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Wednesday, September 12, 2018
Pelícano
Aquí tenéis un dibujo que hice mientras estaba de vacaciones en Florida: una estatua de madera de un pelícano que se alzaba en el jardín al lado de la piscina de la casita que alquilamos para pasar allí unos días. ¡Espero que os guste!
Thursday, June 25, 2015
Las Tierras Altas
Como ya sabéis, hace un par de semanas Crystal y yo hicimos un viaje relámpago a Escocia para ver la Isle of Skye, una isla en la costa oeste de Escocia famosa por sus increíbles paisajes naturales. Para que os hagáis una idea de nuestro itinerario, volamos desde Chattanooga hasta Edimburgo el miércoles 10 de junio, y como sucede con todo vuelo transatlántico, llegamos allí el jueves 11 por la mañana. Ese día lo pasamos entero caminando por Edimburgo y haciendo fotos de los distintos sitios que vimos: el castillo de Edimburgo, los Jardines del Príncipe, un par de cementerios (uno de ellos, el Greyfriars Kirkyard, tiene la reputación de estar plagadito de fantasmas), y The Elephant House, el pub donde J.K. Rowling escribió el primer libro de Harry Potter, y donde Crystal y yo cenamos estupendamente.
Al día siguiente, cogimos el tren para ir a la Isle of Skye, el motivo principal de nuestra visita. El viaje en tren era semidirecto (tuvimos que hacer transbordo en Glasgow), y duró unas seis horas y media, con lo que Crystal y yo tuvimos tiempo más que suficiente para leer y dormir. Una vez llegamos a Mallaig (la última estación de la línea), cogimos el ferry para ir a la isla, y al desembarcar nos reunimos con el hombre de la compañía de alquiler de coches que nos esperaba allí para llevarnos a nuestro vehículo. Este señor era igualito a Walter White de Breaking Bad, lo que nos resultó bastante gracioso ya que era como si estuviésemos hablando con el famoso personaje, pero con acento escocés. Seguro que a él le habría hecho menos gracia que a nosotros si se lo hubiéramos comentado, pero supongo que nunca lo sabremos.
Al llegar a nuestro coche, un Ford Mondeo plateado, metimos las maletas en el maletero y nos preparamos para conducir por el otro lado de la carretera, algo que al principio me resultó aterrador, pero a lo que poco a poco le cogí el tranquillo y acabó pareciéndome normal. En este primer viaje conduciendo por la izquierda no tuvimos más que recorrer unas diez millas para llegar a nuestro alojamiento de aquella noche: una caravana muy cerquita del agua, donde por cierto pudimos ver focas pasando el rato tranquilamente.
Los dos días siguientes, sábado 13 y domingo 14, los pasamos conduciendo por la Isle of Skye, parando para ver el paisaje y hacer fotos, y también para cederle el paso a los cientos de ovejas que pacen libremente por la isla, y a las que poco les importa que haya coches o personas a su alrededor. Entre los lugares que vimos cabe destacar Dunvegan Castle, el castillo en el que, desde hace ochocientos años y hasta la actualidad, reside el jefe del clan MacLeod. Ni qué decir tiene, nos acordamos de Nash y de su gran afición por la película Highlander mientras estuvimos allí.
Esas dos noches las pasamos en un bed & breakfast en la parte norte de la isla con unas vistas del océano espectaculares, aunque en la habitación estuvimos más bien poco, ya que la mayor parte del tiempo estuvimos conduciendo y caminando por la isla.
El lunes, día 15, nos levantamos pronto para reunirnos con Walter White, devolver el coche, coger el ferry, coger el tren, y volver a Edimburgo, donde íbamos a pasar la última noche antes de volver a casa. Esta vez nos hospedamos en un lugar diferente al de la primera noche, y cenamos en un pub cercano con el simpático nombre de The Kilted Pig. Conversando mientras cenábamos, Crystal y yo decidimos que lo mejor que podríamos hacer en el futuro sería mudarnos a Escocia, con lo que estuvimos discutiendo cómo y cuándo hacerlo mientras degustábamos nuestros platos. ¡Una cena memorable!
Al día siguiente, nos volvimos a levantar bien pronto para ir al aeropuerto, y unas veinticuatro horas después llegamos a Chattanooga, cansados (y acartonados) de tanto avión, y tristes de no seguir estando en las Tierras Altas. ¡Con algo de suerte, volveremos pronto!
Por cierto: si esta entrada se os ha hecho corta, sabed que planeo escribir una versión mucho más larga y detallada, pero estará en inglés. Si no estáis versados en la lengua de Shakespeare, al menos con este resumen y con el vídeo y las fotos (Skye y Edimburgo) enlazadas (hecho todo por Crystal) os podréis hacer una idea de nuestras aventuras. Y si queréis saber más, siempre podéis preguntarme. ¡Espero que os haya resultado entretenido!
Al día siguiente, cogimos el tren para ir a la Isle of Skye, el motivo principal de nuestra visita. El viaje en tren era semidirecto (tuvimos que hacer transbordo en Glasgow), y duró unas seis horas y media, con lo que Crystal y yo tuvimos tiempo más que suficiente para leer y dormir. Una vez llegamos a Mallaig (la última estación de la línea), cogimos el ferry para ir a la isla, y al desembarcar nos reunimos con el hombre de la compañía de alquiler de coches que nos esperaba allí para llevarnos a nuestro vehículo. Este señor era igualito a Walter White de Breaking Bad, lo que nos resultó bastante gracioso ya que era como si estuviésemos hablando con el famoso personaje, pero con acento escocés. Seguro que a él le habría hecho menos gracia que a nosotros si se lo hubiéramos comentado, pero supongo que nunca lo sabremos.

Los dos días siguientes, sábado 13 y domingo 14, los pasamos conduciendo por la Isle of Skye, parando para ver el paisaje y hacer fotos, y también para cederle el paso a los cientos de ovejas que pacen libremente por la isla, y a las que poco les importa que haya coches o personas a su alrededor. Entre los lugares que vimos cabe destacar Dunvegan Castle, el castillo en el que, desde hace ochocientos años y hasta la actualidad, reside el jefe del clan MacLeod. Ni qué decir tiene, nos acordamos de Nash y de su gran afición por la película Highlander mientras estuvimos allí.
Esas dos noches las pasamos en un bed & breakfast en la parte norte de la isla con unas vistas del océano espectaculares, aunque en la habitación estuvimos más bien poco, ya que la mayor parte del tiempo estuvimos conduciendo y caminando por la isla.
El lunes, día 15, nos levantamos pronto para reunirnos con Walter White, devolver el coche, coger el ferry, coger el tren, y volver a Edimburgo, donde íbamos a pasar la última noche antes de volver a casa. Esta vez nos hospedamos en un lugar diferente al de la primera noche, y cenamos en un pub cercano con el simpático nombre de The Kilted Pig. Conversando mientras cenábamos, Crystal y yo decidimos que lo mejor que podríamos hacer en el futuro sería mudarnos a Escocia, con lo que estuvimos discutiendo cómo y cuándo hacerlo mientras degustábamos nuestros platos. ¡Una cena memorable!
Al día siguiente, nos volvimos a levantar bien pronto para ir al aeropuerto, y unas veinticuatro horas después llegamos a Chattanooga, cansados (y acartonados) de tanto avión, y tristes de no seguir estando en las Tierras Altas. ¡Con algo de suerte, volveremos pronto!
Por cierto: si esta entrada se os ha hecho corta, sabed que planeo escribir una versión mucho más larga y detallada, pero estará en inglés. Si no estáis versados en la lengua de Shakespeare, al menos con este resumen y con el vídeo y las fotos (Skye y Edimburgo) enlazadas (hecho todo por Crystal) os podréis hacer una idea de nuestras aventuras. Y si queréis saber más, siempre podéis preguntarme. ¡Espero que os haya resultado entretenido!
Saturday, June 30, 2012
Antigua
Como creo que algunos ya sabéis, mi querida esposa y yo nos pasamos la primera semana de junio en Antigua, Guatemala, visitando ruinas, iglesias, y volcanes. Si os interesa echarle un vistazo a las fantásticas fotos que Crystal hizo durante el viaje, no tenéis más que pasaros por aquí. Enjoy!
Monday, August 16, 2010
Missing Jaw

Friday, July 09, 2010
Al final, género
Wednesday, July 07, 2010
La i perdida
miento de Valencia. Como suele ser habitual en la Capital del Turia, los carteles están en dos idiomas: español en la parte superior, y valenciano en la inferior. Si observáis el cartel blanco, podéis ver esto perfectamente ilustrado. Sin embargo, en el cartel verde que, al parecer, no tiene más función que la de repetir lo que indica el blanco, se puede apreciar una interesante errata, pues a la palabra "Ayuntamiento" le falta la i, con lo que se está señalando hacia un extraño edificio desconocido llamado "Ayuntamento". Que me podéis llamar puntilloso y todo lo que queráis, pero es que, ¿cómo es posible que nadie se haya dado cuenta ? Como siempre, la estupidez humana no conoce límites.
Monday, July 05, 2010
And You Speak English?
Sunday, July 04, 2010
EuroFashion Criminal

Saturday, July 03, 2010
Toothy Endowment
Tuesday, June 22, 2010
Panta rei

Tuesday, May 18, 2010
That's Just Naughty

Friday, May 07, 2010
Nursing the Reptile

Tuesday, April 27, 2010
Tour the City With Us!

