ser de lo más amable, y estuve hablando con ellos un buen rato durante el que descubrí, entre otras cosas, que ambos habían visitado Valencia cuando Yeagle estaba en la marina. Qué pequeño es el mundo.

Tras despedirme de la septuagenaria pareja, me acerqué a NFR, y pude ver que, a diferencia de mi anterior visita, Jim Lee estaba sentado a la mesa junto a David Finch. Desde donde yo estaba podía ver al coreano de espaldas, pero en vez de rodear NFR hacia la izquierda (NFR consistía en tres mesas largas y una pared dispuestas en forma de cuadrado, y Jim Lee estaba de espaldas a mí en el vértice diagonalmente opuesto al que yo tenía delante), decidí hacerlo hacia la derecha, pues sabía que detrás de la pared estaban las mesas de Adam Hughes y Terry Dodson: podía ver a ambos artistas, girar a la izquierda entonces, y aparecer justo delante de Jim Lee. Fácil, ¿verdad? Pues no.

Moviéndome hacia mi derecha, vi en efecto al gran portadista Adam Hughes en su mesa, y, en el stand de al lado, Aaron Lopresti y Terry Dodson compartían espacio. Estuve hablando varios minutos con Dodson, preguntándole cuándo íbamos a ver el segundo número de su magnífica serie europea Coraline –mejor que esperemos sentados-, y estuve apreciando sus páginas y portadas originales que tenía expuestas en la carpeta sobre la mesa. Y cuando finalmente me despedí y giré la esquina para ver a Jim Lee, el dibujante había desaparecido y ya no le volví a ver el pelo en ningún momento. Tanto él como Frank Cho, al que tampoco tuve oportunidad de ver (los que sí estaban allí eran sus compañeros de mesa Brandon Peterson y Travis Charest), son los dos artistas que no vi que verdaderamente me hubiera gustado saludar. (Y Humberto Ramos.) A la próxima.

El caso es que, ya que estaba en NFR, me puse a hacer cola para Jeff Scott Campbell, que estaba allí firmando todo lo que estaba vendiendo –que no era poco-, pero que no hacía dibujos durante la convención. Mientras esperaba mi turno pacientemente reparé en Jeph Loeb, guionista que me desagrada bastante-no tenéis más que releer mi crítica de la horrenda Ultimates 3-, pero por supuesto no me acerqué a decirle nada. Finalmente me tocó el turno, y me hice con el calendario 2010 de cuentos de hadas que Campbell tenía a la venta, dos libros suyos de ilustraciones (Monster Green, de tapa dura, y Shades of Gray, de tapa blanda), y una serigrafía limitada de una de las ilustraciones del calendario: la de Alice in Wonderland, como no podía ser de otra manera. (Alicia se iba a convertir, aunque entonces aún no lo supiera, en un tema recurrente en la convención.) Por un lado, quería comprarme todo lo que Campbell había traído (libros de años anteriores se quedaron en la mesa: soy así de duro); pero, por otro, la idea de apoyar su “ética de trabajo” dándole mi dinero por libros de ilustraciones cuando lo que debería hacer es dibujar comics mensualmente me repugnaba bastante. A fin de cuentas, ambos libros recopilan ilustraciones originales con dibujos que ha hecho para coleccionistas privados, posters, y portadas varias para distintas editoriales. O sea, que en vez de ganar dinero dibujando comics, el amigo se dedica a hacer portadas y aceptar comisiones por las que cobra un dineral, y luego encima saca libros recopilando ese material, con lo que vuelve a cobrar por el mismo material que ya tenía hecho. Que no me parecería mal si Campbell no hubiera dejado Wildsiderz sin terminar, y si su Spiderman, anunciado hace cuatro años y medio, hubiera salido ya. Así, lo que hace es echarle morro y sacarles la pasta a imbéciles como yo que vamos y compramos sus libros. Al menos no los compré todos, pero lo cierto es que los dos que compré están pero que muy bien. Maldito Campbell…

Tras todas estas tribulaciones era hora de volver al Sails Pavilion, a ver por qué número iban las entrevistas con las editoriales, pues eran las dos y media y mi turno debía estar al caer. Cargado con todas mis compras y con mi carpeta, subí de nuevo al área de entrevistas, y vi que mi plan había tenido éxito, al menos en lo que a dos de las tres editoriales se refería:

