Me gusta leer y ver la tele

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Sunday, February 05, 2017

Harry Potter y el legado maldito

Harry Potter y el legado maldito es la última aventura de nuestro querido mago y sus compañeros, aunque Harry no es el protagonista, sino que lo es su hijo Albus. Lo más curioso de todo es que no es un libro ni una película, sino una obra de teatro escrita por  J. K. RowlingJack Thorne, y John Tiffany.
Como está claro que no puedo ir a Londres a disfrutar de la obra, primero por el tiempo, y segundo porque al parecer las entradas están agotadas hasta el siglo que viene, me he tenido que conformar con leer el "libro".
La historia que nos presenta está muy bien. Han pasado 20 años desde la batalla de Hogwarts, y Harry, como todos los padres del mundo, ya sean magos o muggles, tiene problemas con la educación de su hijo. Estos problemas llevan a Albus a embarcarse en una locura de viaje para demostrar, tanto a sí mismo como a su padre y al resto de la comunidad mágica, que él puede ser tan bueno como lo fue su padre, y así intentar resolver sus problemas de autoestima. Pero claro: su plan no es tan fácil, ni tiene las consecuencias que el creía iba a tener.

El libro está bien, pero claro: es una obra de teatro, con lo que no hay descripciones detalladas y sólo te explican un poco lo que pasa; pero la historia me gustó mucho, y me encantó reencontrarme con todos nuestro amigos magos. Me encantaría poder ir a ver la obra a Londres, porque debe ser una pasada.

Un dato curioso de la obra y que ha creado mucha pólemica es que la actriz que interpreta a Hermione es negra; y cómo no, una de sus hijas, también. La verdad es que no recuerdo nunca que se dijese en los libros que fuese blanca o negra, pero sinceramente me da igual. Le pongo cuatro magníficas estrellas mágicas.

Por cierto, creo que hacía un año y algo que no leía un libro....

Monday, March 17, 2014

Sagas literarias

Tan pronto como le comenté a Nash medio en broma que podíamos hacer una lista con nuestras series de libros favoritas, fui inmediatamente consciente de dos verdades inalterables e inamovibles: que iba a acabar haciéndolo, y que iba a ser dificilísimo. Si soy sincero, hubo una tercera que también apareció instantáneamente: que iba a hacer todas las trampas que pudiera para meter cuantas más sagas, mejor. Sin embargo, he decidido tratar de ser honesto y establecer reglas a las que ajustarme.

La primera pregunta que creo debe hacerse es cuántos volúmenes se necesitan para que una serie se pueda considerar como tal. ¿Es una trilogía una serie? Para hacerme la vida más fácil, he decidido que, para confeccionar mi lista, no voy a aceptar trilogías como series, lo que desgraciadamente me impide mencionar la magnífica trilogía que Timothy Zahn escribió sobre el Gran Almirante Thrawn, o la colosal trilogía Millennium del difunto Stieg Larsson. Esta última es problemática, porque en realidad el autor tenía planeado escribir más volúmenes, pero murió habiendo completado sólo tres. ¿Debería entonces incluirla? Puede que sí, pero como el hecho incontestable es que sólo existen tres libros y la trama principal empieza y termina, la considero una trilogía y por tanto no puedo mencionarla en esta entrada sobre las mejores series que jamás he leído.

Relacionada con esta pregunta aparece otra: ¿y si sólo he leído tres libros de una serie de momento, y aunque sé que hay más y quiero leerlos, todavía no lo he hecho, pero los tres que he leído me han encantado? Hablo, por supuesto de The Iron Druid Chronicles escritas por Kevin Hearne, que supongo no puedo incluir.

La siguiente pregunta que cabe hacerse es si podemos escoger una serie que aún no hemos terminado de leer pero que está publicada en su totalidad. ¿Y si pasa como en Lost y al final las cosas se tuercen, cambio de opinión y me arrepiento de haberla incluido? Relacionado con este dilema, obviamente, viene el siguiente: ¿y si la serie continúa publicándose en la actualidad, tenga o no visos de acabar? ¿Y si dicha serie, para complicar aún más las cosas, resulta ser una trilogía como la brillante The Kingkiller Chronicles de Patrick Rothfuss? ¿Qué pasa si no la incluyo porque sólo va a haber un libro más, y luego resulta que el autor dice bueno, venga, voy a continuar la serie?

Como veis, todo son embrollos semánticos y de definición, así que al final he decidido que, para que una serie pueda ser candidata a entrar en mi lista, debo haber leído al menos cuatro volúmenes de la misma. Si tiene menos de cuatro o he leído menos de cuatro, lo siento pero no se cualifica. Dicho eso, aquí tenéis las diez que he escogido. No estoy diciendo que sean las mejores de la historia, pero sin duda, de todas las que he leído durante las tres últimas décadas, me parecen las más interesantes y recomendables por diversas razones. Iniciemos la cuenta atrás:

10. The DragonCrown War Cycle
Escrita por Michael Stackpole, esta serie de cuatro novelas de fantasía me resultó de lo más entretenida y emocionante. Prueba de lo mucho que me caló es que todavía recuerdo los nombres de al menos cinco de los protagonistas (Kedyn's Crow, Resolute, Alyx, Chytrine y Dravothrak), algo que os puede sonar ridículo pero que a mí jamás me pasa y que me resulta prueba fehaciente de lo mucho que resonaron conmigo, y eso que leí la serie hará cosa de diez años.

9. Harry Potter
Poco puedo decir de la popularísima serie de J.K. Rowling que no sepáis ya, así que sólo voy a deciros que leáis estos siete libros si aún no lo habéis hecho.

8. Las aventuras del Capitán Alatriste
Arturo Pérez-Reverte escribiendo sobre lo que más le gusta: héroes cansados de moralidad ambigua en un marco histórico perfectamente recreado. Si aún no habéis leído ninguno de los hasta la fecha siete volúmenes de la serie, ya podéis ir empezando.

7. Kingdoms of Thorn and Bone
Greg Keyes tiene que ser uno de los autores de fantasía contemporáneos más infravalorados del mundo, lo que no deja de ser una injusticia dado lo bien que escribe, lo originales e imaginativas que son sus historias, lo bien construidos que están sus personajes, y el tremendo pulso narrativo que demuestra en cada capítulo. En los cuatro volúmenes que componen esta saga, Keyes muestra todo eso y mucho más, así que, si decís que os gusta la fantasía, no podéis ignorar esta magnífica serie.

6. DiscWorld
La famosísima serie de Terry Pratchett mezcla comedia, sátira, humor absurdo y parodia con tremendas dosis de imaginación y creatividad. Si os da vértigo plantearos degustar los más de treinta volúmenes de la serie hasta la fecha, siempre podéis elegir un grupo de personajes (los magos, las brujas, los guardias) y leer las novelas de dicha subserie, pero todas ellas son divertidísimas e inspiradísimas.

5. The Alphabet Mysteries
Una de las series más largas de esta lista (veintitrés novelas hasta la fecha) es la que narra las peripecias de Kinsey Millhone, la detective creada por Sue Grafton que me ha deleitado con cada uno de sus casos. W is for Wasted se publicó el año pasado, con lo que sólo quedan tres entregas para que la longeva saga de misterio termine. Y hablando de series de misterio de múltiples volúmenes, no puedo sino mencionar la entretenidísima serie Alfred Hitchcock y Los Tres Investigadores, que durante más de cuarenta volúmenes me hizo disfrutar de lo lindo cuando era pequeño. De hecho, un par de amigos míos y yo siempre jugábamos a Los Tres Investigadores en el recreo, y creábamos nuestros propios casos. ¡Grandes series de misterio ambas!

4. The Dark Tower
Cómo no, la extraña pero extraordinaria serie de Stephen King debía aparecer en esta lista. Una combinación de fantasía, ciencia ficción, terror y western, la serie del Rey narra las peripecias de Roland y su ka-tet en su búsqueda de la Torre Oscura. ¡Ocho volúmenes fantásticos!

3. The Age of Unreason
Greg Keyes es el único autor que repite en esta lista, y es que su tetralogía The Age of Unreason es tremendamente original. Esta serie parte de una interesantísima premisa: Isaac Newton descubre los secretos de la alquimia en vez de formular la Ley de la Gravedad, y el mundo y la historia tal y como los conocemos cambian enormemente. Además, todos los atributos que he mencionado al hablar de sus Kingdoms of Thorn and Bone aparecen también en esta serie, lo que la convierte, a mi parecer, en lectura imprescindible para los amantes no sólo de la fantasía, sino de la historia alternativa.

2. The Dresden Files
Escrita por Jim Butcher, la popular y brillante serie de fantasía urbana protagonizada por Harry Dresden verá publicada su decimoquinta entrega en mayo, y seguro que será tan amena y emocionante como las anteriores. Situaciones límite, personajes tridimensionales, acción frenética y mucho sarcasmo convierten a The Dresden Files en mi serie de novelas favorita de los últimos treinta años...