Lonja de la seda
Cathedral of Valencia
Torres de Serranos
Bioparc
City of Arts and Sciences/Aquarium
Mercado central
Gardens (Viveros and Jardines de Monforte)
Around Valencia (Featuring six pictures taken by our very own Nash!)
I hope you like them!
Sunday, April 25, 2010
She's Collecting What?

Monday, April 19, 2010
Cute Birdie

Sunday, August 16, 2009
Atrapados en el ascensor

mente, durante mi visita a la Convención del comic de San Diego me alojé en un Holiday Inn cercano. Dado que mi habitación estaba en el noveno piso, no quedaba más remedio que coger el ascensor para subir y bajar, y los botones de la foto que acompañan esta entrada pertenecen al panel de control del mismo. Nada más entrar en el ascensor por primera vez me di cuenta de que el aparato tenía un botón que no había visto nunca: "earthquake", o "terremoto", en la lengua de Cervantes. ¿Para qué sirve este en teoría obvio botón? ¿Para avisar de un terremoto? Sinceramente, si hay un terremoto no creo que nadie tenga que darle al botón para que el personal del hotel se aperciba. Podría aventurar que tal vez el botón fuera para llamar a los bomberos en vez de alertar al conserje, pero entonces ¿por qué hay justo al lado un botón cuya función es claramente llamar a los bomberos? Si a esto añadimos los dos botones inferiores que podéis ver en la foto del panel completo, botones de alarma y telefonillo respectivamente, la cosa empieza a complicarse. ¿Qué botón hay que apretar en según qué emergencia? ¿Cuándo hay que llamar a los bomberos? ¿Quién responde si aprietas el botón del intercomunicador? ¿Quién viene a socorrerte si le das a la alarma tradicional? Y, por supuesto, ¿quién es responsable de rescatarte si le das al botón de terremoto? ¿O acaso dicho botón sirve para causarlos? Hmmm… De todas formas, creo que me alegro de que nada se torciera mientras usaba el ascensor. Con tanta opción, hubiera acabado atrapado y sin rescate.
Wednesday, August 12, 2009
San Diego ComicCon (5/5)

Antes de marcharme de la habitación me lo dejé todo preparado: maleta hecha, todo lo que había comprado en la mochila. Todo listo para arañar hasta el último segundo en el Centro de convenciones, y luego volver al hotel y poder salir inmediatamente hacia el aeropuerto. La sala de muestras abría a las nueve y media, y tenía que marcharme de allí a las diez y media para poder llegar al hotel a las once menos diez, recogerlo todo, pasarnos por recepción, bajar hasta el garaje, y coger el coche de alquiler para devolverlo a la compañía y que de allí nos llevaran al aeropuerto. Por consiguiente, y sabiendo que sólo quería comprar varias litografías y un libro de bocetos, lo único que me llevé al Centro de convenciones fue el tubo para meter las litografías.
Lo primero que hice una vez entré en el edificio fue dirigirme a la mesa de Laurie B. para comprar varias serigrafías. Sin embargo, parecía que yo había madrugado más que ella, pues su mesa estaba vacía. Frustrado, me fui a buscar a Adam Hughes para comprar alguna litografía.
Adam Hughes tenía dos carpetas encima de la mesa: una con serigrafías pequeñas y caras a la venta, y otra con serigrafías grandes que no estaban a la venta. Adivinad en qué carpeta estaban las tres o cuatro que más me gustaban. Exactamente: quería gastarme el dinero, y los artistas no estaban cooperando. Con las manos vacías por segunda vez en dos mesas, me acerqué a la de Terry Dodson para comprar el libro de bocetos que debería haberle comprado el jueves cuando estuve hablando con él, pero a nadie sorprenderá lo que me encontré: la mesa vacía.
Farfullando entre dientes, me di la vuelta y desanduve lo andado hacia la mesa de Laurie B., viendo por el camino al actor Edward James Olmos firmando autógrafos. Cuando por fin llegué de nuevo a la base de operaciones de la simpática artista, vi que sus cosas ya estaban en la mesa, pero ella no iba a llegar hasta una hora más tarde. Aun así, quería comprar cosas, y mientras alguien me las vendiera, no me suponía un problema que ella no estuviera allí para firmarlas. Así pues, me compré dos serigrafías grandes (una de Red Sonja y otra de, para seguir con el tema, Alicia en el País de las maravillas) y dos pequeñas (una de Elektra y otra de, oh sorpresa, Alicia), y al comprar cuatro, tal y como me informaron entonces, me daban otra gratis, así que elegí una de la Baronesa (de G.I. Joe). Menos mal que las cosas empezaban a salir bien.
Viendo que aún tenía algo de tiempo, me dirigí hacia la garita de Top Cow, a ver si había algo interesante, y vi a un tipo sentado en uno de los laterales. Dado que no lo reconocí, me acerqué un poco más y vi que estaba firmando portadas de comics y poniéndolos en un montón, como si fuera un artista firmando ejemplares que luego se van a vender firmados. Curioso, me acerqué algo más, y vi que los comics que estaba firmando eran números de Witchblade, mi serie favorita. Y dado que aquel no era Ron Marz, el guionista de la serie…
- ¡Stjepan Sejic! –dije, habiendo leído antes el nombre en su pase para asegurarme de no meter la pata. Allí estaba el dibujante de mi serie favorita, sin nadie alrededor.
- Hola, qué tal –me saludó, estrechándome la mano.
- Encantado de conocerte. Witchblade es mi serie favorita.
- Ah, muchas gracias.
- En serio. Siempre estoy diciéndole a todo el mundo que tiene que leerla. Y tus dibujos son asombrosos. Me alegro que vayas a quedarte en la serie al menos hasta el número 150 –dije, refiriéndome al contrato que tanto él como Marz firmaron hará cosa de un año.
- Y nos quedaremos por más números. Tanto Ron como yo estamos muy contentos en Witchblade y tenemos montones de ideas. De hecho, es probable que dentro de poco Witchblade empiece a salir dos veces al mes en vez de una.
- ¿De verdad? Genial.
- Oye –me dijo-, si tienes aquí tu libreta te puedo hacer un dibujo gratis.
Fue entonces cuando casi me da una apoplejía. Desde que había llegado a San Diego el miércoles había llevado mi libreta conmigo a todas partes –todas, incluyendo el Hall H-, pero como esta mañana sólo tenía una hora y lo había tenido que dejar todo empaquetado y listo para salir velozmente…
- Mi… libreta… está… en el hotel.
- Vaya –dijo, riéndose-. Tal vez el año que viene.
- Es la primera vez que salgo del hotel sin la libreta porque tengo que irme al aeropuerto en media hora. Qué mala suerte.
- Lo siento. Si tuvieras más tiempo, Ron va a estar por aquí dentro de un rato.
- No me digas esas cosas –dije, al borde del colapso nervioso-. De todas formas, ha sido un placer conocerte.
- Igualmente.
Dado que aún me quedaban diez minutos o así antes de tener que irme, me di una vuelta por las mesas de alrededor para ver si veía alguna hoja de papel abandonada que pudiera requisar y llevarle al bueno de Stjepan, pero no hubo suerte. En mi pequeña exploración, no obstante, avisté a varios artistas conocidos, como Eric Canete, el guionista Simon Furman, el extraordinario dibujante de Transformers Guido Guidi, el execrable Rob Liefeld en la mesa de Image, y el famosísimo y espectacular ilustrador de fantasía Luis Royo, que estaba firmando autógrafos en una mesa cercana. Pero era inútil: no había papel por ningún lado –irónico, estando rodeado de comics y libros-, así que, vencido, abandoné el Centro de convenciones por última vez. Al menos, y para alegrarme un poco, delante de mí iba caminando una chica vestida de Cassie Hack, y la brisa que corría no hacía sino acentuar el encanto de su disfraz. Así pues, me tomé mi tiempo andando lentamente detrás de ella hasta que nuestros caminos se separaron. Imposible superar esta imagen como punto y final a mi aventura.
Monday, August 10, 2009
San Diego ComicCon (4/5)

Si algo había aprendido sobre el legendario Hall H a lo largo de los tres últimos días era que era tan difícil entrar allí como fácil era sobrevivir en su interior una vez alcanzada tan codiciada posición. También sabía, o mejor dicho intuía, que la presentación de Iron Man 2 que allí estaba programada a las cuatro de la tarde iba a ser el acto más popular y espectacularmente atendido después de Avatar. La ecuación, pues, era fácil de resolver dada la información durante los últimos días recogida: si Iron Man 2 empezaba a las cuatro, tendría que estar haciendo cola desde las dos, o desde la una para asegurarme. Esto, evidentemente, quería decir que si pensaba que tenía que estar en cola a la una, lo más probable es que realmente tuviera que estar en la cola sobre las doce –algo que se probaría cierto más tarde-. Eso suponía renunciar, de forma inequívoca e inmediata, a asistir a la charla de Joe Hill sobre su comic Locke & Key (y cuyo libro 20th Century Ghosts acababa de leerme) a las doce y media, y que la conferencia de Futurama de una a dos menos cuarto que iban a dar Matt Groening, los guionistas, y los actores de la serie la iba a tener que presenciar alguien que no fuera yo. ¿Y todo por Iron Man 2? Bueno, sí y no.
Por un lado, tenía mucho interés en asistir a la presentación de Iron Man 2 por dos razones básicas. Una, porque la primera película me encantó; y dos, por la potencial presencia de mi adorada Scarlett Johansson, pese a que no había ningún invitado anunciado en el programa. Por otro lado, a Iron Man 2 le seguía inmediatamente una sesión de hora y media con Kevin Smith, y si había un solo acto que no estaba dispuesto a perderme por absolutamente nada del mundo en los cinco días de convención, ése era la charla de Kevin Smith. Y si eso significaba pasar la mayor parte del día en el Hall H para asegurarme plaza en el evento, no había nada más que discutir.