Archenemy Comics: tenía el número 37, e iban por el 17. (Sorprendente)
Committed Comics: tenía el número 42, e iban por el 38. (Excelente)
Dark Horse Comics: tenía el número 48, e iban por el 37. (Muy bien)

Fue entonces cuando Glen se reunió conmigo de nuevo, y juntos esperamos hasta que me llamaron de Committed Comics. La entrevista fue bien, y al editor parecieron gustarle mis páginas, aunque me dijo que debo limitarme a dibujar a lápiz, pues, según él, mis dibujos quedan mucho mejor así que si los entinto. Se quedó una copia de Worlds Collide, y me pidió que le mandara más dibujos a lápiz por correo, tarea que se está probando más difícil de lo esperado ya que no puedo mandarle archivos adjuntos debido a la estructura de la página web de la editorial. Al poco de haber terminado con Committed, Dark Horse me llamó, y tuve una interesante conversación con uno de los dos editores que allí se encontraban. Curiosamente, al editor le gustaron mucho las páginas de Worlds Collide, y dijo que tenía un estilo muy estilizado y muy mío: que no imitaba a nadie, en otras palabras. Sin embargo, por esto mismo, no me veía dibujando series suyas como Star Wars, Aliens, Predator, o alguna de las otras propiedades intelectuales que la compañía tiene licenciadas para publicar. Y tal y como se dice por ahí, en Dark Horse sólo te ofrecen publicar tu propia serie si ya has tenido éxito en el pasado, y como no es mi caso, pues no me ofrecieron publicar Worlds Collide. Aun así, los comentarios de ambos editores fueron infinitamente más positivos de lo que esperaba, lo que siempre es de agradecer.

Lo que verdaderamente sí agradecí en aquel momento fue, por fin, irme a comer, que tenía un hambre que me subía por las paredes. Glen y yo nos sentamos en el suelo enfrente del Ballroom 20 a comernos unos bocadillos de infladísimo precio, y discutimos qué hacer a continuación.

Lo que había que hacer a continuación no admitía discusión, sinceramente: había que ir a ver la presentación de Avatar, la esperadísima nueva película de James Cameron, su primer film desde Titanic, la película que concibió hace treinta años y en la que lleva trabajando catorce, activamente los últimos cuatro. Avatar, película que se estrena en diciembre e imágenes de la cual iban a ser vistas por primera vez en la SDCC. Avatar, la revolucionaria película que iba a ser presentada en el Hall H.

- He oído decir que el Hall H es enorme –dije.
- ¿Cómo de grande? –preguntó Glen.
- Caben seis mil quinientas personas.
- Sí que es grande, sí.
- Más nos vale –dije-. Todo el mundo querrá estar presente.
- ¿A qué hora empieza?
- Es de tres a cuatro y cuarto.
- Son las tres menos cuarto –apuntó Glen-. ¿Crees que podremos entrar?
- Hombre… Seis mil quinientas personas son un montón de personas.
- Ya, pero aun así…
- No perdemos nada por intentarlo. Total, si no hemos entrado cuando la sala esté llena, podemos irnos a hacer otra cosa.
- Bueno –dijo Glen-. Si tú lo dices…
- Y si no entramos, ahora que lo pienso, podemos volver al Sails Pavilion y ver por qué número van los de Archenemy Comics. A lo mejor hasta puedo hablar con ellos.
- Vale.

Todo de un ingenuo que tira de espaldas. Pese a saber que Avatar y Iron Man 2 iban a ser probablemente las dos presentaciones más populares de toda la convención, reconozco que no estaba preparado para el Hall H y sus extrañas reglas de funcionamiento. O más que extrañas, inesperadas.