1. Bakuman
… Pero las aventuras de Harry Dresden se ven superadas por una serie no de novelas sino de manga: la incomparable e insuperable Bakuman de Tsugumi Ohba y Takeshi Obata, a la que he alabado sin cesar durante los últimos  dos años y medio. Y es que no hay ni uno de los veinte volúmenes que componen la serie que no me parezca magistral y compelling a más no poder, ya que la historia de Mashiro y Takagi en su empeño por convertirse en estrellas del manga es tremendamente interesante e imposible de dejar de leer una vez se empieza. ¡Una verdadera obra maestra!

Como siempre suelo decir, varios puestos de la lista podrían alterarse un poco y no pasaría nada. Así pues, aunque los dos primeros son inamovibles, los miembros del grupo 3-6 podrían bailar un poco y cambiar posiciones entre ellos según el día de la semana o el volumen en cuestión, y lo mismo con los integrantes de la sección 7-10. Lo que realmente importa es que todas estas sagas me han proporcionado centenares de horas de entretenimiento, y me han permitido viajar a lugares imposibles y conocer personajes inolvidables. Puede que vosotros hayáis leído algunas de las que he citado y no os hayan marcado tanto como a mí, o puede que yo ni siquiera haya oído hablar de las que os han dejado una marca indeleble a vosotros. Afortunadamente, eso tiene fácil solución: dejadnos un comentario, y contadnos qué sagas deberíamos estar leyendo ya mismo, qué series no deberíamos perdernos, y por qué os parecen magníficas. ¡Y es que no hay nada como un buen libro para iniciar conversaciones fascinantes!

Friday, September 02, 2011

Potterrific: Harry Potter and the Order of the Phoenix

Cuatro meses después de haberme leido Harry Potter and the Goblet of Fire, vi claro que llevaba ya demasiado tiempo desconectado de la saga de la Rowling. Tras pensarlo brevemente, me sentí preparado de nuevo para atacar las cerca de 800 páginas del quinto volumen, y decidí no darle ni una vuelta más, no fuera a cambiar de idea. Coloqué mi netbook de lado, como si fuera un libro, y cargué el fichero epub correspondiente. Apenas una hora después, ya me había dado cuenta de que me iba a ser imposible parar de leer, por muchas ganas que me entraran de ir al lavabo.

Sinopsis (según la Fnac)
Las tediosas vacaciones en casa de sus tíos todavía no han acabado y Harry Potter se encuentra más inquieto que nunca. Apenas ha tenido nocitias de Ron y Hermiones, y presiente que algo extraño está sucediendo en Hogwarts. En efecto, cuando por fin comienza otro curso en el famoso colegio de magia y hechicería, sus temores se vuelven realidad.
El Ministerio de Magia niega que Voldemort haya regresado y ha iniciado una campaña de desprestigio contra Harry Potter y Dumbledore, para lo cual ha asignado a la horrible profesora Dolores Umbridge la tarea de vigilar todos sus movimientos.
Así pues, además de sentirse solo e incomprendido, Harry sospecha que Voldemort puede adivinar sus pensamientos, e intuye que el temible mago trata de apoderarse de un objeto secreto que le permitiría recuperar su poder destructivo.

El libro

Por varias razones, este Harry Potter and the Order of the Phoenix es uno de los libros a los que menos cariño guardo de toda la saga. No estoy diciendo con ello que sea un mal libro, pues en general mantiene un gran nivel, y está repleto de momentos memorables. Pero me encontré con varios factores que juegan en su contra.

Para empezar, no juega nada en su beneficio el hecho de presentar un parón dentro de la trama general de la saga. Donde el libro anterior terminaba con Voldemort descubriéndose al lector como amenaza, ya no futura, sino presente, éste empieza con Harry de nuevo en casa de sus tíos (fórmula que, a mí personalmente al menos, ya me empezaba a cansar), sin la sensación de que haya ningún peligro real a la vista. Éste Order of the Phoenix no narra una guerra abierta, como yo al menos esperaba, sino un periodo de calma relativa antes de la tormenta. Los dioses de los cielos están concentrados en preparar su arsenal antes de lanzar un ataque. No es que crea que sea un error por parte de la Rowling el haber planeado así su historia. Pero lo que creo que sí es un error es hacer coincidir este periodo de guerra fría con el libro con el número de páginas más alto de toda la saga.

La historia de este quinto volumen tampoco es tan redonda como las anteriores. Para el capítulo octavo coge ritmo y ya resulta imposible apartar los ojos de él, pero, hasta entonces, la historia no ha avanzado sino de forma dubitativa, sin otro punto de referencia para el lector más que el juicio al que el Ministerio de Magia va a someter a Harry. Y es que la amenaza de un par de dementors en el primer capítulo no me parece combustible suficiente para mantener una lectura atenta durante siete capítulos enteros. Como a Harry, al lector le da esta vez la impresión de que el comienzo del año lectivo en Hogwarts no vaya a llegar nunca. De hecho, por primera y única vez la Rowling se desvía un poco de su maravillosa manía de no incluir más información de le necesaria para el correcto desarrollo de su historia, y durante estos primeros capítulos el lector aprende muchos más detalles sobre la Casa y la Familia Black de los que realmente necesita conocer.

Otros acontecimientos, más tarde en el libro, no ayudan a mejorar mi visión general de éste. Estoy pensando concretamente en las clases particulares de Occlumency que Harry recibe por parte de Severus Snape. Aparte de ilustrar lo importante que sería que Harry pudiera bloquear mentalmente a Voldemort, información que el lector podía haber recibido de muchas otras maneras, las clases de Occlumency no hacen sino empantanar el ritmo de la novela. Ocupan varias páginas, durante ellas no pasa nada de relevancia, y al final no llevan a ningún sitio. Vale que gracias a estas clases el lector es testigo de un recuerdo especial de Snape, pero eso no deja de ser muy poco bagaje a favor.

Exceptuando las citadas clases de Occlumency, una vez llegamos a Hogwarts la novela gana en ritmo de manera dramática, y el libro se pone al nivel de sus predecesores. A partir de ahí la estructura de la historia es inmaculada, aunque la trama dedicada a las visiones de Harry sobre el paradero de Voldemort resulta demasiado previsible. Leyendo, no me cabía duda ninguna que la visión sobre Sirius no era más que una trampa, dijera Kreacher lo que dijera sobre el paradero de su amo. Al menos la Rowling fue lo suficientemente inteligente para no poner a nuestros héroes a correr hacia una emboscada tan evidente sin hacer el más mínimo esfuerzo por usar antes la cabeza (puntos extra para Hermione).

La subtrama Ministerio de Magia vs. Hogwarts (dando por hecho que la trama principal es la búsqueda del "arma" con que se quiere hacer Voldemort) es sin duda lo más interesante del libro. Ya desde los primeros capítulos el enfrentamiento Fudge-Dumbledore lo impregna todo, y sus ramificaciones son incontables. La de Yate aprovecha aquí para, desde el comportamiento de Fudge, realizar una feroz crítica a la clase política de nuestro mundo, quienes, como el Ministro de Magia, se resisten a reconocer la evidencia cuando ésta no les favorece, y, desde la inseguridad, atacan con fuerza a todo aquel que se atreva a llevarles la contraria. Parece sacado de la vida misma, el pobre de Cornelius.

Hablaba de ramificaciones incontables. Bien, el enfrentamiento entre ambos provoca varios sucesos (Harry es casi expulsado de Hogwarts, Dumbledore es condenado al ostracismo, la propia sociedad mágica se divide en dos facciones...), pero ninguno tan importante para el desarrollo de la historia como la burocratización de Hogwarts. Que es donde entra en escena uno de los personajes más interesantes de toda la saga: Dolores hem-hem Umbridge.

La Umbridge se convierte en un personaje clásico ya desde el primer momento, pues es una figura tan real como la vida misma, la institutriz que, esgrimiendo las banderas de la rectitud y la decencia, transgrede otro tipo de reglas morales más importantes aún, como lo son el respeto a los demás y a su identidad. Desde su aparente inocencia, este tipo de personaje es incluso más dañino que todo un Voldemort. El último no tiene reparos en provocar dolor físico en busca de su propio beneficio. La primera tiene aún menos reparos en abrir el alma de alguien y escupir dentro, siempre desde una imagen de inocente superioridad moral. Sé que este tipo de personaje no habita sólo la ficción, porque me han hablado de varias personas que siguen el mismo patrón. Es lo que tiene tener amigos trabajando en colegios de monjas.