Una vez decidido esto sólo quedaba escoger entre dos sesiones a primera hora: un taller de dibujo con el gran Adam Hughes de once a una, o una mesa redonda de Lost de once a doce con los productores de la serie… en el Hall H. Era pues mi destino pasarme el sábado entero en la sala más grande del Centro de convenciones de San Diego.
El plan perfilado, caminé una vez más desde el Holiday Inn hasta el exterior del Hall H, y me puse a hacer cola a las nueve menos cuarto. Lost empezaba a las once, y aunque el viernes me había costado dos horas entrar en la sala, esperaba poder hacerlo con mayor rapidez esta vez dado que Lost era el primer acto del día. Eso significaba que la sala estaba vacía, y yo estaba sin duda entre las primeras seis mil quinientas personas de la cola. Sin duda. Creo.
Como no valía la pena angustiarse en demasía, saqué El club Dumas y me dispuse a aguantar lo que cayera. Sobre las diez y cuarto más o menos, la fila empezó a moverse: las puertas al paraíso habían sido abiertas.
A las once menos cuarto, dos horas después de haber llegado y haberme puesto en fila, me estaba sentando en una de las sillas de una de las últimas filas de la sala. Por imposible que pareciera, casi me había quedado fuera, pero los casis daban lo mismo, pues había conseguido entrar. Ahora sólo quedaba disfrutar del espectáculo y planear con cuidado mi régimen de comida y bebida.
En lo que a comida se refería, me había parado, de camino al Centro de convenciones, a comprar un bocadillo enorme en un supermercado que me pillaba de paso. Era, ni qué decir tiene, más grande, más barato, y con mejor pinta que cualquier cosa que hubiera podido comprar en la sección de comida del Hall H. Con respecto a las bebidas, me había traído dos botellas de agua rellenadas arteramente en la habitación del hotel porque estaba harto de pagar tres dólares por botella. Sin embargo, había que tener cuidado con cuánto bebía, pues abandonar mi silla para ir al baño suponía renunciar a mi plaza y tener que buscarme otra cuando volviera. La alternativa, dejar la mochila en la silla y marcharme al servicio era impensable, pues me negaba a correr ese innecesario riesgo. Además, en las pantallas de la sala nos decían, entre acto y acto, que no dejáramos nuestras cosas en las sillas para ir al baño o reserváramos sitios para nadie; y dado que soy el único imbécil que obedece las normas, no tenía elección. Así pues, lo que hice fue beber bastante durante la presentación de Lost, ir al baño cuando terminó, cambiar de sitio al regresar, y luego apenas beber nada hasta que terminó Iron Man 2, sabiendo que podía aguantar sin ir al aseo hasta que Kevin Smith terminara por más que bebiera entonces. Un plan preciso, calculado al milímetro.
Una vez decidido cuál iba a ser mi estrategia y comportamiento, y antes de que empezara Lost, eché un vistazo al programa para ver qué era lo que iba a ver en el Hall H, tanto si me interesaba como si no:
11:00- 12:00- Lost
12:15- 1:15- Solomon Kane
1:30- 2:30- Miramax: Extract
2:45- 3:45- Sony: Zombieland, 2012
4:00- 5:00- Paramount: Iron Man 2
5:15- 6:45- Kevin Smith
En Lost, como ya he dicho, estaba interesado, pues he visto las primeras cinco temporadas y me apasiona la serie. De Solomon Kane no había oído hablar en mi vida. Extract debía ser alguna película de bajo presupuesto. De Zombieland había leído algo, y de 2012 había visto un tráiler. Finalmente, Iron Man 2 y Kevin Smith eran las razones de mi presencia allí. Podría ser peor.
En la charla sobre Lost, Carlton Cuse y Damon Lindelof ofrecieron más bien poca información y menos respuestas a las preguntas que les hicieron, aunque prometieron desvelar la historia de Richard Alpert. También nos aseguraron que tenían el final de la serie pensado desde el principio, y nos enseñaron un par de páginas en las que la escena final estaba escrita. Acto seguido, los productores metieron las páginas en una caja fuerte con dos cerrojos, y cada uno se colgó una llave al cuello con una cadena. La caja, dijeron, sería abierta en directo en televisión tras el último capítulo de la próxima temporada.
Después de un par de preguntas del público, la tercera persona que se acercó al micrófono para hacer una pregunta resultó ser Jorge García, que interpreta a Hurley en Lost, y con quien me había cruzado en la sala de muestras el día anterior. Cuse y Lindelof empezaron a esquivar sus perceptivas preguntas, y en éstas estaban cuando a Jorge García se le acercó Michael Emerson, Ben Linus en la serie. Ambos empezaron a discutir, y García señaló que Emerson estaba rabioso porque se había presentado para hacer de Hurley pero el papel ya se lo habían dado a él. Emerson negó aquella estrafalaria idea con vehemencia, momento en el cual Cuse y Lindelof pusieron un hilarante vídeo de la audición de Emerson para el papel de Hurley, todo, por supuesto, preparado para la SDCC. Al terminar el vídeo, Emerson y García se unieron a los productores en la mesa del escenario, y el público siguió haciendo preguntas. (El momento surrealista llegó cuando dos tipos del público se levantaron, uno detrás del otro, a hacer preguntas, y ambos iban disfrazados de Hurley.) Alguien preguntó sobre el pasado de Richard Alpert, y otra persona preguntó si el actor Néstor Carbonell se pone la sombra de ojos él mismo o si tiene una maquilladora. A esta pregunta siguió un vídeo de Carbonell en su camerino, delante del espejo, poniéndose la sombra de ojos y gritando, enfadado, que le habían dado azul cobalto cuando él había pedido negro ónice. Tras las risas de rigor, Néstor Carbonell apareció en el escenario, y la sesión de preguntas y lo que en Lost pasa por respuestas continuó. Cuse y Lindelof dijeron que en la última temporada veremos a Claire, a Faraday, y a Juliet, aunque todos sabemos que esto no significa realmente nada, ya que pueden ser flashbacks o cualquier otro recurso narrativo que no implique necesariamente el retorno de dichos personajes de entre los muertos.
A continuación, los productores anunciaron que un miembro más de la serie iba a unírseles en el escenario, y pusieron un vídeo que tenían preparado para presentarlo. El vídeo consistía en un montaje de escenas de la serie, y la primera imagen que se vio fue la del doctor Jack Sheperd con una linterna. Inmediatamente, las mozas presentes empezaron a gritar enfervorecidas. Lo que no sabían era que lo que Jack estaba haciendo con la linterna era iluminar al verdadero personaje que iba a aparecer. Así pues, cuando el buen doctor se dio la vuelta, la figura que apareció fue la de Sawyer.
Más gritos más enfervorecidos. Multiplicados por diez.
Tras las varias escenas del montaje mostrando a Sawyer con y sin camiseta, las luces se volvieron a encender y Josh Holloway apareció en el escenario. Una vez se hubo acercado a la mesa y hubo saludado a Néstor Carbonell, Holloway se sacó un taser del bolsillo, electrocutó a Damon Lindelof, y le robó la llave del candado.
- Dame la tuya –le dijo a Carlton Cuse.
- No –se negó el productor.
- O me la das, o vuelvo a electrocutar a tu amigo J.J. Abrams.
- Ése no es J.J. Abrams –dijo Cuse entre las risas del público-. Abrams no ha trabajado en la serie desde la primera temporada.
- Entonces, ¿quién es éste?
- Es Damon Lindelof.
- ¿Quién?
- Damon Lindelof.
- ¿Damon… Lilly qué? No sé quién es, pero da igual. Dame la llave, o lo electrocuto de verdad.
Una vez dicho esto, Holloway le cogió el brazo izquierdo a Lindelof y le metió la mano en el vaso de agua, supongo que para electrocutarlo de verdad. Ante tan horrible amenaza, Cuse cedió y le entregó la segunda llave. Holloway se acercó a la caja fuerte, la abrió, sacó los papeles, y tras probarse incapaz de leer lo que ponía –dijo que se había dejado las gafas en la isla-, le dio las hojas a Michael Emerson, que se puso sus gafas y empezó a leer el guión… que inmediatamente resultó obvio era para un episodio de Heroes, no Lost. Emerson se giró hacia Carlton Cuse, y su impagable pregunta fue: What the fuck is this?
Tras las risas generalizadas, Cuse y un recuperado Lindelof presentaron un vídeo que era un montaje con todos los personajes que en la serie han pasado a mejor vida. El último personaje en aparecer, el único con voz en vez de música fue Charlie, en un par de escenas con Claire y finalmente bajo el agua con Desmond. Fue entonces cuando las luces se encendieron y Dominic Monaghan apareció en el escenario. ¿Acaso volveremos a ver al personaje en la última temporada? No lo sabemos, pues su aparición marcó el final de la entretenidísima presentación.
Gran parte de los asistentes se levantaron para marcharse, así que aproveché para ir al baño y después reubicarme en un buen sitio mucho más cercano al escenario. Saqué a continuación mi fantástico bocadillo, y me puse a comer mientras empezaba la presentación de Solomon Kane.
Los invitados a esta presentación eran el director Michael J. Bassett, el productor Samuel Hadida, y el protagonista, James Purefoy, que nos enseñaron varias escenas de la película y nos contaron que el personaje de Solomon Kane fue creado por Robert E. Howard, el creador de Conan. Bassett estaba emocionadísimo con la película y lo que nos mostró, y aunque la peli no parece terrible, la verdad es que no estoy seguro de que vaya a ir a verla cuando la estrenen. Echadle un vistazo al tráiler y ya me diréis qué os parece.