En defensa de mi intelecto debo decir que mi plan tenía sentido, especialmente una vez hubimos llegado a la cola para entrar en el Hall H, cola que, de tan larga, se tiene que hacer fuera del edificio, para no molestar. Pese a no ser capaz de calcular cuántas personas hay en un grupo inmenso con demasiada facilidad y con tan solo un vistazo, era evidente que había miles de personas haciendo cola. La pregunta era cuántos miles. ¿Seis mil cuatrocientas noventa y ocho? De ser ése el caso, Glen y yo podríamos entrar. Siguiendo este razonamiento, ambos nos dispusimos a esperar pacientemente bajo un sol de justicia mientras la cola avanzaba lentamente. Varios minutos más tarde dieron las tres, pero la cola seguía moviéndose, aunque con lentitud, con lo que no sabía muy bien qué pensar. ¿Acaso empezaría la presentación cuando todo el mundo estuviera dentro, o comenzarían puntuales aunque la gente siguiera entrando? Y fue esta incógnita la que nos hizo permanecer una hora en la cola, preguntándonos si es que la charla se había retrasado, si es que estaban esperando a que la sala estuviese llena, o qué sé yo. El caso es que para cuando entramos en el mítico Hall H eran ya las cuatro y veinte, y la presentación de Avatar había terminado, pues las pantallas de la sala anunciaban que la siguiente presentación, The Imaginarium of Doctor Parnassus, empezaría en breves instantes.

Aquello no tenía mucho sentido. ¿Por qué no habían dicho en la cola que Avatar ya había terminado? ¿Por qué habían seguido dejando entrar a más y más personas lenta pero continuadamente? Fue entonces cuando encontré la respuesta en una de las pantallas de la sala: we do not clear the room between events. O para los que no hablan la lengua de Shakespeare: el Hall H no se vacía entre presentaciones. Eso explicaba por qué nadie había disuelto la cola a las cuatro, una vez hubo empezado Avatar, cuando la sala ya estaba llena: la cola del Hall H no es para ver una conferencia concreta, sino para entrar en la sala, y una vez allí, puedes hacer lo que te plazca. O sea, que la gente que había entrado a la vez que yo podía no estar interesada en ver Doctor Parnassus de Terry Gilliam a las cuatro y media, sino la presentación de Pandorum (en la que yo mismo estaba interesado) a las cinco y cuarto, la de Kick-Ass a las seis menos cuarto, o la de Thirst a las seis y media. En otras palabras: que si quería ver algo en el Hall H, más me valía llegar allí con horas de antelación.

Esta revelación, aunque útil y valiosa, suponía un problema: tener que renunciar a ver ciertas sesiones en otros lugares para hacer cola y poder ver otras en el Hall H. De hecho, suponía otro más: la imposibilidad de asistir a una presentación en el Hall H, irme a otro sitio, y luego volver a ver algo en dicha sala. Una vez se entraba en el Hall H, parecía, era para siempre. O hasta el resto del día. Más que nada, para sacarle el máximo rendimiento a las horas de cola que te había tocado tragarte. Este conocimiento me vendría bien el viernes, pensé.

Siendo más sabios y empezando a considerarnos veteranos de ComicCon, Glen y yo regresamos al Sails Pavilion para ver por qué número iban los archienemigos. Si recordáis, a mí me habían dado el número 37, pero a las dos y media, cuando me había pasado a averiguar por qué número iban, sólo habían llegado hasta el 17. Si en dos horas y media habían entrevistado a diecisiete personas y desde entonces habían pasado algo más de dos horas, era posible que me fuera a tocar el turno pronto, ¿verdad? Una lástima que, al llegar a la mesa de Archenemy, recordara –una vez hube leído el cartel- que la editorial sólo iba a estar allí hasta las tres de la tarde, y ya eran las cuatro y media. El consuelo que me quedaba fue que, dado lo lentos que habían sido, era imposible que me hubiesen llamado mientras perdía el tiempo –quiero decir “ganaba experiencia”- en la cola del Hall H.

Glen estaba cansado, así que se fue al hotel con mi carpeta, para que yo pudiera moverme con mayor libertad por entre los rebaños de aficionados, y quedamos en reunirnos en la habitación para cenar. Una vez solo de nuevo, consulté mi mapa y mi lista de sesiones interesantes (imposible ya acceder al taller de Image, impensable volver al Hall H para ver Pandorum), y recordé que todavía tenía el pase para la tienda de Hasbro, y dado que las dos de la tarde ya habían pasado, decidí acercarme al stand del gigante juguetero.

La cola era, como en todas partes, monstruosa, pero me resigné y me puse a esperar. Eso era malo. Incluso peor fue cuando, veinte minutos más tarde, uno de los tipos de la organización se acercó al chico que había dos personas delante de mí y le dijo que estábamos haciendo la cola al revés.