La Rowling sigue desarrollando la personalidad de nuestros héroes libro tras libro. Harry Potter, quien ya tiene quince años, sufre ahora de lo que cualquier adolescente a esa edad: un revolucionamiento hormonal. Durante todo el libro, quizá sobre todo en los primeros capítulos, reacciona con más mala hostia de la habitual, y se obceca en la idea de que es un incomprendido y que todo el mundo está siendo injusto con él. Palabra de adolescente. Para ser justos, razones no le faltan para sentirse así. Para su desesperación (y la del lector) se pasa casi todo el verano en casa de sus tíos, sin recibir ninguna noticia de su entorno mágico. Y, una vez de vuelta a éste, sigue sin recibir de sus mayores más información de la estrictamente necesaria. La Rowling utiliza así un recurso demasiado fácil para mantener la tensión durante la novela. Si el protagonista no sabe todo lo que se está cociendo, tampoco lo sabrá el lector, quien se ve obligado a seguir pasando páginas en busca de respuestas. El problema es que Harry merece como nadie recibir esas respuestas, pero nadie se las da. Esto, que podría haber sido un defecto fatal para la novela, es convertido brillantemente por la de Yate en un acontecimiento digno de mención para otro personaje, Dumbledore. Al final de la novela, como en anteriores libros, Harry se reúne con Dumbledore en su oficina para, tanto él como el lector, recibir explicaciones de lo ocurrido. Dumbledore aclara mucho entonces, como por ejemplo cuál es la razón de que Harry siga yendo a casa de sus tíos cada verano, con la que el lector (o al menos yo) queda por fin satisfecho. Y también explica por qué Harry ha sido mantenido a oscuras. La Rowling justifica el no haber dado más información antes (una necesidad para la historia) en base a que Dumbledore ha cometido un error. Ha actuado de manera equivocada, y como tal lo reconoce. Bien: esta explicación, que en cualquier otro personaje sería risible, por tramposa, en Dumbledore, un personaje que hasta ahora había resultado infalible, el mago que todo lo sabe y todo lo ve, funciona completamente. No sólo porque es creíble, sino porque hace a Dumbledore creíble a su vez. De su imagen de personaje todopoderoso pasa a desvelarse como una persona frágil en ocasiones, que comete errores y tarda tiempo en enmendarlos. Harry lo ve, y el lector lo ve a su vez. Fue aquí, en este preciso momento, en el que Dumbledore me terminó de ganar como personaje. Buen trabajo de nuevo, Rowling.

Ron y Hermione también progresan a su vez. Ambos son nombrados prefects, responsabilidad que aceptan alegremente, pero siempre desde actitudes distintas (pasiva vs. activa; irresponsable vs. responsable). Ron, por primera vez, comienza a dar pasos en busca de su propia identidad escolar, y a desmarcarse así de la sombra de Harry. Entra en el equipo de quidditch (en el que, vale, también está su amigo), y, tras un más que vacilante comienzo, da un paso de gigante al sobreponerse a las críticas que le llegan del exterior y el miedo que emana de su interior. Demuestra así que dentro de él hay una persona proactiva, tomadora de decisiones, que intenta mostrarse. Hermione, por su parte, es a estas alturas el personaje adolescente que más piensa como un adulto. Si ya en varias ocasiones de libros anteriores había llevado en volandas a Harry y a Ron, por ejemplo aclarándoles el significado de las palabras de Dumbledore, o neutralizando a Rita Skeeter por su cuenta, ahora vuelve a pensar mejor que nadie. Hermione vuelve a demostrar ser una Lisa Simpson: para ambas el respeto a la autoridad es algo necesario y crucial, pero, ante una autoridad que es innecesaria y/o nociva, desvelan una innata vena rebelde que no les permite quedarse de brazos cruzados. Hermione, en Order of the Phoenix, descubre una necesidad, toma el mando, y da los pasos necesarios para cubrirla. Hablo por supuesto de la fundación del Dumbledore's Army, esa asociación de estudio formada a espaldas de la Umbridge.

Un fuerte sentimiento de comunidad impregna así las páginas de Phoenix, pues ya son dos las asociaciones secretas que figuran de manera prominente en él: la recién citada, y la que da nombre al libro. Apurando, hasta Voldemort y sus Death Eaters podrían ser considerados como otra. Muchos personajes, viejos y nuevos conocidos, pululan por la llamada Room of Requirement (cuya aparición aquí no será ni mucho menos la última de la saga), tales como los gemelos Weasley, que continúan con su ansia emprendedora y protagonizan uno de los momentos estelares de la serie, Neville Longbottom, la gran Luna Lovegood, Ginny Weasley y su novio de turno, o Cho Chang, quien iniciará una relación con Harry que ya desde sus inicios se intuye con poco futuro. Por otro lado, lo mismo pasa con la llamada Orden del Fénix. Una procesión de personajes, tanto nuevos como viejos conocidos, mantienen la Casa Black como cuartel general: Dumbledore, McGonagall, Snape, Lupin, un recuperado Mad-Eye Moody, los Weasley, Mundungus Fletcher, Kingsley Shacklebolt y la genial Nymphadora Tonks. Por supuesto, en este último grupo tiene cabida Sirius Black, pero le he dejado para el final porque, spoiler a la vista, ésta es su última aparición en la saga. De nuevo, Harry pierde un referente paterno. Debo reconocer que no quedé completamente satisfecho con la desaparición de Black. Primero, porque, pese a ser muy pocas veces el centro de atención, se había convertido ya en un personaje de los más interesantes, con ése aire de león enjaulado y su inmadurez característica. Y, segundo, porque nunca me quedó claro que hubiera muerto realmente. Para el final de Deathly Hallows, aún estaba esperando su reaparición. Demasiada ficción he visto y he leido como para dar una muerte por segura si no hay un cadáver de por medio. Me alegro de que la Rowling no haya recurrido al recurso tan barato ya del "es que no estaba muerto realmente", pero, aún así... Una gran pérdida.

La película

Escrita por Michael Goldenberg y dirigida por David Yates (quien ya no abandonará el timón durante el resto de la saga), no cabe duda de que Order of the Phoenix es una película entretenida, buen ejemplo de cómo son los films Potter. Yates rueda con solvencia, y el desarrollo de la historia logra mantener enganchado al espectador durante más de dos horas. El defecto que le encuentro, aunque supongo que se podría hablar de una cuestión de gustos, es su ritmo, constante y lineal, muy parecido al de las primeras películas dirigidas por Chris Columbus. Exceptuando algún que otro montage, y alguna que otra dinámica transición, la película avanza siempre en tercera, sin acelerar en ningún momento, ni siquiera durante la batalla final en el Ministerio de Magia.

Irreprochable visualmente hablando, Order of the Phoenix introduce varios cambios sobre el libro en el que se basa, todos más o menos necesarios y muy bien pensados. No habrían estado mal diez minutos más de metraje, sobre todo teniendo en cuenta que ésta es la película de menos duración de toda la saga hasta el momento. Lo que ya es mucho decir, sabiendo que está basada en el libro más largo.

Los actores, como siempre, están a la altura. Daniel Radcliffe interpreta con solvencia un papel exigente, y Emma Watson y Rupert Grint hacen todo lo que se pide de ellos. En cuanto a los secundarios, la mera cantidad de grandes actores presentes en pantalla, a veces simultáneamente, es casi mareante. Actrices de la talla de Imelda Staunton (quien crea una Dolores Umbridge excepcional) y Helena Bonham Carter se unen a los Alan Rickman, Gary Oldman, Michael Gambon, Emma Thompson y Ralph Fiennes para completar la nómina más larga de grandes estrellas británicas por píxel cuadrado. Una delicia para los sentidos.

Mis momentos favoritos

La mayoría de ellos surgen sin duda de la subtrama Fudge vs. Dumbledore, ésa que todo lo impregna. Así, desde la aparición de Dumbledore en el juicio a Harry al principio del libro (durante la que potencia su imagen de infalibilidad), hasta la lucha final en el Ministerio de Magia, con el enfrentamiento entre Voldemort y el propio Dumbledore, los momentos memorables se suceden a un ritmo vertiginoso. Sólo ya el Headmaster de Hogwarts, por ejemplo, cuenta cada una de sus escasas apariciones durante el libro como grandes momentos. Las ya citadas escenas del juicio y la batalla final son buenas muestras de ello, como también lo es aquella en la que Fudge y Umbridge le informan de que Harry debe ser expulsado de Hogwarts por liderar el llamado Dumbledore's Army, pero Dumbledore no sólo asume la culpa, sino que amaga enfrentarse a aquellos que quieren arrestarle. Mientras leía, creí percibir el aroma que subía en aquellos momentos desde los pantalones de Fudge.

Debo destacar muchos otros momentos: la fuga masiva de Azkaban y la consecuente aparición de ese personajazo que es Bellatrix Lestrange, los esfuerzos de Ron para hacerse un hueco en el equipo de quidditch de Gryffindor, la subsecuente cancioncilla "Weasley Is Our King", la pluma mágica que la Umbridge utiliza para castigar a Potter (nuevo ejemplo de hasta qué punto la Rowling se esforzó en trabajar cada pequeño detalle)...

Pero, si tuviera que elegir por encima de los demás un solo momento inolvidable, me quedaría por supuesto con los gemelos Weasley y su despedida a lo grande de Hogwarts. Un momento de liberación dentro del régimen tiránico de la Umbridge. Mientras leía la escena, me costó contenerme para no gritar a la par que los estudiantes de Hogwarts con el despliegue de caos rebelde de Fred y George.

"Give her hell from us, Peeves."

Y Peeves lo hizo. Con ayuda de McGonagall y el resto del profesorado.