Al terminar la sesión prácticamente nadie abandonó la sala: estaba claro que todo el mundo estaba esperando a Iron Man 2, lo que me hizo felicitarme a mí mismo por haber decidido pasar el día en el Hall H. De no haberlo hecho, no hubiera podido ver Iron Man 2.
El programa continuó con Extract, que resultó ser el título de la nueva película de Mike Judge, creador de Beavis and Butthead, y director de las hilarantes Office Space e Idiocracy. Curiosamente, había visto –y disfrutado enormemente- Idiocracy tan sólo unas semanas antes, con lo que tener allí al director me pareció sumamente interesante. A Judge se le unieron en el escenario dos de los protagonistas de la película: Jason Bateman y la hermosísima Mila Kunis, y los allí reunidos pudimos ver varias escenas de la película, que parece será bastante divertida.
Cuando terminó la presentación, lo mismo que había pasado al final de Solomon Kane volvió a suceder: nadie se movió del sitio. Pena me daban los que estuvieran fuera de la sala esperando con infinita paciencia. Más les valía que así fuera su paciencia: infinita.
Eran las tres menos cuarto y le tocaba el turno a Sony, que sacó al escenario al director de Zombieland, Ruben Fleischer, y a los actores Jesse Eisenberg, Emma Stone –preciosidad a la que conocía de The House Bunny-, y Woody Harrelson, que parecía haberse fumado algo antes de hacer acto de presencia. Después de enseñarnos el tráiler, el grupo se puso a discutir la película y nos regaló varias escenas escogidas del film, que debo decir tiene buena pinta. (Si te gustan las películas de zombis, claro.)
Después de contestar varias preguntas del público y ver el tráiler una vez más, todo el grupo excepto Harrelson abandonó el escenario, y el presentador anunció a Roland Emmerich, director de 2012, la película de catástrofes protagonizada, junto a John Cusack, por, fíjate tú, Woody Harrelson. Emmerich me parece un director irregular, y aunque confieso me gustan Independence Day y The Patriot, Stargate y The Day After Tomorrow me dejaron indiferente, y 10,000 BC me pareció bastante mala. (De Godzilla mejor no hablamos.) Sea como fuere, Emmerich estaba allí para vendernos 2012, película en la que el fin del mundo, según el calendario maya o algo parecido sucede justamente en el año 2012. Emmerich nos enseñó una larga escena de acción en la que Cusack rescata a su ex-esposa, su nuevo marido, y sus hijos de una muerte segura, y todos juntos huyen de una ciudad que se cae a pedazos debido a los terremotos, meteoritos y tsunamis que la azotan por todas partes. Qué suerte que Cusack sea un conductor de pro y el marido de su ex resulte ser piloto de avionetas. O en otras palabras: que ya os imagináis cómo va a ser esta película.
Cuando esta presentación hubo concluido, absolutamente nadie se movió de sus sillas. Quince minutos más tarde, el presentador hizo acto de presencia, y el productor de Iron Man 2, Kevin Feige, apareció en el escenario. A Feige le siguió Jon Favreau, director tanto de la primera como de esta película, que nos puso un vídeo con “imágenes” del esperado film. Dichas imágenes eran más bien un cómo se hizo, con pantallas azules, ensayos, y actores haciendo el tonto entre toma y toma. Cuando el vídeo terminó y las luces se encendieron, Robert Downey Jr. apareció en el escenario pidiendo explicaciones y preguntando qué demonios era aquella porquería. Favreau dijo que no sabía de qué hablaba, que eso era todo lo que tenían porque la película no estaba terminada. Robert Downey Jr. dijo que era mentira, que él había visto unas imágenes fantásticas, y que los asistentes se merecían verlas también. Resignado, Jon Favreau puso otro vídeo, y el silencio se hizo en la sala.
En el vídeo había tres o cuatro escenas de la película. La primera era corta, y en ella Tony Stark habla con Nick Fury, interpretado por Samuel L. Jackson. En la segunda, Tony Stark está en el juzgado, donde un ladino juez intenta incautarle la armadura de Iron Man por el bien de los ciudadanos. Esta escena fue razonablemente larga y combinaba humor con buen diálogo y una actuación formidable del amigo Downey Jr. Finalmente, tras una escena cortita con Rhodey y Iron Man volando, la última escena incluía unos segundos de War Machine, que hizo que las seis mil quinientas personas en el Hall H reunidas empezaran a gritar y aplaudir, alzándose todos a una en cuanto las luces se encendieron. Standing ovation lo llaman a eso por estas tierras.
Una vez el público asistente tuvo a bien sentarse de nuevo, Favreau pidió al resto de invitados que subieran al escenario, uno de los dos momentos que había estado esperando desde que compré las entradas para la SDCC en diciembre. ¿Habría venido Scarlett Johansson? ¿Estaba a punto de aparecer en aquel escenario la criatura más hermosa del planeta, validando así mis horas de espera? Apareció entonces Don Cheadle, que interpreta a Jim Rhodes/War Machine, y me dio un tic en el ojo. ¿Sería ella la siguiente? ¿Sería? Fue entonces cuando apareció Scarlett Johansson, la bella, la diosa, el paradigma de la belleza, y no pude reprimirme y lancé un par de gritos mientras me levantaba para aplaudir con furia (latina). Tras ella apareció Sam Rockwell –que ya os podéis imaginar lo que me importaba-, y durante el resto de la sesión no tuve ojos para nadie más que no fuera mi amada Scarlett, que llevaba un vestido beige de faldita corta que le quedaba estupendo. Scarlett Johansson y yo estábamos en la misma sala juntos. Dejad que os lo diga una vez más: Scarlett Johansson y yo estábamos en la misma. Sala. Juntos.
Los invitados contestaron varias preguntas en las que Robert Downey Jr. se probó excepcionalmente carismático y Scarlett Johansson demostró que es no sólo perfecta físicamente sino también inteligente y dedicada, pues para su papel de Natasha Romanov/Black Widow aprendió distintos tipos de técnicas de lucha e hizo más del noventa por ciento de sus escenas de acción sin necesidad de dobles. Es lo que tiene la perfección: que todo lo puede.
Mientras el abajo firmante babeaba como un imbécil, Don Cheadle señaló que él todavía no había visto el tráiler, así que Favreau lo volvió a poner, y una vez más el público rugió su aprobación al unísono cuando salió War Machine. Tras esto, el grupo se despidió y, ahora sí, gran parte de los asistentes se levantó para marcharse. Yo, por otro lado, me levanté para avanzar aún más y ganar una nueva posición incluso más cerca del escenario.
El Hall H volvió a llenarse mientras pasaban los minutos de rigor entre presentaciones, y yo me terminé mi segunda botella de agua mientras leía El club Dumas y esperaba a Kevin Smith. Finalmente, el director de New Jersey apareció sobre el escenario, y la siguiente hora y media ofreció carcajadas ininterrumpidas. Después de haber visto todas sus películas, haber disfrutado sus tres DVDs dobles de An Evening with Kevin Smith, y haber escuchado todos los episodios de SModcast disponibles hasta la fecha (ochenta y nueve), verlo por fin en persona era no sólo una recompensa ganada a pulso, sino la mejor forma de poner el broche final al último día completo que iba a pasar en San Diego.
A las siete, ocho horas después de haber entrado en el Hall H aquel día, me reuní por fin con Glen, que había asistido a varias sesiones sobre el uso de los comics en la clase, charlas que le habían parecido tan interesantes que había empezado a pensar en la posibilidad de hacer algo conmigo para su clase. Estuvimos discutiendo los detalles del proyecto mientras cenábamos en el mismo restaurante italiano de hacía un par de noches –me pedí lo mismo y, al igual que el jueves, sólo me pude comer la mitad del delicioso calzone de lo grande que era-, charla tras la cual volvimos al hotel para pasar nuestra última noche allí. Debido a la hora de partida de nuestro avión, el domingo sólo iba a tener aproximadamente una hora para pasarla en el Centro de convenciones, así que tenía que planear con precisión milimétrica lo que quería hacer a la mañana siguiente. Pero seguro que tendría tiempo para todo. O eso esperaba.
Saturday, August 08, 2009
San Diego ComicCon (3/5)

Cual complejísima máquina de precisión, mi horario para el viernes estaba cuidado-
samente planeado pero dejaba también espacio para acomodar algunos cambios a los que inesperadas colas podían en teoría forzarme. Aun así, estaba bastante seguro de poder hacer prácticamente todo lo que quería si, ya desde el principio, renunciaba a una sola pero importante cosa: entrevistas con dos editoriales.
Archenemy volvía a criticar carpetas hoy, esta vez de tres a siete de la tarde en lugar de por la mañana. Sin embargo, viendo cómo se las habían gastado el día anterior, no estaba seguro de poder fiarme de sus promesas para criticar mi obra. Otra editorial desconocida, QEW, iba también a estar allí de tres a siete, pero ir a coger turno a las dos y media y volver después en cualquier momento de la tarde me impediría acceder al todopoderoso Hall H y las presentaciones que aquella tarde iban a tener lugar. Pero si renunciaba a las entrevistas –o a intentar entrevistarme, en el caso de Archenemy-, podía casi con toda seguridad lograr el resto de mis objetivos.