- ¿Cómo que al revés?
- Estáis yendo en el sentido de las agujas del reloj, pero la cola se mueve en sentido contrario.
- Qué broma con tan poca gracia, oye.
- No es una broma. Mirad –dijo, señalando hacia algún lugar a nuestra derecha-. Es de ahí de donde viene la cola para entrar por esta puerta, no de donde vosotros venís.
- Pero a nosotros nos han dicho que era por aquí –protestó el chico.
- Imposible. Tenéis que dar la vuelta.

Viendo que rechistar más era inútil, la gente se dio la vuelta, lo que supuso un curioso fenómeno: que toda la gente que había llegado después de mí para hacer cola se encontraba ahora delante de mí. Ellos, más las incontables decenas de personas que ya antes se hallaban delante de mí. Yo no quería, pero fue entonces cuando empecé a cabrearme. Probablemente me quedaba una hora y cuarto u hora y media de cola, después de haber estado allí ya durante veinte minutos, después de haber estado una hora en la cola del Hall H, todo para ver nada. Pese a mis esfuerzos por controlarme, los dientes empezaba a asomarme, y una extraña película roja parecía nublarme la vista. Haciéndoles un favor tanto a la gente a mi alrededor como a mí mismo, decidí mandar a Hasbro a paseo hasta el día siguiente, y dedicarme a otra cosa.

Esta decisión se probó de lo más acertada, ya que pude por fin acercarme a la sección de la sala de muestras conocida como Artist’s Alley, que, como su propio nombre indica, es el espacio en el que los dibujantes que no tienen mesa propia o que no la comparten con otros artistas, editoriales, u organizaciones en la enorme sección central de la sala están situados. Es aquí donde puedes conocer a un montón de dibujantes, pedir dibujos, comprar lo que sea que tus favoritos vendan, o simplemente pasearte y ver a cuántos artistas reconoces. En mi caso –y mira que estoy enterado de lo que pasa en el mundillo-, sólo reconocí a una minoría: Hilary Barta, Sanford Greene (Army of Darkness), el legendario Gene Colan, David Petersen (Mouse Guard), la colorista Christina Strain, y varios dibujantes de WildStorm como Oliver Nome, Michael Lopez, Carlos D’Anda, y los dos con quienes conversé, J.J. Kirby, y Richard Friend.

J.J. Kirby nunca ha sido uno de mis dibujantes favoritos. Sus números de Backlash me dejaron algo frío, y todo lo que ha hecho después ha provocado una reacción similar. Todo, excepto una ilustración que hizo hará cosa de cuatro años y que resulta ser uno de mis dibujos favoritos de todos los tiempos. Y mira qué casualidad, que justamente tenía litografías –o como se diga- de ese fantástico dibujo a la venta. Más casualidad aún: su carpeta, sobre la mesa, estaba abierta por precisamente esa página. Casualidad al cubo: es una ilustración de Alice in Wonderland.

Ante la absoluta imposibilidad de no acercarme y no comprar el dibujo, me acerqué a saludar al dibujante, y le expliqué lo mucho que me gustaba su dibujillo de Alicia. Uno de mis dibujos favoritos de la historia, estupendos colores, gran composición, subtexto cachondete en más de un sentido, qué gran trabajo. El amigo Kirby se partía de risa y me agradecía profusamente entre carcajadas que me gustara tanto. Me contó entonces que había hecho el dibujo para la mujer de Richard Friend –situado un par de mesas a su izquierda-, y que el original lo tenía ella.

Después de hablar un poco más con él, me pasé por la mesa de Richard Friend, y hablé un poco tanto con él como con su esposa, pero no sólo lo hice por el dibujo de Alicia, sino porque hace tres años le compré a Rich varias serigrafías limitadas –o como se llamen- por Internet, y el artista fue tan amable de mandarme los números 1 de todas las que le compré, más una gratis por haber comprado tantas. Así pues, me presenté y le conté quién era, y o bien se acordaba de mí o fingió hacerlo, pero el caso es que dijo que sí, que sabía quién era, y que se alegraba de conocerme. Entonces su mujer vio el dibujo de Alice que había comprado, y me dijo que tenía el original de Kirby, que se lo había hecho porque sabía que ella era aficionada a los libros del amigo Carroll, a lo que no pude sino contestar que tenía que ver la ilustración de Campbell sobre el tema para el calendario 2010.