La lectura de Harry Potter and the Order of the Phoenix me duró apenas tres días, y me dejó con ganas de más. Por suerte, la siguiente entrega de la serie, Harry Potter and the Half-Blood Prince, estaba esperando su turno diligentemente, y no me costó nada cargar el archivo correspondiente. Ahora que el Ministerio de Magia había aceptado que Voldemort había regresado para quedarse, eso significaba la guerra, ¿no? No más calma antes de la tormenta, ¿verdad?

Sin dudar siquiera, comencé a pasar páginas. Y, en efecto, poco a poco comenzó a llover.

Monday, August 29, 2011

Potterrific: Harry Potter and the Goblet of Fire

Tras terminarme Harry Potter and the Prisoner of Azkaban, me lancé a leer la siguiente entrega de la serie sin parar a pestañear siquiera. Recordaba que los libros de la saga mantenían un tamaño asequible hasta la quinta entrega, por lo cual, esperando tener menos de 400 páginas por delante, lo vi hecho. Amigos, cómo me equivocaba. Harry Potter and the Goblet of Fire es uno de los más voluminosos volumenes de la saga (toma aliteración), dato que se me escapó hasta estar ya bien entrado en la lectura. Es lo que tiene leer ebooks, en lugar de libros físicos. La verdad, no sé si eso es un punto a favor de uno u otro bando, en la eterna batalla letra electrónica vs. letra impresa. Pero sí sé decir que, en mi caso, resultó una bendición. Sin atisbar cuántas páginas tenía realmente por delante, ninguna de mis numerosas alarmas procrastinadoras saltó en un barullo de luz roja y estridentes sirenas. Comencé a leer sin más, y, tres días más tarde, descubrí que lord Voldemort había vuelto para quedarse.

Sinopsis (según la Fnac)
Tras otro abominable verano con los Dursley, Harry se dispone a iniciar el cuarto curso en Hogwarts, la famosa escuela de magia y hechicería. A sus catorce años, a Harry le gustaría ser un joven mago como los demás y dedicarse a aprender nuevos sortilegios, encontrarse con sus amigos Ron y Hermione y asistir con ellos a los Mundiales de quidditch.
Sin embargo, al llegar al colegio le espera una gran sorpresa que lo obligará a enfrentarse a los desafíos más temibles de toda su vida. Si logra superarlos, habrá demostrado que ya no es un niño y que está preparado para vivir las nuevas y emocionantes experiencias que el futuro le depara.

El libro

Goblet of Fire es un paso importante en la evolución de la Rowling como escritora.

Esperad, esperad, que no la conozco tanto. Estúpido ataque de pretenciosidad. Empiezo de nuevo:

Goblet of Fire representa un momento clave en la evolución de la saga del niño que vivió. Ejem, así mejor. Es en esta cuarta entrega cuando la Rowling parece dar un paso definitivo, y deja claro algo que antes simplemente se intuía: ya no escribe una saga de fantasía para niños. La escribe para todo el mundo. Y lo reconoce sin pudor, haciendo este libro el más largo de calle hasta el momento, introduciendo de pleno comentarios satíricos sobre el mundo real, abriendo y cerrando la historia con la muerte de un personaje... Sus lectores van creciendo con Harry, y la Rowling está más que dispuesta a que el crecimiento de su historia sea parejo, propiciando el cubrir las nuevas inquietudes de aquellos. Y las suyas propias, sospecho.

Curiosamente, teniendo en cuenta su longitud, Goblet of Fire es quizá una de las novelas de toda la saga en la que menos material sobra. En un inmenso trabajo de arquitectura, la Rowling consigue cuadrar cada uno de los numerosos elementos de la historia en un todo único, homogéneo e inmaculado. Cada acontecimiento viene anunciado por otro anterior, siempre de forma fluida y, en muchos casos, sorprendente. La historia comienza con Voldemort y termina con él. Un elemento nuevo en la mitología de la saga, los llamados portkeys, es presentado al comienzo de la historia de forma circunstancial, y es precisamente gracias a uno de estos por lo cual, al final de la novela, Voldemort logra atraer a Harry hacia si. Todo el libro es un inmenso puzzle en el que ninguna pieza chirría. Todo encaja para mayor gloria de la Rowling, que hace un trabajo de estructuración inmenso.

También es éste el primer libro de la saga en el que el verano deja de ser un mero descanso entre aventuras. Cada vez nuestros héroes tardan más en llegar a Hogwarts, pero en una historia tan bien estructurada como ésta, con tantas cosas pasando y la presencia de Voldemort y sus Death Eaters entre las sombras, la atención del espectador (o la mía al menos) no flaquea en ningún momento. Hogwarts deja de ser la única localización de una saga que, guste más o menos, ya necesitaba crecer geográficamente. Gracias a ello, la Rowling nos presenta por fin de pleno la parte adulta de su universo, la parte política, la parte de los medios de comunicación, la parte en la que, en función de los intereses personales, todo se tergiversa y manipula. La parte en la que hasta las cosas más sencillas se vuelven complicadas sin necesidad, igual que en la propia vida real. Benditos adultos y sus manías, qué bien vienen para contar historias.

Los personajes siguen creciendo con el paso del tiempo. Física, y por supuesto mentalmente. Harry madura a pasos agigantados al ver, de pronto, a toda la escuela montar un frente unido contra él (bastante comprensiblemente, habida cuenta de que el chaval parece tener una flor en el culo). Esto no le afecta demasiado, en si, pues para estos momentos parece ya bastante capaz de lidiar con esos dos impostores que son la fama y el rechazo incondicionales. Más daño le hace que Ron, que sufre ya con toda su rabia los celos del segundón (más que comprensiblemente también), se aparte de él. Ambos reaccionan como seres falibles, con rabia, y se cierran el uno al otro. Y eso es un detalle de los que hacen grande a esta saga. Harry lo tiene todo para ser un personaje odiable: su sentido de la moralidad está por encima de la media, salva el día una y otra vez, no deja el pedestal del protagonismo absoluto ni para ir a mear, es admirado por todo el mundo, tiene la mejor escoba, juega al quidditch mejor que nadie... Harry Potter es, sin rodeos, carne de Mary Sue (hola, Corran). Pero lo que evita que realmente se convierta en una, lo que le mantiene del lado de los personajes interesantes, es que posee grandes defectos. Pocos, pero se hacen notar. Uno de ellos es, por decirlo finamente, su mala hostia. Harry Potter tiene mala hostia. Cada vez que algún personaje, como Ron, se enfrenta a él, Harry responde con furia. Incluso cuando Ron intenta acercarse a él de nuevo, la respuesta de Harry es fría y muy comedida. Contra Draco, contra Ron, contra Hermione, contra Dumbledore incluso, a partir de este cuarto libro la mala hostia de Harry está presente de modo perenne durante el resto de la saga. Gracias, Rowling. En serio.

El resto de personajes del libro también crece de manera acorde. Ron y Hermione continúan siendo un contraste viviente. Donde Ron es un personaje pasivo y visceral, Hermione es activa e intelectual. Ambos, durante este libro, siguen una línea lógica de desarrollo. En Ron, por un lado, florece una gigantesca capacidad para sentir celos de todo y de todos, encerrado como se ve en un papel de mero escudero, y sin iniciativa suficiente para salir de él. Por su parte, Hermione, cual Lisa Simpson, desarrolla un fuerte sentimiento de moralidad y lo dirige hacia la lucha por los derechos de los oprimidos. Por no mencionar que, a sus catorce años, la pobre se pasa medio libro intentando conjugar su posición intermediadora entre un Harry y un Ron enfrentados, y un Harry y una escuela enfrentados. Y, además, aún tiene que lidiar con sus obvios deseos de que Ron le preste algo de atención en un sentido más... platónico, digamos. Ron sigue sin tener una pista, el pobre ciego.

Entre los personajes secundarios conocidos no hay demasiados cambios reseñables, aunque todos van ganando personalidad a medida que pasa el tiempo. Nuevos personajes los hay a patadas, y todos interesantes. Ahora que Hogwarts ya no es el único escenario de la saga, hacen su aparición figuras como Ludo Bagman, la gran (a su manera) Rita Skeeter, o el nuevo profesor de Defense Against the Dark Arts, el interesantísimo Mad-Eye Moody. Sólo que, bueno, no es realmente él. Aunque lo parezca. Grandes añadidos, sea como sea.

La película

Debo reconocer que esta adaptación, escrita por Steve Kloves y dirigida por Mike Newell, me defraudó bastante. Tres factores jugaron en mi contra, principalmente. Para empezar, la película anterior, Harry Potter and the Prisoner of Azkaban, me había parecido colosal. Por otro lado, me puse a ver la película literalmente tras leer el libro. Fue una cosa de: punto final... dale al play. Y, en tercer lugar, Goblet of Fire es un libro muy difícil de adaptar, debido principalmente a algo que ya comenté antes. La novela es un puzzle sin fisuras de más de 700 páginas. Hala, Frank Darabont, ponte al trabajo.