Dispuesto a triunfar sobre las masas, la organización, y muy especialmente el Hall H, salí del hotel a las ocho y veinte y me personé en el Centro de convenciones a las nueve menos veinte de la mañana. Pese a que en teoría el edificio no abría hasta las nueve, ya estaban dejando entrar a los asistentes cuando llegué, así que rápidamente franqueé la entrada y subí las escaleras que conducían al Sails Pavilion.
Lo primero en mi agenda era conseguir un pase –por segunda vez- para la garita de Hasbro lo más pronto posible para tener que lidiar con la menor cola posible. Sabiendo ahora exactamente a dónde tenía que ir, me encaminé hacia la zona en cuestión sin entretenerme por el camino, y cuando llegué allí descubrí que la mitad de los asistentes a la convención debían de haber tenido la misma idea que yo, porque la cola que allí ya había era de proporciones épicas. Gente haciendo cola para poder hacer cola en una planta diferente: tal vez uno de los fenómenos más extraños que jamás he visto.
Sea como fuere, esta vez iba preparado, así que, tras averiguar quién era la última pal pescao, me puse detrás de ella, abrí mi mochila, saqué El club Dumas, de Arturo Pérez-Reverte, y empecé a leer esta brillante novela. Ya me pueden hacer esperar todo lo que quieran que, si tengo un libro, ni me enteraré de cuánto tiempo pasa.
Tras aproximadamente cuarenta y cinco minutos de placentera lectura –o de tediosa espera para los pobres desgraciados que no se habían llevado un libro-, me dieron el ansiado pase. Eran las nueve y media, y el pase era para las diez. Excelente.
Sin perder ni un minuto, bajé a la sala de muestras y me fui directamente a Hasbro a ser más listo que ellos. Eran las diez menos cuarto, pero decidí ponerme a la cola –que ya se salía de la garita-, pues para cuando consiguiera entrar en la tienda propiamente dicha ya serían las diez, con lo que técnicamente no estaba haciendo trampa. Además, la gente de la organización a cargo de la cola sólo te preguntaba si tenías pase, pero no te preguntaba para qué hora lo tenías. La que sí te lo miraba era la mujer en la entrada, pero, como ya he dicho, imaginaba que para cuando llegase a su altura ya serían las diez. Así pues, volví a sacar El club Dumas y me desentendí del espacio-tiempo.
Después de leer durante aproximadamente cuarenta minutos más, llegué por fin al mostrador, y compré los muñecos –dos packs de Destro, de G.I. Joe- que mi amigo Brock quería. Las chicas que me atendieron se sorprendieron ante los pocos juguetes que quería adquirir –o sea, el poco dinero que me iba a gastar-, especialmente tras la larga espera que sabían había tenido que sufrir, pero no pude sino encogerme de hombros y decir que era eso lo único que quería. Una vez salí de Hasbro eran las diez y media, así que llamé a Brock para decirle misión cumplida, y volví a sacar mapa y diario para ver cuál era mi siguiente paso.
Adam Warren iba a firmar tomos de Empowered a las doce, y mi fantástico horario me permitía hora y media para buscar a Jim Lee y mirar por ahí antes de dirigirme al stand de Dark Horse para conocer al genio Warren. Mapa en mano, me dirigí una vez más a la NFR, pero Jim Lee no estaba allí. Junto al vacío espacio del coreano se hallaba David Finch con su mujer y su hijo de diez meses, y aunque Finch estaba haciendo un dibujo, no había nadie a su alrededor, así que me acerqué. Finch ha saltado a la fama durante los últimos dos o tres años gracias a su trabajo en títulos Marvel como Moon Knight o Avengers, y sus portadas para X-Men y la reciente miniserie X-Infernus –cuyos originales, incluyendo la asombrosa portada de Magik tenía allí, y eran espectaculares- han recibido la aclamación unánime de los aficionados. Sin embargo, yo he seguido la carrera del dibujante desde sus comienzos en Top Cow hace más de una década, así que, en vez de decirle lo mucho que me gusta su Lobezno le solté lo fantásticos que eran sus números de Cyber Force.
- ¿Cyber Force? –me contestó entre risas-. Madre mía. Pues no hace tiempo de eso.
- Ya lo sé, ya. Pero hay que ver qué buenas son esas páginas. Qué bien me lo pasé leyendo esos números. Lo mismo que con Aphrodite IX.
- Muchas gracias –dijo, inclinando la cabeza en agradecimiento. Esta actitud, humilde y agradecida, es la misma actitud que, afortunadamente, encontré en todos los autores con los que hablé: todos ellos gente muy sensata y sin ningún tipo de aires de grandeza.
- Y de todos los números de Cyber Force que dibujaste, aquellos dos en los que salía Ash, el personaje de Joe Quesada, eran verdaderamente espectaculares.
- Ah, sí –dijo Finch con una sonrisa-. ¿Recuerdas a Gabriel, el ángel que también salía en aquellos números?
- Por supuesto.
- Pues resulta que lo dibujé porque me gustaba, pero el acuerdo entre Quesada y Top Cow era para usar sólo a Ash, no a Gabriel también. Menos mal que le gustó lo que había dibujado, y Joe nos permitió usarlo también.
- Pues menos mal. Por cierto –dije, echándole un vistazo a los precios-, estaba pensando en pedirte que me hicieras un dibujo ahora cuando termines con ése.
- Claro. ¿Qué personaje?
- El caso es que te iba a pedir a Lobezno, pero después de haber hablado de Cyber Force, tal vez debería pedirte un personaje de ese grupo.
- Sería interesante –dijo, riéndose-. Aunque hace como diez años que no los dibujo.
- Lo que tú quieras. Si quieres un Lobezno, vale. Si no, podrías dibujar a Cyblade, por ejemplo.
- Hmmm… ¿Sabes? Creo que prefiero a Cyblade, más que nada porque estoy cansado de dibujar Lobeznos.
- Estupendo.
Mientras Finch terminaba el dibujo en el que estaba trabajando, yo me dediqué a hablar con su mujer, que era muy simpática. Después de un buen rato –el bueno de David no dibuja precisamente rápido-, por fin me tocó el turno.
- El caso es que estaba pensando –dije-, que si dibujas a Cyblade no se le va a ver la cara.
- Es verdad. Pero la máscara es tremendamente icónica, y dibujarla sin la máscara…
- Podría ser cualquier chica, es verdad.
- ¿Qué hacemos, entonces?
- ¿Y si dibujas a Velocity? Así sí se le vería la cara, y seguimos con Cyber Force.
- Buena idea.
Y con esto, Finch se puso manos a la obra –es zurdo-, y me hizo el dibujo de Velocity que ahora tengo colgado en la pared. Mientras trabajaba en ello, otros aficionados se pasaron por la mesa y hablaron un poquito con él. Un chico algo tímido le preguntó cuál era el personaje que más le gustaba dibujar.
- Batman –dijo Finch.
- Quiere decir Velocity –intervine yo.
- Y Velocity –añadió Finch, aunque por la cara del chico creo que no tenía ni idea de quién era Velocity. Aficionadillos…
Finalmente, a las doce menos cuarto más o menos, mi dibujo estaba terminado, así que me lo metí en la bolsa y, tras hablar unos minutos con Matt Wagner -el creador de Grendel, sentado al lado de Finch- comprobé el mapa y me fui directo a Dark Horse, donde Adam Warren iba a hacer acto de presencia en cuestión de minutos.
Antes de ponerme a hacer cola –ni qué decir tiene, ya había gente esperando-, me pasé por la tienda de la editorial y me compré el quinto volumen de la serie que, pese a haber salido en junio, aún no me había comprado precisamente para poder adquirirlo aquí y que el autor me lo firmara. Una vez el tomo hubo caído en mis ansiosas manos, me fui a hacer cola, en la que sólo había unas ocho personas delante de mí. Con tan poca gente no valía la pena sacar El club Dumas, así que dejé reposar a Lucas Corso, y menos mal que lo hice, porque si hubiera estado leyendo no habría visto a Jorge García –Hurley en Lost- pasar a mi lado caminando entre los asistentes como un aficionado más. Así pues, varios minutos más tarde, me hallé frente a Adam Warren.
Ya he dicho en varias ocasiones que tenéis que leer Empowered, una serie divertidísima con dibujos fantásticos, guiones hilarantes, personajes estupendos, y diálogos despatarrantes, y todo esto más o menos se lo repetí al autor, quien agradeció mucho que siguiera la serie. Le comenté también algo que había leído en las entrevistas que reseñé hace poco en el blog: que dice que prefiere escribir a dibujar, y que ojalá pudiera dedicarse tan solo a escribir Empowered y que otro la dibujara. Le dije que creo que el guión y diálogos me gustan más que los dibujos, pero, aun así, los dibujos son increíbles, y me resultaba curioso que a él no le gustaran. Se rió y me agradeció de nuevo mi amor por la serie, y me hizo un boceto ultrarrápido de Emp a rotulador.
A continuación me pasé por Top Cow, donde sabía Marc Silvestri y Kenneth Rocafort iban a estar firmando comics, y pude ver a ambos artistas. Rocafort estaba sentado a la izquierda de Silvestri, y la cola de Silvestri era muchísimo más larga que la de Rocafort, quien, a diferencia del fundador de Top Cow, estaba haciendo dibujos para los aficionados. Me encanta cómo dibuja Rocafort (su Madame Mirage es fantástica), pero había cuatro personas haciendo cola, y la sesión de firmas y dibujos terminaba en media hora, con lo que no creía valiera la pena ponerme a esperar para luego tener que irme con las manos vacías. Además, la sesión de Attack of the Show con Kevin Pereira y Olivia Munn (a quien había visto unas horas antes mientras hacía cola en Hasbro) empezaba en una hora, así que podía subir y ponerme a hacer cola. (Como supongo ya os habréis apercibido, “hacer cola” es algo inevitable varias veces al día en la SDCC.)