Después de despedirme de la agradable pareja seguí caminando, y me encontré con la mesa de Tom Nguyen, quien confieso no sabía quién era, pero a quien le compré otra seri-litografía que tenía en la mesa que me hizo gracia. Esto me dejó con cero dólares en efectivo –el noventa y nueve por ciento de la gente en la SDCC sólo acepta efectivo en las transacciones-, y como además iba cargado con las gigantes ilustraciones, decidí regresar al hotel aunque aún quedase una hora para cerrar la sala de muestras. Una vez allí, Glen y yo decidimos ir a cenar a un estupendo restaurante italiano que había cerca del hotel, y el formidable calzone que me pedí me dio la energía necesaria para refinar mis planes para el viernes. Con todo lo que tenía pensado más la valiosísima experiencia que había ganado durante el día, no cabía duda de que el viernes iba a ser incluso mejor que el jueves. La duda no cabía, o no quería que cupiese.

Tuesday, August 04, 2009

San Diego ComicCon (1/5)

Como creo ya sabéis los pocos que leéis lo que suelo escribir, este año asistí por primera vez a la Convención del Comic de San Diego, famosa celebración de la cultura popular americana que en 2009 celebraba su cuarenta aniversario. O cuadragésimo, si nos ponemos pedantes.

Como también sabéis los lectores de gusto exquisito que seguís mis aventuras, me gusta contaros lo que me pasa por ahí, ya sea en la librería, en ciudades desconocidas, o en otros continentes, así que a nadie sorprenderá que me haya dado por escribir una crónica de longitud indeterminada pero de entregas limitadas –cinco, una por cada día de duración del evento- para narrar lo en San Diego acontecido. Y de verdad que trataré de evitar pedanterías, aunque lleve ya dos en dos párrafos. (Esto de ponerse fino a la hora de darle a la tecla tiene sus riesgos, qué puedo decir.)

Pero pasemos ya, sin más dilación, a disfrutar con mis desventuras, que dos párrafos y pico son renglones más que suficientes para una introducción que bien podría haber sido parte del texto del primer día. Empecemos, pues.

Miércoles, 22 de julio

La Convención del Comic de San Diego (SDCC de ahora en adelante) dura, según el calendario oficial del evento, cuatro días (de jueves a domingo), y los visitantes pueden comprar pases diarios si sólo les interesa –o se pueden permitir- un día específico de esta estupenda celebración cultural. La mayoría de asistentes, sin embargo, suele comprar pases para los cuatro días completos, y esto los autoriza a visitar el Centro de convenciones la tarde antes de la inauguración oficial en lo que da en llamarse –y muy acertadamente- preview night.

Esta preview night tiene lugar el miércoles por la tarde de seis a nueve, y la única diferencia entre estas tres horas y el resto de días que dura la SDCC es que en este día especial no hay conferencias y hay “menos gente”. Y lo de “menos gente” merece en verdad ir entrecomillado, pues, si bien es verdad que había menos gente que en días posteriores, la diferencia entre cien mil personas y ciento cincuenta mil es, una vez metido en la sala de muestras, prácticamente imperceptible. Tanto ese miércoles como el resto de días, un servidor se encontró, en todo momento y en todo lugar, rodeado de literalmente decenas de miles de aficionados al cine, los comics, la ilustración, los videojuegos, el manga, y demás gremios asociados. Que está bien tener gente alrededor que comparte tus gustos y aficiones, sí; pero ahogarse en un mar de personas mientras se intenta franquear el estrecho que separa el stand de Top Cow del de Aspen Comics es menos divertido de lo que suena. Y mira que divertido suena poco, más bien nada.

De todas formas, la ubicua y en numerosos casos impenetrable masa de gente no me pilló por sorpresa, pues ya iba avisado y mentalmente preparado. Pese a ello, debo admitir que esa primera tarde me sentí algo agobiado, y cuando la organización anunció por megafonía a las nueve menos diez que nos echaban a la calle hasta el día siguiente, confieso que salí del salón con alivio, contento de alejarme de todos aquellos codos y espaldas y extremidades varias. Ahora sólo tendría que lidiar con aquellas decenas de miles de cuerpos sudorosos en la calle y en cualquier restaurante donde quisiera intentar pararme a cenar. Pero podría ser peor. Creo.