A posteriori, no creo que Kloves y Newell hicieran un mal trabajo, pero habría preferido una adaptación más à la Azkaban. Reducir el libro a su esencia y a partir de ahí escribir el guión, en lugar de coger el libro e ir tachando párrafos hasta que quepa en dos horas y media, que es lo que me da se hizo aquí. Pero no me quejo, la película resulta lo suficientemente entretenida, y Mike Newell elige seguir a su manera la senda marcada por Cuarón en cuanto al tono del filme.

De los actores no hay mucho que decir. Muy correctos como siempre los tres protagonistas, así como Michael Gambon haciendo de Dumbledore, Robbie Coltrane como Hagrid, o Alan Rickman en su papel del profesor Snape (no habrá película en que deje de mencionarle).

En cuanto a los aspectos técnicos del filme, el diseño de personajes me dejó básicamente perplejo. Por un lado tenemos una gran caracterización, como resulta ser Mad-Eye Moody, que visualmente se sale por todos lados (aunque, ¿cómo no podría?), pero, por otro, ciertos nuevos personajes, especialmente los representantes de las escuelas extranjeras, me parecen... falsos. No estoy seguro de si la culpa es del diseño de éstos, de la interpretación de los actores, o de otros factores como la fotografía, pero a mis ojos no tienen textura, realismo. Parecen sacados directamente de El ataque de los clones.

Ya para acabar, en lo que respecta a la banda sonora, estoy seguro de que Patrick Doyle dió lo mejor de si mismo, pero, puesta frente a la colosal música de Azkaban, baste decir que no voy a escribir una carta a mis padres recomendándoles comprarse el CD. Buenos momentos como los tiene aparte.

Mis momentos favoritos

Este cuarto libro de la saga está plagado ya de momentos memorables. Debo destacar sin duda ese mágico utensilio que nos presenta la Rowling por primera vez y que, brillantemente, abre un mundo de posibilidades. Estoy hablando, claro, del Pensieve. Son artefactos como éste los que hacen que el mundo narrado por la Rowling resulte tan especial, pues, por un lado, demuestra una imaginación (o un trabajo) en busca de la originalidad de la que muy pocos pueden presumir, y, por otro, resulta muy útil como herramienta narrativa. La Rowling logra con ello darle un nuevo giro al trilladísimo concepto de flashback. ¡Buen trabajo!

Supongo que podría destacar las pruebas del Triwizard Tournament, pero no quiero. Con la posible excepción de la segunda, las pruebas funcionan, pero, a estas alturas, resultan demasiado poco originales, teniendo en cuenta cómo ha puesto la autora el listón ya de alto.

Como en toda saga de adolescentes que se precie, por supuesto, tenía que aparecer un baile por alguna parte. Así que aquí en el cuarto libro tenemos el Yule Ball, en el momento justo, ya que a partir del año que viene no creo que vaya a estar nadie para muchas festividades. No quiero destacar el baile en sí, claro, sino las reacciones de los personajes a éste. Las catorceañeras se vuelcan en él, mientras que los chicos reaccionan con incomodidad. Y Ron, humorísticamente hablando, se roba la escena. Entre su, ejem, "vestido" de volantes, su desprecio a su propia cita, su búsqueda desesperada de Hermione, y su relación amor-odio con el pederástico Viktor Krum, por momentos se me olvidó que había más personajes presentes en el capítulo.

Grandes resultan también Hermione y su desesperada pasión por S.P.E.W., Mad-Eye Moody y su ojo-mágico-que-todo-lo-ve, o la incomparable Rita Skeeter, con la que la Rowling aprovecha para meter cera a cualquier periodista de tabloide que la hubiera acosado en el pasado. Y mencionaré por supuesto a Fred y George Weasley, que comienzan a sopesar de verdad el utilizar sus superpoderes travesuriles para hacer el bien en lugar del mal. Hilarante momento ése en el que intentan inscribirse como candidatos para el Triwizard Tournament.

Oh, y, exclusivamente en la película, no puedo dejar pasar la escena en la que Mike Newell hace un movimiento a lo Cuarón y muestra a Neville Longbottom bailando extasiado a ritmo de vals.

Obviamente, por otro tipo de razones muy distintas, el final cuenta como otro de mis momentos favoritos. De repente, toda la amenaza etérea de Voldemort se vuelve muy real. Sin andarse con bobadas, mata a un compañero de Harry (puntos extra por tratarse del vampiro moñas de Twilight) , reúne a sus Death Eaters (con un reconocido Lucius Malfoy entre ellos), y no mata a Harry de nuevo por pura suerte. Las cartas están sobre la mesa.


Para cuando terminé de leerme Goblet of Fire, llevaba cosa de semana y media dedicado en cuerpo y alma a seguir las aventuras del no-tan-niño-ya mago. Dispuesto a no cometer el mismo error dos veces, le eché un vistazo a la extensión del quinto libro antes de ponerme con él, y descubrí que llevaba el conteo más alto de páginas de toda la saga. Decidí hacer un parón, coger distancia, y leer alguna otra cosa entre medias. No fue así sino hasta cuatro meses después cuando me decidí a seguir por donde lo había dejado, y leerme Harry Potter and the Order of the Phoenix. Por suerte, vosotros no tendréis que esperar tanto para saber mi opinión sobre él. Apenas hasta el próximo post.

Thursday, August 25, 2011

Potterrific: Harry Potter and the Prisoner of Azkaban

Sin un mísero entreacto de por medio para ir al lavabo, me lancé a la lectura del tercer libro de la saga del niño que vivió. Como ya me había ocurrido con Harry Potter and the Philosopher's Stone, ya conocía la historia a grandes rasgos, pues años antes había visto su correspondiente adaptación cinematográfica en pantalla grande. A decir verdad no recordaba mucho de aquella, pero, me temo, sí lo suficiente como para llevar un par de importantes giros de la historia reventados de antemano. ¿Tanto me importó a la hora de leer esta siguiente entrega de la saga? Vamos a verlo.

Sinopsis (según la Fnac)
Igual que en las dos primeras partes de la serie, Harry aguarda con impaciencia el inicio del tercer curso en el Colegio Hogwarts de Magia. Tras haber cumplido los trece años, solo y lejos de sus amigos, Harry se pelea con su bigotuda tía Marge, a la que convierte en globo, y debe huir en un autobús mágico. Mientras tanto, de la prisión de Azkaban se ha escapado un terrible villano, Sirius Black, un asesino en serie con poderes mágicos que fue cómplice de lord Voldemort y que parece dispuesto a borrar a Harry del mapa.
Y por si esto fuera poco, Harry deberá enfrentarse también a unos terribles monstruos, los dementores, seres abominables capaces de robarles la felicidad a los magos y de eliminar todo recuerdo hermoso de aquellos que osan mirarlos. Lo que ninguno de estos malvados personajes sabe es que Harry, con la ayuda de sus fieles amigos Ron y Hermione, es capaz de todo y mucho más.

El libro

Como ya he destacado, el conocer de antemano los grandes rasgos de la historia narrada en este tercer volumen no me vino precisamente bien. De la película no recordaba casi nada, pero sí, por ejemplo, que hacia el final los protagonistas viajaban atrás en el tiempo, y que Sirius Black no resultaba tan malvado como se le suponía ser. Demasiado bagaje contra un disfrute total de la historia.

Igual que en los anteriores libros, la Rowling crea una historia detectivesca que no es aclarada hasta los últimos capítulos, y el conocer su resolución de antemano no me hizo, de nuevo, ningún favor. Dicho esto, dado que aquí el whodunit no tiene un papel tan pronunciado como en Chamber of Secrets, ya que este tercer volumen casa más si cabe con el género de aventuras fantásticas, mi lectura no sufrió tanto como pudiera imaginarse. Claro que cada vez que Hermione desaparecía entre clases yo ya sabía exactamente lo que estaba pasando. Es lo que hacen los spoilers. Pero así y con todo, Prisoner of Azkaban me pareció sin duda una digna continuación.

Uno de los principales fuertes de este libro sobre sus predecesores es su ambientación, claramente más oscura. Todo el mérito de esto hay que otorgárselo (bueno, a la Rowling primero, claro) a la presencia de unos nuevos personajes, los dementors. Estos seres que funcionan como agujeros negros para la esperanza permiten a la de Yate explorar por primera vez sin ambages uno de los temas más recurrentes de toda la saga: la propia muerte. Ya en los primeros libros se había hablado de ella tangencialmente, principalmente a través del sacrificio de los padres de Potter. Ahora, por primera vez, J.K. Rowling aborda el tema con fuerza.

Es gracias a estos personajes también, los dementors, que Harry comienza a dejar de ser poco más que un arquetipo, y gana en complejidad. Nuevos miedos entran en su vida, dudas acerca de su propia existencia. Miedo a la muerte, miedo a los dementors, dudas acerca de su estrecha relación con Voldemort (¿porque acaso no estuvo a punto el Sorting Hat de meterle en Slytherin?) Estos nuevos problemas de un Harry que da sus primeros pasos hacia la adolescencia, problemas cada vez más reales y acuciantes, dotan de profundidad a la lectura, y, con ello, el interés del lector medio gana enteros.