La cola para entrar en AOTS era espectacular, y antes de ponerme a perder el tiempo pregunté a uno de los voluntarios de la organización cuántas personas cabían en la sala. Según él, cabían quinientas, y era obvio que había bastantes más esperando, así que decidí irme a otro sitio, pero justo cuando me daba la vuelta para irme, Kevin Pereira, el presentador del programa, apareció por sorpresa para saludar a los fans, agradecerles que estuvieran esperando, y disculparse porque no todo el mundo fuera a poder entrar. Kevin había aparecido literalmente a mi lado por una de las puertas, así que lo saludé, y cuando todo el mundo empezó a acercarse, formar un círculo alrededor, y hacer docenas de fotos mientras él hablaba con la gente, opté por desaparecer. Eso sí: seguro que aparezco detrás de él en decenas de las fotos que se hicieron. Tendré que buscar por Internet.
Era la una ya, y acababa de comprar algo para comer. Sin embargo, antes de sentarme en el duro suelo a degustar mi comida pensé que debía pasarme a ver cuánta cola había para la mesa redonda de Dollhouse, a la que Joss Whedon y Eliza Dushku se había anunciado asistirían. La sesión empezaba a las cuatro –faltaban tres horas-, y un par de pesquisas revelaron que la sala en la que se iba a celebrar el acto (Ballroom 20) acogía a mil quinientas personas, y que la cola hacía ya rato que la habían cortado porque no sólo ocupaba todo el pasillo sino que salía por una de las puertas que daban acceso a la terraza, y culebreaba hasta desaparecer en la distancia.
Antes de llegar a San Diego había meditado sobre si quería asistir a esta presentación, y aunque de la serie no he visto más que un par de capítulos, Joss Whedon es mucho Joss Whedon, y no me hubiera importado estar presente. El problema, tal y como mencioné en el capítulo anterior, es que había otras cosas sucediendo al mismo tiempo que me interesaban más. El segundo problema es que dichos eventos iban a tener lugar en el notorio Hall H. Tratando de decidir cuál iba a ser mi siguiente paso, me senté a comer cerca del Ballroom 20 mientras miraba mis apuntes y oía a asistentes airados protestar al descubrir que la cola para ver a Joss Whedon estaba cerrada.
Pasaban varios minutos de la una, y dado que no iba a poder entrar en Attack of the Show la siguiente presentación que me interesaba era la de 9, la película de animación producida por Tim Burton con voces de Elijah Wood, Jennifer Connelly, Martin Landau, John C. Reilly, Crispin Glover y Christopher Plummer. Esta presentación iba a tener lugar de dos y media a tres y media en el mítico Hall H, e inmediatamente a continuación en la misma sala Sony iba a presentar Legion, que me daba un poco igual, y District 9, presentación a la cual iba a asistir el productor de la película, Peter Jackson, y en la que estaba interesadísimo.
Parece que está claro lo que tengo que hacer, me dije.
Albergando más que razonables esperanzas de poder entrar en el infame Hall H, terminé de comer y caminé hasta la entrada de la sala. Una vez allí, seguí la cola hasta el final, y para cuando encontré mi sitio detrás de la espalda de rigor era la una y veinte. Antes de comer había estado debatiendo si comer antes de ir a hacer cola, o si comer dentro, a la sombra, con papeleras para tirar servilletas y plásticos molestos una vez hubiera terminado de comer. Pese a saber que me exponía a tener el equivalente en personas a quince o veinte minutos extra en la cola por delante de mí, me había negado a dejar que el Hall H dictara mis patrones ya no sólo de conducta sino de alimentación (escrúpulos que deseché más tarde), y había comido dentro antes de ponerme bajo el sol a esperar. Esto probó, como ya habréis anticipado, ser un error, aunque no tan grave como podría haber sido.
El caso es que saqué El club Dumas y me puse a leer, actividad esta que me tuvo entretenido durante las dos horas que me pasé esperando mi oportunidad para entrar en el esquivo Hall H. Cuando por fin gané acceso a la elusiva sala eran las tres y veinte, y faltaban diez minutos para que terminara la presentación de 9. Aun así, pude escuchar al director Shane Acker, a los productores Tim Burton y Timur Bekmambetov, y a los actores Jennifer Connelly y Elijah Wood hablar un poco sobre la película y contestar preguntas del público, y mostrar el tráiler con el que terminó la presentación.
Una vez hubo terminado la charla, muchas personas abandonaron la sala, así que aproveché la ocasión para buscar un asiento mucho más cerca del escenario, y familiarizarme con la gigantesca sala. En el Hall H caben, como ya dije en el capítulo anterior, seis mil quinientas personas. En la parte de delante está el escenario con la mesa alargada a la que se sientan los invitados. Justo detrás de la mesa hay una enorme pantalla en la que se proyecta, en alta definición, la imagen de los invitados a la mesa sentados para que todo el mundo en la mitad delantera de la sala pueda verlos bien. Aproximadamente a mitad de la sala, dos monstruosas pantallas de alta definición cuelgan del techo, y algo más hacia el fondo de la sala hay dos –tal vez cuatro, no lo recuerdo- gargantuescas pantallas más para que la gente sentada en las últimas filas pueda seguir la acción.
En lo que a instalaciones se refiere, hay unos aseos dentro mismo del Hall H, para que la gente no tenga que salir de la sala a atender la llamada de la naturaleza después de todo lo que le ha costado entrar. De hecho, el Hall H tiene su propia sección de comida, para que los asistentes puedan alimentarse sin tener que abandonar la sala. Y es que la organización sabe perfectamente qué es lo que pasa en el Hall H: que la gente entra de buena mañana y no se marcha hasta la noche. Mira qué buena idea me habían dado.
La presentación de Legion empezó a las cuatro menos cuarto, y a la misma asistieron el director Scott Stewart, y los actores Doug Jones (contentísimo de salir en una película sin máscara), Tyrese Gibson (un personaje interesante), Adrianne Palicki (que con razón me resultaba familiar: salió en un episodio de Smallville), y Paul Bettany (A Knight’s Tale, A Beautiful Mind, The Da Vinci Code), que interpreta al ángel protagonista en esta película que el director insistía en describir como “ángeles con ametralladoras”. Y vistas las escenas exclusivas que nos enseñaron, es justo de eso de lo que va. No sé yo si iré a verla al cine.
Después de Legion le tocó el turno a District 9, película producida por Peter Jackson, dirigida por Neill Blomkamp, y protagonizada por Sharlto Copley, siendo estos tres los asistentes al evento. Yo solamente había visto el tráiler un par de veces, y la película no parecía tener mala pinta. Sin embargo, después de ver las escenas que Peter Jackson tuvo a bien mostrarnos, os aseguro que el mes que viene estaré en The Rave para ver el estreno de este film. Las escenas que proyectaron mostraron claramente el argumento de la película –algo que el tráiler no hace en absoluto-, pero tiene tan buena pinta que en vez de enfadarme porque revelaran algunas sorpresas lo que hice fue babear incontroladamente.
Esta sesión terminó a las cinco, y fue entonces cuando tuve que tomar otra decisión difícil –qué duro es asistir a la SDCC-. La mesa redonda sobre The Goon con Eric Powell iba a tener lugar de seis a siete en la sala 8, y la mesa redonda patrocinada por Entertainment Weekly en la que Peter Jackson y James Cameron iban a hablar sobre el uso de la tecnología en el cine y el futuro de la misma iba a tener lugar de seis y media a siete y media en el mismo Hall H en que me encontraba. Los aficionados al cine dirán que la decisión es obvia, pero os recuerdo que The Goon es una de mis tres series favoritas, y el creador iba a estar allí. Por otro lado, ya había conocido a Eric Powell el miércoles, y aunque The Goon no es una serie superventas, tal vez una hora no fuera suficiente para garantizarme la entrada a la charla. Además, y pese a que acababa de ver a Peter Jackson en acción, el jueves me había quedado sin ver a James Cameron, y la sesión iba a tener lugar en la sala en la que ya me encontraba y a la que me había costado tanto esfuerzo y dedicación entrar. Y una cosa estaba clara: si me iba ahora del Hall H, sería imposible entrar luego para ver a Jackson y Cameron. Por tanto, concluí, mejor me quedo aquí, y con algo de suerte el evento entre District 9 y Entertainment Weekly: Visionaries no estaría mal del todo.
Decidido a quedarme, pues, saqué el programa de la mochila para ver qué estaba a punto de presenciar, y para vuestra risa segura e ironía cósmica resultó que la sesión de cinco y cuarto a seis y cuarto era ni más ni menos que la Lucasfilm: Star Wars Spectacular. Hala. Reíros.
Por trillado que esté, debo decir que en este caso la Fuerza me acompañó, pues dio la casualidad que esta presentación iba a ser grabada para emitirse por televisión al día siguiente, y que los moderadores del acto iban a ser ni más ni menos que Kevin Pereira y Olivia Munn, a los que no había podido ver en acción en su propia sesión hacía unas horas debido a la larga cola. Esto, queridos lectores, es lo que los místicos llaman “karma”.