Estas tres horas de contacto inicial fueron más interesantes y fructíferas de lo que mis patéticas quejas os podrían hacer pensar, no me malinterpretéis. Fueron tres horas en las que, sin mirar el mapa del salón de muestras –que se convertiría, junto a El club Dumas, en mi mejor amigo en días posteriores-, me dediqué a vagar por entre las distintas mesas, estaciones, cabinas y stands, para hacerme una idea de cómo funcionaba aquello y dónde estaba qué. Al menos, lo bueno que tienen los americanos es que son muy ordenados cuando un grupo de personas se convierte en gentío inmenso, y todo el mundo se pone en fila, guarda su turno, espera con paciencia, y evita empujones, roces y contacto personal con una gracia innata que no creo haber visto en ningún otro país. Y esto, que podría parecer una observación irrelevante, es en verdad importantísima cuando se está rodeado de más de cien mil personas, pues pese a hallarme, como ya he dicho, perdido en una infinidad de brazos y piernas durante cinco días, jamás me llevé un empujón, un codazo, me choqué con nadie –o, más correctamente, nadie se chocó conmigo-, ni prácticamente me rocé con nadie. Imaginad esto en, no sé, Valencia, por ejemplo, y decidme si podríais afirmar algo así.

Decía, retomando el hilo, que me pasé estas tres horas del miércoles 22 vagando por la sala principal, exhibit hall en inglés, junto a mi amigo y compañero de viaje Glen, que enseña historia en octavo en mi escuela. Glen no lee comics pero es un apasionado del cine, la fantasía, la ciencia ficción, El señor de los anillos, Lost, y demás series televisivas magníficas, lo que lo hacía la persona ideal para compartir esta experiencia. (Luego resultó que apenas pasamos tiempo juntos, pero ya hablaré de eso cuando toque.) Así pues, nos dimos un paseo para ver de qué iba todo aquello, y fue esa tarde cuando hice mis primeras compras, vi a varios dibujantes para mí famosos –incluso conocí a algunos de ellos-, y avisté a algún que otro famoso, como el actor Lou Ferrigno (que no era verde), el escritor Max Brooks (World War Z), y Blair Butler, de la cadena de televisión G4, donde presenta un programilla de comics –Fresh Ink Online- que podéis ver en su página web.

Uno de mis objetivos en la SDCC era conocer a Eric Powell, creador de The Goon, una de mis tres series de comics favoritas, y precisamente me crucé con su mesa esta primera tarde. Eric Powell no hace dibujos en convenciones, así que me tuve que conformar con que me firmara los tomos siete y ocho de su serie, que habían salido en mayo y junio pero que había estado esperando a comprarme en San Diego precisamente para que él me los firmara. Junto a su firma, el dibujante añadió un bocetillo de un cráneo hecho en dos segundos, así que algo extra me saqué por comprar allí los libros. Además, Powell tenía, como la gran mayoría de los artistas que allí acudieron, su carpeta con páginas originales de su serie a la venta, y pese a que lo precios prohibitivos me impidieron comprar alguna de sus fantásticas páginas de The Goon, al menos pude recrearme mirándolas todo lo que quise.

La otra artista a la que conocí fue Laurie B., de quien compré un libro de dibujos, un comic de Witchblade con una portada alternativa suya, y un dibujo que le pedí que me hiciera de Witchblade: el primer dibujo original que compré en la convención. Laurie tenía también un montón de prints –a las que no sé si llamar serigrafías, litografías, o miniposters, pues no sé cuál es el término exacto en español- de su obra, pero decidí esperar y comprar alguna en días posteriores, pues tampoco era plan de dejarme el presupuesto en la primera mesa que viera.

Por lo demás, no conocí personalmente a ningún otro artista aquel día, pero sí vi a un montón de autores famosos hablando con los aficionados en sus mesas o haciendo dibujillos para quienes aguardaban pacientemente en fila: Mike Mignola (creador de Hellboy), Brom (ilustrador de fantasía a quien conozco por sus portadas para la serie de novelas War of the Spider Queen y su cuento ilustrado The Plucker), Bill Tucci (creador de Shi), Darwyn Cooke, Leinil Francis Yu, Aaron Lopresti, Simone Bianchi (que estaba haciendo un dibujo de Lobezno), y el gran Arthur Adams, enfrascado también en una ilustración.