Junto a Harry, el resto de personajes también comienza a crecer y desarrollar deseos y preocupaciones. Ron empieza a darse cuenta de lo que significa vivir a la sombra de un elegido, y Hermione, que sufre como nunca antes la presión de los estudios, lucha por conciliar su relación con el propio Ron contra el cabezonerismo de éste. Mientras tanto, Dumbledore y el resto del staff de Hogwarts siguen en su mundo aparte (menos Hagrid, claro, Hagrid no cuenta).

Como el año anterior, nuevos personajes hacen su aparición, algunos para quedarse. Remus Lupin, un personaje muy interesante acechado por sus propios fantasmas, desempeña el papel de figura paterna para Harry (algo de lo que éste está muy necesitado), papel que a partir de las últimas páginas del libro pasará a los hombros de otro de los recién llegados: Sirius Black. La aparición de tanto personaje adulto atormentado contribuye al oscurecimiento de la historia, y de nuevo acertamos a atisbar que el mundo de la magia no acaba en Hogwarts.

Buen libro, en resumen, que lleva a la saga en una dirección de la que no se apartará de nuevo. Si además de eso durante el clímax tenemos viajes en el tiempo, ¿qué más se puede pedir?

La película

Escrita por, de nuevo, Steve Kloves y dirigida por Alfonso Cuarón, la adaptación de Azkaban resulta un giro de 180º con respecto a sus predecesoras. Kloves y Cuarón trinchan el libro, lo desmenuzan, lo meten en la turbomix y, como el protagonista de El perfume, lo reducen a su esencia para, a partir de ahí, convertirlo en película. Sin piedad eliminan varias escenas del libro, crean otras nuevas, y dotan de un significado extra a las que sobreviven. El resultado es, casi sin duda, mi película favorita de toda la saga. Lo cual no deja de ser curioso, porque es la que más se aparta de la obra original. Aunque, como bien sabe mi querido Fel, eso no tiene por qué ser necesariamente malo.

Cuarón filma una historia dinámica y completamente visual, vibrante, dándole una ambientación muy particular a las escenas en que los dementors hacen su aparición, potenciando su amenazante presencia, y contrapesándolas con otras escenas de corte intimista y visión optimista. Mientras que las dos películas dirigidas por Chris Columbus mantenían de principio a fin la atención del espectador de un modo lineal, sin altibajos, Cuarón nos regala una montaña rusa de emociones.

Los actores cumplen sus papeles con creces, y se agradece que la trama le conceda tiempo en pantalla a gente como David Thewlis (Remus Lupin), el siempre grande Gary Oldman (Sirius Black), el no menos grande Timothy Spall (Peter Pettigrew) y, cómo no, Alan Rickman en una nueva clase maestra de interpretación.

La mano de Cuarón permite que aspectos técnicos de la película tales como la fotografía, los efectos especiales y el sonido brillen con luz propia. El trabajo de estos departamentos hace que cada escena destaque, repleta de vida, incluso aquellas que coquetean con la muerte en forma de dementors. Y no puedo sino dejar para el final una mención especial para John Williams, que se saca de la manga una banda sonora inconmensurable, heterogénea pero bien estructurada a la vez, que potencia las imágenes con una fuerza demoledora. A lo que nos tiene acostumbrados, vamos. Cada vez que se le ha dado a este hombre una buena base sobre la que trabajar, los resultados han sido espectaculares. George Lucas, te estoy mirando.

Mis momentos favoritos

Con cada nueva entrega de la saga, más cosas me van quedando para el recuerdo. Debo destacar sin duda grandes momentos como las clases de Lupin en las que un pobre boggart hace de muñeco de pruebas para los estudiantes, con hilarantes resultados (a la foto me remito). Y, hablando de clases, me meo con las lecciones de la Trelawney o, más bien, con cómo las sufren nuestros pobres protagonistas.

Mención aparte merece el campeonato de quidditch, al que presté mi atención más que nunca antes gracias al papel como capitán de los Gryffindor de un Oliver Wood desesperado por ganar antes de abandonar Hogwarts. Qué puedo decir: pese a que no aparece en más de un par de páginas en toda la saga, Wood me ha caído bien. Empatizo con el pobre. De hecho, el único cambio que, aunque comprensible, me apena en la adaptación al cine es no haber podido ver en pantalla grande esa gran final.

Muchos detalles más me vienen a la cabeza. El Marauders Map. ¿Quién no hubiera querido tener de niño tamaña herramienta de fechorías a su disposición? (Y aún hoy.) Ron babeando por la nueva Firebolt de Harry. Buckbeak. Hermione dándole un puñetazo a Draco. En serio, no sé si será por el cambio de tonalidad, o porque cada libro que pasa lo tengo todo más reciente en mi cabeza, pero cada vez me cuesta menos vencer a mi Alzheimer y recordar grandes momentos puntuales.


Tres libros fuera, cuatro para terminar. A estas alturas ya no me quedaba ninguna duda de que iba a leerme la saga entera sí o sí, por lo que me abalancé sobre el siguiente volumen, Harry Potter and the Goblet of Fire, prácticamente sin respirar. Sin un vistazo previo. No podía esperar para descubrir quién sería el próximo profesor de nuestros protagonistas en Defense Against the Dark Arts. ¿Mereció la pena? Bueno, para eso aún tendréis que esperar unos pocos días. Hasta entonces...

Mischief managed!

Monday, August 22, 2011

Apes and Wands

Crazy as it may sound, I've only gone to the movies twice this summer, but I loved the two films I chose to go see. The first one, Harry Potter and the Deathly Hallows, Part II, was even better than the first part, and a great way to end what might just be the best movie series of all time. All eight movies are tremendous achievements, and even though it's sad to know there won't be any more adventures at Hogwarts, they ended the saga with a bang. A truly terrific film.
Equally good was the second movie I saw: Rise of the Planet of the Apes. I especially liked how the movie was not a huge battle in which primates killed humans. Instead, the story takes its time to unfold, and the main characters and their personalities evolve and change throughout the whole film, which ends with the inevitable confrontation between mankind and monkeykind. (I know they're not monkeys, but allow me the alliterative pleasure.) Had this been a Michael Bay movie, the apes would have rebelled five minutes into the movie, which would have then devolved into an hour and a half of meaningless explosions. Fortunately, Bay had nothing to do with the film, and the movie turned out to be an engrossing experience, except for one little thing: the apes themselves. I know they couldn't get actual gorillas and chimpanzees to perform what the script demanded, so they had to be computer generated; but, while they looked great, they simply didn't look real. This did not bother me very much because I like animated films, but don't expect to be fooled into believing these creatures are alive, because it's obvious they're not. The movie was a lot of fun to watch, though, and it definitely deserves the great reviews it's gotten, so go see it!

Sunday, August 21, 2011

Potterrific: Harry Potter and the Chamber of Secrets

En cuanto me terminé el primer libro de nuestra amiga la Rowling, que me duró cosa de tres o cuatro días, me puse del tirón con el segundo. Si bien de Philosopher's Stone ya conocía a grandes rasgos la historia, todo por lo que recordaba de su película, a esta segunda entrega llegué por suerte completamente virgen. Y digo por suerte, porque, leyendo sin saber qué podía pasar, el whodunit de la historia me capturó por completo, tanto, que me acabé leyendo el libro en dos sentadas. Cuando me lo terminé, ya era un converso.

Sinopsis (según la Fnac)
Tras derrotar una vez más a lord Voldemort, su siniestro enemigo en Harry Potter y la piedra filosofal, Harry espera impaciente en casa de sus insoportables tíos el inicio del segundo curso del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Sin embargo, la espera dura poco, pues un elfo aparece en su habitación y le advierte que una amenaza mortal se cierne sobre la escuela. Así pues, Harry no se lo piensa dos veces y, acompañado de Ron, su mejor amigo, se dirige a Hogwarts en un coche volador.

Y cómo volaba, el Ford Anglia.

El libro

Como era de esperar, esta segunda entrega sigue paso a paso la estructura de la primera. Empieza un nuevo curso en Hogwarts, Harry aprende magia y pasa tiempo con sus amigos, un misterio de consecuencias desastrosas atemoriza a la escuela, y, para Mayo, todos felices y contentos. Menos Harry, que tiene que volverse a vivir con sus tíos.

No tengo sino buenas palabras para este libro, que se lee con tanta soltura como el primero, si no más. Por supuesto, aparte de los personajes que repiten, la Rowling nos presenta nuevos personajes y lugares, todo siempre en servicio de la historia. Nuestra autora favorita sigue sin escribir un sólo párrafo que contenga más información de la necesaria. Hogwarts sigue tan viva como nunca, y el misterio que sacude la escuela resulta esta vez infinitamente más apremiante que el de la primera entrega. ¡La gente está siendo convertida en piedra, por Gelder!

La dinámica entre personajes ha mejorado también, aunque realmente éstos no dejan totalmente aún de ser arquetipos: Harry es el héroe reticente, Ron el cómico fiel, Hermione la cerebrito íntegra... Los Gryffindor son la pera limonera, y los Slytherin todos mala gente. Dinámica ésta que, para mi decepción, se mantuvo firme hasta el último libro.