Lo cierto es que el SWS no estuvo mal. Primero, Anthony Daniels estuvo hablando sobre Star Wars in Concert, que consiste en una orquesta en concierto tocando música de la saga mientras se proyectan imágenes de las películas. Luego salió Stephen Sansweet, y después por fin aparecieron Kevin y Olivia, que estuvieron presentando a diferentes miembros de Lucasarts y mostrando vídeos de varios juegos de la compañía. Finalmente, los actores que ponen la voz a los personajes de la serie animada The Clone Wars subieron al escenario y leyeron un guión de la segunda temporada. Supongo que a los que siguen la serie les debió hacer más gracia que a mí el ver las voces de los personajes cobrar vida ante sus ojos.
Finalmente, a las seis y media, Peter Jackson y James Cameron tomaron el escenario y el coloquio duró una hora en la que hablaron de sus películas pasadas y futuras, de cómo intentan innovar en vez de hacer lo mismo que la mayoría de directores prefiere hacer, y de lo mucho que les apasiona su trabajo. Una charla excelente e interesantísima, la verdad.
Una vez hubo terminado esta mesa redonda, y dado que la sala de muestras ya estaba cerrada, cené y luego me fui al hotel para ver si Glen ya había llegado. Si mi compañero de viaje ha estado ausente en este capítulo es porque se pasó la jornada no en el Centro de convenciones, sino en un casino cercano, en el que había averiguado había dos campeonatos de póquer programados ese día. Una vez reunidos, intercambiamos las historias del día, que se había probado incluso mejor que el jueves, y nos retiramos a descansar mientras yo repasaba mentalmente mis planes para el sábado, que esperaba fuera el punto álgido de la convención. Que lo fue.
Thursday, August 06, 2009
San Diego ComicCon (2/5)

A mi cuerpo, al parecer, no le importaba lo cansado que pudiera estar o lo mucho que quisiera reposar, y a las cinco de la mañana se me abrieron los ojos y no hubo forma de volver a dormirme. En su defensa –la de mi cuerpo-, debo decir que el pobrecito debía de estar de lo más confundido por culpa de mis saltos espaciotemporales. El martes por la mañana cuando me levanté a las siete estaba en Valencia, España. Ese día cogí el avión para volver a Chattanooga, y cuando llegué a mi apartamento eran las doce de la noche, hora de la costa este. Eso quiere decir que para mí, infatigable viajero internacional, eran las seis de la mañana del miércoles, con lo que llevaba veintitrés horas despierto y dando tumbos. Entre unas cosas y otras, no me fui a la cama hasta la una –las siete en España-, y me desperté sin querer pero sin poder evitarlo a las siete de la mañana, una de la tarde en Valencia. Entonces me fui a casa de Glen, y de ahí nos fuimos al aeropuerto de Chattanooga, de donde salimos a las diez de la mañana para, tras conectar vuelos en Atlanta, llegar a San Diego a las cinco de la tarde hora pacífica, que eran las ocho de la tarde en la costa este y las dos de la mañana en España. O sea, que cuando por fin me dormí a las doce/tres/nueve y luego me desperté el jueves a las cinco/ocho/dos, no pude sino comprender que mi despistado reloj interno no tuviera ni puñetera idea de dónde estaba ni de qué hora era.
Viendo que tratar de recuperar el rastro de Morfeo iba a ser imposible, me levanté, me duché, desayuné, y me dirigí al Centro de convenciones que Glen había dicho abría a las seis. Si tan solo hubiera consultado la sección de Preguntas más frecuentes del manual de la SDCC que me dieron al registrarme me habría dado cuenta del espectacular error que se escondía tras la afirmación de mi compañero de viaje, que seguía plácidamente dormido en nuestra habitación. Pero como no había leído dicha sección, me encontré, al llegar al Centro de convenciones a aproximadamente las seis y veinte de la mañana, que las puertas no las abrían hasta las nueve, y que la sala de muestras no abría hasta las nueve y media. Sin embargo, eso no había supuesto un obstáculo para los centenares de aficionados que ya guardaban cola en varias de las entradas del edificio. De haber llevado conmigo el libro que me había dejado en la habitación puede que me hubiera sentado a hacer cola con ellos, pero dado que me lo había dejado en la mesita de noche pensando que no lo iba a necesitar, ni me planteé quedarme allí, y me fui tal y como había venido.
Veinte minutos más tarde, Glen, medio dormido, me preguntaba qué estaba haciendo allí otra vez, a lo que le contesté, de bastantes buenas maneras teniendo en cuenta la situación, que no abrían hasta la nueve. Después de sentirlo todos mucho, me puse a leer durante un par de horitas, y luego volví al Centro de convenciones para empezar el día. Otra vez.
Una de las verdades absolutas e incontestables de la SDCC, dogma de fe para todo asistente que acepte la dura realidad, es que es imposible asistir a todos los actos que durante el día –y la noche- tienen lugar en las distintas salas del Centro de convenciones. De hecho, es prácticamente imposible también asistir a todos los actos que a ti personalmente te gustaría presenciar, independientemente de cuánto planifiques y con cuánta rapidez te muevas de una parte del enorme edificio a otra. La razón por la que es imposible verlo todo es porque hay decenas de presentaciones, charlas, conferencias, mesas redondas y coloquios transcurriendo simultáneamente cada hora desde las diez de la mañana hasta las siete de la tarde. No importa lo limitado que sea tu interés –sólo comics, sólo películas, sólo anime y manga-, no podrás ver todos los eventos con el tema relacionados. Y la razón por la que no podrás ver todo lo que quieras por más que planifiques es porque hay ciento cincuenta mil personas a tu alrededor que quieren ver lo mismo que tú, y no hay ninguna sala que albergue tan disparatado número de cuerpos. La única que se le acerca es el infame Hall H, al que conoceréis en breves instantes.
Pese a todo, y siendo consciente –al menos intelectualmente- de que no iba a poder ver todo lo que quería, hice un valiente esfuerzo por lograrlo, y creo que lo conseguí en un 80%, lo que, visto lo visto, no está pero que nada mal. Pero me estoy adelantando a los acontecimientos.
Lo primero que hice en cuanto hube ganado acceso al interior del Centro de convenciones fue irme directamente al Sails Pavilion, en el piso superior, pues era allí donde las editoriales iban a revisar las carpetas de los aspirantes a dibujante profesional. Desgraciadamente, de las diez editoriales a las que les tenía echado el ojo, sólo Dark Horse iba a criticar carpetas. Afortunadamente, había varias editoriales de las que nunca había oído hablar que iban a hacer lo propio, y ya me había apuntado en mi útil diario las horas a las que iban a estar en el Sails Pavilion ofreciendo la posibilidad de hacer nuestros sueños realidad.
Las tres editoriales que revisaban trabajos el jueves y que pensaba mejor encajaban con Worlds Collide eran Archenemy, Committed Comics, y Dark Horse, así que me acerqué a sus mesas para ver dónde me tenía que apuntar. Lamentablemente, allí no había nadie, y los aspirantes que zumbaban nerviosos alrededor de estas potencialmente dulces colmenas tampoco sabían muy bien cómo funcionaba la cosa. Tras indagar un poco, descubrí que las tres editoriales –que sabía empezaban a aceptar visitas a las once- empezarían a repartir turnos a las diez y media, treinta minutos antes de empezar con las sesiones críticas. Dado que eran ya casi las nueve y media, me dije, tenía tiempo de bajar a la sala de muestras, echar un vistazo durante una hora, y después subir de nuevo al Sails Pavilion y apuntarme en las listas de las editoriales.
El problema que esto suponía era que me iba a resultar imposible asistir al programa de Disney 3D, que incluía la presentación, por parte de Tim Burton, de Alice in Wonderland, e imágenes exclusivas de Tron Legacy, la secuela de la revolucionaria película de hace veinte años. Había que tomar una decisión, y escogí presentar mis dibujos en vez de que me presentaran a Alicia. Tampoco pasaba nada. (Lo que entonces desconocía pero ahora sí sé es que ya en aquel momento, una hora y media antes de que empezara Disney 3D –a las once-, me hubiera resultado imposible entrar en la sala para verla, pues dicha presentación iba a tener lugar en el infame Hall H, cuya infamia todavía no llegaba a comprender.)
Resuelto pues a perderme a la buena de Alicia –tampoco sabía entonces que Johnny Depp iba a hacer una aparición sorpresa-, me bajé a la sala de muestras y estuve paseándome a la caza y captura del dibujante famoso. Fue entonces cuando vi a David Finch, mi amado y odiado dibujante favorito Jeff Scott Campbell, Bruce Timm, y algún otro que seguro me dejo en el tintero. Además, también tuve oportunidad de ver páginas originales de Talent Caldwell (Fathom: Dawn of War, Wildcats: Nemesis) y Mike Choi (Witchblade, X-23: Target X, X-Force), y aunque quería comprar páginas de ambos, al final me fui sin ninguna.
La hora se me pasó casi sin darme cuenta, y cuando por fin subí de nuevo al Sails Pavilion eran las diez y treinta y ocho. Glen, que me había traído mi carpetón del hotel, se reunió conmigo, me dio la carpeta, y desapareció para buscar figuritas de Lord of the Rings, dejándome solo para enfrentarme a las a buen seguro despiadadas críticas de editores desconocidos. Sin embargo, las entrevistas no iban a ser inmediatas, pues en los ocho minutos que había llegado tarde decenas de personas se habían apuntado ya en las listas de todas las editoriales, estando así la situación:
Archenemy Comics: número 37.
Committed Comics: número 42.
Dark Horse Comics: número 48.