Una vez se hicieron las nueve y nos pidieron amablemente que desapareciéramos, Glen y yo fuimos a cenar a un restaurante cerca del Centro de convenciones donde me comí una hamburguesa estupenda y el bueno de Glen se pidió un extraño taco de langosta con sopa de langosta y guarnición a base también de langosta. De hecho, fuimos a este restaurante expresamente porque Glen guardaba un buen recuerdo del mismo –y de sus langostas- de la última vez que se había dejado caer por la ciudad. La energía repuesta tras la cena, Glen y yo nos encaminamos hacia el Holiday Inn en el que nos íbamos a hospedar durante la duración de nuestras aventuras en la costa pacífica, y que estaba a unos veinte minutos andando -en línea recta, facilísimo- del Centro de convenciones.

La obligada ducha tras llegar a la habitación me dio las fuerzas necesarias para, antes de irme a dormir, sacar el mapa de la sala de muestras, cotejar los datos con los apuntes en mi diario sobre todo lo que quería hacer al día siguiente, y planear –algo ingenuamente, como descubrí con rapidez- las actividades del jueves. Satisfecho con esta primera toma de contacto y mis ideas para el día siguiente, me dormí sobre las doce, hora pacífica –dato importante-, sintiéndome merecedor de una larga noche de sueño ininterrumpido. Inocente de mí.

Saturday, August 01, 2009

Adam Warren Speaks

The fifth volume of Adam Warren's hilarious series Empowered hit the stands in June. To promote the release of this awesome book (you guys should be reading this series), the author gave several interviews (one, two, and three) while letting his drawing hand rest after the punishment he inflicted on it. Adam Warren is fun to listen to, and I got a chance to meet him at the San Diego Comic Con last Friday. He drew a super quick free sketch for me, and signed the aforementioned fifth volume of Empowered (I had been waiting to get it in San Diego for this exact purpose), and a free poster I got at the Dark Horse booth. So read the interviews, and if you think the series sounds interesting, please go ahead and buy it. I can guarantee you Empowered is a trillion times better than pretty much anything on the shelves right now. It has gorgeous artwork, great stories, compelling characters, and the most outrageously amazing dialogue you will ever read, featuring about a score of obscure words and a dozen neologisms per page --a linguist's heaven!

Sunday, May 10, 2009

Gambito ultrarrápido


Hoy tenemos un vídeo dedicado especialmente a nuestro querido Nash. En este estupendo documento audiovisual, el gran Jim Lee hace un dibujo de Gambito para un fan en tan solo ocho minutos. El vídeo está editado a cámara rápida, con lo que los ocho minutos reales (fijáos en su iPhone) pasan a ser solamente 2:12, y no podemos escuchar nada excepto por la frenética y apropiada música que han usado para acompañar la prodigiosa rapidez del coreano. Ni qué decir tiene, el dibujo es una maravilla, y estoy pensando seriamente hacer cola en San Diego para que Lee me dibuje algo, probablemente un Gambito o un Lobezno.

Volviendo a cómo se las gasta el amigo Lee, el increíble dibujante es probablemente uno de los artistas que más me gusta ver trabajar, porque el tío usa cualquier cosa para hacer un dibujo, ya sea tinta a chorros, líquido corrector, o pañuelos de papel para pringar y lograr distintos efectos y texturas. Me encanta ver lo "valiente" que es, haciendo simplemente el más vago de los bocetos a lápiz y entrando a matar inmediatamente con la tinta. Pero basta ya de alabar al dibujante. Permitíos dos minutos de vuestras ajetreadas vidas, mirad el vídeo, y juzgad por vosotros mismos.

Bonus: Lee también nos ha regalado el vídeo a velocidad normal, por si preferís verlo así.

Thursday, April 09, 2009

Lee the Teacher

Check out this step-by-step drawing lesson by amazing artist Jim Lee, in which he explains how he drew Batgirl for a fan who commissioned the picture from him. The drawing is great, and it's always a treat to see the creative process explained by the artist. And when you're done with it, check out his Batman in Barcelona picture and step-by-step commentary as well. Enjoy!