La parte detectivesca es sin duda lo mejor llevado en la historia. La Rowling empieza a manejar con soltura lo que en cine se llaman setups y payoffs, es decir, en definición chusquera, los elementos que se establecen temprano en la historia y que más adelante terminan teniendo protagonismo de un modo sorprendente y satisfactorio (para el cuarto libro la de Yate ya dominará esta técnica completamente). Voldemort regresa de nuevo, esta vez en la etérea forma de una versión suya adolescente que pretende volver a la vida gracias a un diario de cualidades mágicas (diario que, rizando maravillosamente el rizo, resultará ser otro setup para un magistral payoff hacia el final de la saga). Varios inocentes acontecimientos previos durante el libro dan sentido a esta telaraña: desde la primera aparición de Lucius Malfoy, hasta el... bueno, crush que Ginny tiene por Harry, sin olvidar por supuesto aquella escena del primer libro en que el niño que vivió hablaba con una serpiente del zoo.

La resolución, además, es de manual. La aparición de Tom Riddle propicia que, para el final del libro, Dumbledore (que aprecia como nadie aquello de guardarse información para mantener la tensión) actúe de nuevo de explicador de la trama. Revela así mucho, pero nunca demasiado, acerca del origen de Voldemort y de su estrecha relación con Harry. La mitología de la saga se vuelve más y más compleja a cada momento que pasa, pero, dado que aún seguimos por el segundo libro, tanto Harry como el lector aún andan en penumbras sin saberlo.

La película

Muy poco que destacar aquí, me temo. El equipo creativo responsable del primer film repite funciones, y el resultado es otra adaptación página por página, sin licencias creativas que valgan. La primera película tenía a su favor el plus de que por primera vez el mundo de la Rowling era representado de un modo visual, pero ahora, pese a que Columbus rueda con su saber hacer habitual, casi nada sorprende al espectador. O a mí, por lo menos, que también soy uno.

La historia funciona, claro, pero el film no tiene ningún peso por si mismo. Por suerte, las actuaciones de actorazos de la talla de Richard Harris (Dumbledore) y Kenneth Branagh (Gilderoy Lockhart) elevan sin remedio el nivel. Sin olvidarnos de la inconmensurable interpretación de un Alan Rickman (Severus Snape) que se pierde sin remedio dentro de su personaje y va poniendo el listón más alto película tras película.

Mis momentos favoritos

Al contrario de lo que me pasó con el primer libro, del que era incapaz de recordar casi nada destacable, varios momentos merecen ser mencionados en esta segunda entrega. La aparición de Lucius Malfoy, por ejemplo, quien, aparte de funcionar como setup para la trama detectivesca, da idea por primera vez en la saga de que el mundo de la magia no se reduce exclusivamente a Hogwarts, ni está compuesto sólo por niños. Engranajes mucho más grandes operan tras el escenario.

Por otro lado, también es de destacar la introducción de la primera sátira sobre el mundo real que realiza la Rowling. Por medio de un nuevo personaje, Gilderoy Lockhart, la escritora de Yate arremete contra el mundo de la fama como vehículo para la vanidad, quizá no con tanta fuerza como lo hará después contra, por ejemplo, el periodismo sensacionalista, pero aún así. Merecen mención especial otros personajes de nueva aparición, como Moaning Myrtle o, por supuesto, Dobby, que podría haber caído fácilmente en el olvido, pero que irá ganando galones a medida que la saga avance. Y debo mencionar también a Ginny, quien, gracias a su timidez y su amor infantil por Harry, se gana ya desde el principio mi total apoyo y comprensión (¿Cho quién?)

Y, en definitiva, muchos momentos más: Ron vomitando gusanos, la clase de duelo con Snape y Lockhart, la poción Polyjuice, que convierte a Harry y a Ron en Crabbe y Goyle y a Hermione en... bueno, la pobre. El howler que Ron recibe de su madre. Y, como gran momento revelación, las letras del nombre Tom Marvolo Riddle tomando nueva forma: "I am Lord Voldemort".

Err... ¿qué?


Apenas cinco días después de empezar a leer el primer libro, devoré los últimos párrafos de este Chamber of Secrets. Sin cansancio acumulado, pues el volumen de cada entrega hasta el momento aún no excedía lo fácilmente asequible, ojeé por encima la extensión del tercer libro: Harry Potter and the Prisoner of Azkaban. Cortito. Apenas unas pocas páginas más que los anteriores. Teniendo en cuenta que a estas alturas la historia ya había picado inevitablemente mi curiosidad, la decisión a tomar era fácil.

A seguir leyendo se ha dicho.

Wednesday, August 17, 2011

Potterrific: Harry Potter and the Philosopher's Stone

En su día, la fiebre Potter me pasó completamente de largo. Tan atrás como he dejado ya la adolescencia, las historias dirigidas en exclusiva al público infantil ya no me interesan en absoluto. No me satisfacen, como aprendí dolorosamente cuando me dió por releer El pirata Garrapata. Así que obvié la saga del niño mago. Hasta este año, toda mi experiencia con el universo creado por J.K. Rowling se reducía a haber visto dos de las películas durante la época de su estreno, en ambas ocasiones como mero acompañante de algún amigo. Las películas me entretuvieron, sí, pero no picaron mi curiosidad, y seguí sin tener la necesidad de profundizar en aquella historia sobre la que todo el mundo hablaba.

Años después, la palabra Potter seguía en boca de todos, pero lo que se decía eran cosas bien distintas. De hablar de un maravilloso universo mágico poblado por niños y seres fantásticos, se pasó a hablar de una historia madura y compleja, repleta de personajes ídem. A mí, que la fantasía me gusta como al que más, me empezó a calar el mensaje, poco a poco y firmemente, hasta que, un buen día de 2006, decidí finalmente que iba siendo hora de comprobar hacia afuera de qué iba todo aquello. Ya era hora de prestarle atención a la palabra escrita de la Rowling.

Fiel a mis costumbres, no ha sido sino hasta un lustro después cuando he hecho valer mi palabra, y me he enfrascado en una maratoniana sesión de lectura que me ha visto devorarme la saga completa en poco más de un par de semanas. Y, ya que estaba, echarle también un vistazo a las películas.

Acompañadme en mi descubrimiento de la saga. Las conclusiones, a su debido tiempo.

Sinopsis (según la Fnac)
La novela presenta a Harry Potter, un niño huérfano criado por sus tíos que descubre en su undécimo cumpleaños que es un mago. En la novela se narran sus primeros pasos en la comunidad mágica, su ingreso en el Colegio Hogwarts y cómo comienza a hacer amigos, que lo ayudan a enfrentarse a Lord Voldemort, el brujo tenebroso que había asesinado a sus padres y cuyo espíritu busca un antiguo objeto legendario conocido como la piedra filosofal.

El libro

La primera entrega de las aventuras de nuestro amigo del rayo en la frente resultó ser exactamente todo lo que esperaba que fuera. Una historia divertida y de lectura muy rápida, que cumple paso a paso con las convenciones de las aventuras para jóvenes lectores: un niño protagonista que es constantemente menospreciado y objeto de abuso descubre en su undécimo cumpleaños que el destino le ha elegido para cosas grandiosas. Vale que es una fórmula más antigua que la vida misma, pero sigue asegurando la empatía con el personaje principal tanto como la primera vez que se usó en el arte rupestre.

A partir de esa arquetípica fórmula, toda la historia transcurre firmemente por la senda del terreno conocido. Todo lo que pasa lo hemos leído mil veces antes ya: desde los abusos que sufre el pequeño Harry por parte de sus tíos (que resultan satíricamente dickensianos), hasta la arquetipidad de los personajes secundarios (el niño gracioso, la niña mandona, el hombre sabio...), sin olvidar la parte detectivesca de la trama o las arquetípicas pruebas mortales como antesala del clímax. Eh... Aquí todo es arquetípico.

Sin embargo, hay algo que hace especial a esta historia para niños, y que la pone a años luz del millar de libros similares que se pelean por un sitio en las estanterías de la librería más cercana. El silencioso trabajo que J.K. Rowling dedicó a crear y diseñar su mundo y los personajes que lo pueblan (pues al parecer tardó unos años en escribir este primer libro desde que tuvo la idea original) dió como resultado una atmósfera intensa. Viva. Hogwarts, la escuela de magia, no parece un decorado de cartón en el que sólo hay movimiento alrededor del personaje protagonista. Es un microcosmos, un mundo en sí mismo, poblado por personajes vivos y con ideas propias. La cantidad de detalle que la Rowling pone en cada pequeña cosa da como resultado un mundo vibrante. Y, muy inteligentemente, evita demostrar su exhaustivo trabajo de preescritura con el clásico miramiento de ombligo que supone el hacer que el desvalido lector deba enfrentarse a un párrafo tras otro de árida y trivial información. Todo lo que escribe sirve únicamente al desarrollo de la historia, que no se detiene ni se aparta de su camino en ningún momento. Chapó por ello.