Thursday, January 29, 2009

Todd McFarlane

Check out this video of legendary comic book artist Todd McFarlane being interviewed by Morgan Webb. And, for those of you who have been living under a rock for the last twenty years, McFarlane pretty much redefined Spiderman (read his amazing Torment) and then left Marvel to be one of the co-founders of Image Comics, where he created Spawn and started a toy company that put every other action-figure maker to shame.

During his visit to the G4TV studios, McFarlane also got to draw a picture to be donated to charity (also in the video), and he hosted a special episode of Fresh Ink (I still think Blair Butler is hotter, though). So, if you've always wanted to know what inspires him and how he makes his ultra detailed action figures, check out these videos!

Sunday, January 11, 2009

No Sound (or paper) Required!

I think Halagan will be happy to know you don't need sound to enjoy today's video. Jim Lee and his WildStorm buddies recently visited New Zealand to attend a few events down under, and that is where this video was shot. Apparently, there was this fan who wanted Jim to draw him a picture of Wolverine, but he (the fan, not Lee) had forgotten to bring any paper for the artist to doodle on, so he gave him the only thing he could think of: his iPod. And Jim Lee, who must just be the best sport out there, tackled the challenge with his pens and turned the guy's iPod into a customized work of art. Enjoy!

Wednesday, December 17, 2008

Indiana Campbell

We all know Jeff Scott Campbell is both the greatest comic book artist out there as well as the slowest creator on the planet. But every time I see new illustrations by him, my jaw drops open and drool starts coming out and pooling on my lap. (Disgusting, I know.)
That's pretty much what happened to me when I saw his drawings for the new Indiana Jones trading card series. I already knew Campbell could draw a mean Indy, but his depictions of some of the most iconic scenes in the trilogy (Kingdom of the what?) left me breathless all the same. So check them out and let us know which one is your favorite!

Sunday, December 07, 2008

Dibuje y diviértase

Echadle un vistazo a estos dos vídeos (siete y cinco minutos, respectivamente) del gran Frank Cho dibujando. O enseñando a dibujar. O haciendo gracias y entreteniendo al personal, más que otra cosa. En estos vídeos, grabados durante la Wizard World en Texas hace un par de meses, Cho explica a la audiencia cuáles son los secretos para dibujar mozas tan exuberantes como las suyas, y el personal, ni qué decir tiene, se parte con las ocurrencias del dibujante. Así que aseguraos de que tenéis los altavoces conectados, y preparaos para pasar un buen rato riéndoos y viendo al gran Cho en acción. Despatarrante.

Thursday, October 09, 2008

Buena elección

Como tristemente anuncié aquí hace algunos meses, el fantástico dibujante de comics Michael Turner murió en junio antes de terminar Soulfire, comic de creación propia en el que había estado trabajando desde 2004. Según había anunciado su editorial, Aspen Comics, sólo le faltaban por terminar dos números y medio para que el primer volumen de la serie estuviera completo. La trágica muerte del artista dejó a todo el mundo preguntándose qué iba a pasar con la serie, pues del segundo volumen hay ya cinco números terminados esperando publicación. Finalmente, Aspen anunció que Soulfire continuaría, y que iban a buscar a un dibujante para completar el proyecto. Fue entonces cuando empecé a preocuparme, pues llevo varios años esperando a que saquen la serie completa en tomo para poder comprármela, y me daba miedo pensar en quién sería el sucesor de Turner, figura dificilísma de seguir, ya no digamos superar. (No hay más que ver la que le cayó al pobre Randy Green cuando sustituyó a Turner en Witchblade.) Sin embargo, Aspen ha disipado mis dudas y mis temores al anunciar que el encargado de finalizar este primer volumen de Soulfire será Joe Benítez, fantástico dibujante que nos ha regalado los ojos en el pasado con series como Weapon Zero, The Magdalena, o Wraithborn, y que compartió estudio y amistad con Turner cuando ambos estaban empezando en la industria del comic. Además, el estilo de Benítez es similar al de Turner, con lo que no habrá una ruptura estilística demasiado notable, lo que lo convierte en incluso mejor elección. Bien hecho, Aspen!