La historia de Harry Potter en su búsqueda de la piedra filosofal es, en resumen, una historia arquetípica y simple dentro de un mundo complejo. La introducción perfecta a una nueva saga.

La película

Ésta es una de las dos películas que ya había visto antes de leer los libros, por lo cual, en mi revisión, no me alcanzó a sorprender nada. De nada.

Con guión de Steve Kloves y dirección de Chris Columbus, la adaptación del primer libro de la saga sigue paso a paso el desarrollo de éste sin apartarse medio centímetro. Es una adaptación correcta, que se autoimpone conscientemente el corsé del libro. Lo cual tiene la ventaja de que se beneficia así de la estructura clásica en tres actos de aquél, haciendo prácticamente innecesario añadir cambio alguno.

Por desgracia, esto provoca que el film no tenga mucho peso como entidad propia. La película no funciona más que como adaptación. Columbus, gracias a la reducida extensión de la novela, filma la historia página por página, sin florituras pero con solvencia. Y logra recrear perfectamente la atmósfera vibrante de los libros a base de planos por una parte abarrotados de información, aunque por otra siempre centrados en los personajes principales. Esta adaptación resulta un film entretenido, y visualmente muy atractivo, pero, la verdad, poco más.

Mis momentos favoritos

Si aún tuviera diez años de edad no podría contarlos con los dedos de las manos, pero la orientación infantil del libro hace que, a estas alturas, me resulte difícil encontrar muchos detalles que sigan resonando en mi cabeza tiempo después. Destacaría la escena en la que, al principio del libro, Harry habla con una serpiente en el zoo, pero sólo porque es un perfecto ejemplo de hasta qué punto la Rowling tiene de definido su universo, como revela que momentos en principio intrascendentes como éste pasen a tener relevancia algún que otro libro después. Otros momentos memorables resultan la primera vez que Harry entra en Diagon Alley, esto es, la primera vez que somos expuestos al mundo mágico en todo su esplendor, y, en ese escenario también, el momento en que Harry descubre que nadie deja de mirarle con asombro, en donde la Rowling aprovecha para asegurarse de hacer llegar al lector cómo de especial es realmente el chaval.

En general resulta destacable toda la introducción al mundo de la magia, con el Hogwarts Express, la entrada en Hogwarts, la ceremonia del Sorting Hat, etc... Aunque no puedo destacar realmente ningún momento o línea de diálogo concretos. Ni siquiera con el quidditch, ese deporte que queda muy bien sobre la página, pero que en la vida real resultaría realmente impracticable (y lo digo por su sistema de puntuación, no por eso de ir volando sobre escobas).


En fin. Harry Potter and the Philosopher's Stone me dejó un buen sabor de boca, pero no enganchado a la saga. Si no hubiera estado leyendo sin recomendación previa, probablemente habría parado ahí. Pero cuando tantas voces válidas elsalzan tanto algo, no puedo sino hacerles caso y seguir leyendo. Y menos mal que lo hice, porque el siguiente resultó ser, quizá, uno de mis libros favoritos de la saga: Harry Potter and the Chamber of Secrets. Pronto os lo cuento.

Monday, May 23, 2011

James Potter y la encrucijada de los mayores


Este libro continúa la saga de JK Rowling contando las aventuras del hijo mayor de Harry en su primer año en la escuela de hechicería de Hogwarts. Es agradable volver a encontrarte con el mundo mágico de la autora, los torneos de Quidditch, las clases de magia, el andén nueve y tres cuartos y los profesores.


G. Norman Lippert, consigue imitar bastante bien el estilo de los primeros libros de la serie de Rowling, pero creo que les falta gancho tanto a los personajes protagonistas como a los secundarios. Los malos no llegan a la altura de Draco o Snape, y los gamberros no son ni de lejos tan divertidos como los gemelos Weasley. Además, no me gusta mucho que metan a Merlín y a la escuela de magia de Estados Unidos en el universo de Harry Potter, dado que no pintan mucho, pero siendo el escritor del citado país es hasta comprensible.


Lo interesante es que el autor no ha querido hacer un Harry Potter otra vez, sino que James tiene su propia personalidad y problemas, y la sombra de todo lo que hizo su padre lo tiene marcado. Sus compañeros de aventuras tampoco son como Hermione y Ron, lo que creo que es un gran acierto.



En resumen, he disfrutado bastante leyendo este libro, y me parece muy recomendable para los que sientan nostalgia de este mundo mágico.

Friday, December 31, 2010

Otro Top 10 2010

Ayer vimos las películas que Halagan eligió como las mejores del año, y hoy tenemos una segunda opinión: la mía. Como la de mi querido coblogueador, mi lista es también una cuenta atrás. Empezamos:
Scorsese y DiCaprio nos tienen muy mal acostumbrados, y esta película no es sino otro ejemplo más. La película me gustó mucho, pero, lamentablemente, acerté la solución tras haber visto el tráiler, y mira que se me da mal adivinar finales y giros en libros y películas. Si no hubiera sido tan predecible, me habría resultado una experiencia mucho más satisfactoria.

Nunca he visto la original, y este remake me sorprendió escena tras escena. Me pareció una película entretenidísima, y después de haberla visto tres o cuatro veces sigue sin cansarme.

El público se concentró en decir que la primera es mejor (y lo es), cuando, en mi opinión, deberían haber valorado esta entrega de la serie por sus propios méritos, que los tiene, y a capazos.

Las películas del amigo Harry nunca decepcionan, y ésta me encantó, así que ahí queda eso.

Megamind me pareció muy original, divertida, y sorprendente, y la disfruté mucho más de lo que esperaba. Muy recomendable.

Las cinco películas anteriores me encantaron, pero el orden podría variar un poco y tampoco pasaría nada. Las cinco siguientes, por el contrario, me parecieron todas magistrales por una razón u otra, y son sin duda las cinco que más he disfrutado en el cine este año:

Al contrario que Halagan, siempre he tenido debilidad por estos personajes, y todavía cuento la primera de la serie como una de mis películas favoritas de todos los tiempos. Esta tercera parte me gustó incluso más que la segunda, y es sin duda de lo mejor que he visto este año.

Otra película de animación que recibió excelentes críticas, y con razón. Como dijo Hal, el diseño de personajes es magistral, y todos los aspectos del film me parecen estupendos... excepto por la voz del protagonista, que no le pega para nada.

Que Christopher Nolan es un genio es algo que ya pocos discuten, y su enrevesadísima y originalísima Inception es prueba de ello. Dos pelis de DiCaprio en mi Top Ten. Curioso.

Burlaos de mí todo lo que queráis, pero el carisma de Jaden Smith me mantuvo pegado a la butaca de principio a fin, totalmente metido en la historia y deseando que el pobre triunfara ante todas las adversidades que se le iban presentando. El componente emocional que le falta a Inception lo podéis encontrar en este remake a raudales.

Stardust fue mi película favorita de 2007, y de nuevo Matthew Vaughn se hace con el primer puesto de mi lista con su inconmensurable Kick-Ass. De nuevo me encontré totalmente sumergido en la historia emocionalmente, y mi preocupación por el personaje principal y su lucha por plantarle cara a los malos me sorprendió a mí mismo. Y por supuesto, no puedo sino mencionar a Hit Girl, el personaje estrella de la película. Sin duda alguna, Kick-Ass es, en mi opinión, la mejor película del año, y con diferencia.

Como siempre, no puedo sino mencionar otras películas que me hubiera gustado incluir, como Hubble 3D (narrada por el ubicuo DiCaprio) o Paranormal Activity 2, u otras películas que me sorprendieron bastante, como Devil o The Book of Eli, pero luego la gente dice que hago trampas, así que no las mentaré. Las que sí nombraré son las cinco peores películas que he visto en el cine este año, pero para eso tendréis que esperar un par de días. ¡A comentar se ha dicho!

Sunday, December 19, 2010

The Movie Report

Since you asked me to talk about Megamind after I mentioned it a few posts ago, here you have my comments: it is a lot of fun. I enjoyed it tremendously, and I found it very creative and chock-full of unexpected twists. I had a great time watching it, and I think you guys will like it too.

Another animated feature I saw recently is Tangled, Disney's take on the classic fairy tale of Rapunzel and her long hair. The movie was very cute and lots of fun, except for one thing: the singing. As a throwback to older Disney movies, Tangled is a musical, and is packed with songs. I don't know how you feel about characters in a movie breaking into song, but I, for one, don't particularly care for it. Tangled would have been a lot better without the musical numbers, but it was still great fun.

The last movie I want to mention is, of course, Harry Potter and the Deathly Hallows, Part 1. Nash already talked about how much he liked it, and I agree: it was a good movie. I saw it when it opened, and after that, my fiancee and I watched all six movies on DVD (she went to see HP7 without having seen any of the previous films), and then went back to The Rave to see Deathly Hallows again. Is it the best Potter yet? No, it's not. Is it awesome, though? Yes, it is.

Other than that, I've been watching dozens of movies on DVD, including, as you well know, three seasons (and counting) of the Gilmore Girls, but knowing how heated the GG debate turned out to be, maybe I'll just wait and write a post about it. Wouldn't that be fun?