Pese a no ser un genio matemático, hice unos cuantos cálculos rápidos y concluí que, a unos cinco minutos por entrevista, tardarían entre dos horas y media y tres en llamarme, con lo que no tenía sentido que me quedara allí sentado tres horas perdiendo el tiempo cuando podía estar en la sala de muestras gastándome el dinero. Además, mi amigo Brock me había pedido que le comprara un par de cosas en la mesa de Hasbro, y éste parecía tan buen momento como otro cualquiera para hacerlo. Así pues, bajé las escaleras una vez más y, mapa en mano, me dispuse a visitar unas cuantas mesas específicas.
Lo primero que hice fue pasarme por Hasbro, donde una ridícula cantidad de personas hacía una cola tan larga que se salía del espacio a Hasbro cedido y le daba la vuelta a la garita que la compañía juguetera se había montado. Hasbro estaba en la SDCC para vender juguetes exclusivos que sólo se podían comprar allí, lo que explicaba la masificación de la que era testigo. Lo que es más difícil de explicar es el sistema de acceso a la tienda, tal vez pelín más complicado de lo que debería haber sido. Básicamente, de nueve y media a doce y media, Hasbro repartía pases para entrar en la tienda, a la que no podías acceder sin el citado pase. Dichos pases no se repartían en la mesa de Hasbro, sino –fíjate- en el Sails Pavilion, a donde me tocó subir otra vez. La cola para los pases era, a las once menos cuarto, piadosamente corta, con lo que no me llevó más de cinco minutos hacerme con uno de los codiciados pases, que en mi caso me permitía el acceso al paraíso juguetero a partir de las dos de la tarde. Viendo pues que tenía tiempo de sobra, bajé de nuevo a la sala de muestras para, esta vez sí, personarme en las mesas que más me interesaban.
Uno de los primeros stands a los que fui fue el de Top Cow, donde me compré un número viejo de Witchblade (el 41, por la portada) y averigüé cuándo iban a estar allí Marc Silvestri (fundador de la compañía), Kenneth Rocafort (dibujante de Madame Mirage y Hunter-Killer), y Ron Marz (magistral guionista de Witchblade). Después me dejé caer por Dark Horse, donde descubrí que mi amado Adam Warren (guionista y dibujante de la estupendísima Empowered, una de mis tres series favoritas junto a Witchblade y The Goon) estaría allí el viernes. A continuación, me pasé por Aspen Comics y pude ver páginas y más páginas originales del difunto y añorado Michael Turner, que eran tan fantásticas –y tan caras- como las páginas originales de Jeff Scott Campbell que había tenido ocasión de admirar la tarde anterior. Fue entonces cuando recordé que Campbell estaba en la mesa de Naked Fat Rave (NFR), y que tenía que pasarme por allí. Antes, sin embargo, le hice una visita al maestro Dean Yeagle, que me pillaba más cerca que NFR.
Dean Yeagle, que debe pasar de los setenta, es conocido por haber dibujado para Playboy durante años, y yo llevaba varios ídem visitando su página web y conteniéndome para no comprar alguno de sus libros. Para mi alegría personal y protesta de mi cartera, tanto él como sus libros e ilustraciones originales estaban en su mesa, y acabé comprando uno de sus libros (Mandy’s Shorts) y una de sus páginas originales, en la que hay tres dibujos de Mandy y uno de un cerdito que aparecen en su libro más reciente, Mandy Godiva. Yeagle y su mujer resultaron ser de lo más amable, y estuve hablando con ellos un buen rato durante el que descubrí, entre otras cosas, que ambos habían visitado Valencia cuando Yeagle estaba en la marina. Qué pequeño es el mundo.
Tras despedirme de la septuagenaria pareja, me acerqué a NFR, y pude ver que, a diferencia de mi anterior visita, Jim Lee estaba sentado a la mesa junto a David Finch. Desde donde yo estaba podía ver al coreano de espaldas, pero en vez de rodear NFR hacia la izquierda (NFR consistía en tres mesas largas y una pared dispuestas en forma de cuadrado, y Jim Lee estaba de espaldas a mí en el vértice diagonalmente opuesto al que yo tenía delante), decidí hacerlo hacia la derecha, pues sabía que detrás de la pared estaban las mesas de Adam Hughes y Terry Dodson: podía ver a ambos artistas, girar a la izquierda entonces, y aparecer justo delante de Jim Lee. Fácil, ¿verdad? Pues no.
Moviéndome hacia mi derecha, vi en efecto al gran portadista Adam Hughes en su mesa, y, en el stand de al lado, Aaron Lopresti y Terry Dodson compartían espacio. Estuve hablando varios minutos con Dodson, preguntándole cuándo íbamos a ver el segundo número de su magnífica serie europea Coraline –mejor que esperemos sentados-, y estuve apreciando sus páginas y portadas originales que tenía expuestas en la carpeta sobre la mesa. Y cuando finalmente me despedí y giré la esquina para ver a Jim Lee, el dibujante había desaparecido y ya no le volví a ver el pelo en ningún momento. Tanto él como Frank Cho, al que tampoco tuve oportunidad de ver (los que sí estaban allí eran sus compañeros de mesa Brandon Peterson y Travis Charest), son los dos artistas que no vi que verdaderamente me hubiera gustado saludar. (Y Humberto Ramos.) A la próxima.
El caso es que, ya que estaba en NFR, me puse a hacer cola para Jeff Scott Campbell, que estaba allí firmando todo lo que estaba vendiendo –que no era poco-, pero que no hacía dibujos durante la convención. Mientras esperaba mi turno pacientemente reparé en Jeph Loeb, guionista que me desagrada bastante-no tenéis más que releer mi crítica de la horrenda Ultimates 3-, pero por supuesto no me acerqué a decirle nada. Finalmente me tocó el turno, y me hice con el calendario 2010 de cuentos de hadas que Campbell tenía a la venta, dos libros suyos de ilustraciones (Monster Green, de tapa dura, y Shades of Gray, de tapa blanda), y una serigrafía limitada de una de las ilustraciones del calendario: la de Alice in Wonderland, como no podía ser de otra manera. (Alicia se iba a convertir, aunque entonces aún no lo supiera, en un tema recurrente en la convención.) Por un lado, quería comprarme todo lo que Campbell había traído (libros de años anteriores se quedaron en la mesa: soy así de duro); pero, por otro, la idea de apoyar su “ética de trabajo” dándole mi dinero por libros de ilustraciones cuando lo que debería hacer es dibujar comics mensualmente me repugnaba bastante. A fin de cuentas, ambos libros recopilan ilustraciones originales con dibujos que ha hecho para coleccionistas privados, posters, y portadas varias para distintas editoriales. O sea, que en vez de ganar dinero dibujando comics, el amigo se dedica a hacer portadas y aceptar comisiones por las que cobra un dineral, y luego encima saca libros recopilando ese material, con lo que vuelve a cobrar por el mismo material que ya tenía hecho. Que no me parecería mal si Campbell no hubiera dejado Wildsiderz sin terminar, y si su Spiderman, anunciado hace cuatro años y medio, hubiera salido ya. Así, lo que hace es echarle morro y sacarles la pasta a imbéciles como yo que vamos y compramos sus libros. Al menos no los compré todos, pero lo cierto es que los dos que compré están pero que muy bien. Maldito Campbell…
Tras todas estas tribulaciones era hora de volver al Sails Pavilion, a ver por qué número iban las entrevistas con las editoriales, pues eran las dos y media y mi turno debía estar al caer. Cargado con todas mis compras y con mi carpeta, subí de nuevo al área de entrevistas, y vi que mi plan había tenido éxito, al menos en lo que a dos de las tres editoriales se refería:
Archenemy Comics: tenía el número 37, e iban por el 17. (Sorprendente)
Committed Comics: tenía el número 42, e iban por el 38. (Excelente)
Dark Horse Comics: tenía el número 48, e iban por el 37. (Muy bien)
Fue entonces cuando Glen se reunió conmigo de nuevo, y juntos esperamos hasta que me llamaron de Committed Comics. La entrevista fue bien, y al editor parecieron gustarle mis páginas, aunque me dijo que debo limitarme a dibujar a lápiz, pues, según él, mis dibujos quedan mucho mejor así que si los entinto. Se quedó una copia de Worlds Collide, y me pidió que le mandara más dibujos a lápiz por correo, tarea que se está probando más difícil de lo esperado ya que no puedo mandarle archivos adjuntos debido a la estructura de la página web de la editorial. Al poco de haber terminado con Committed, Dark Horse me llamó, y tuve una interesante conversación con uno de los dos editores que allí se encontraban. Curiosamente, al editor le gustaron mucho las páginas de Worlds Collide, y dijo que tenía un estilo muy estilizado y muy mío: que no imitaba a nadie, en otras palabras. Sin embargo, por esto mismo, no me veía dibujando series suyas como Star Wars, Aliens, Predator, o alguna de las otras propiedades intelectuales que la compañía tiene licenciadas para publicar. Y tal y como se dice por ahí, en Dark Horse sólo te ofrecen publicar tu propia serie si ya has tenido éxito en el pasado, y como no es mi caso, pues no me ofrecieron publicar Worlds Collide. Aun así, los comentarios de ambos editores fueron infinitamente más positivos de lo que esperaba, lo que siempre es de agradecer.
Lo que verdaderamente sí agradecí en aquel momento fue, por fin, irme a comer, que tenía un hambre que me subía por las paredes. Glen y yo nos sentamos en el suelo enfrente del Ballroom 20 a comernos unos bocadillos de infladísimo precio, y discutimos qué hacer a continuación.
Lo que había que hacer a continuación no admitía discusión, sinceramente: había que ir a ver la presentación de Avatar, la esperadísima nueva película de James Cameron, su primer film desde Titanic, la película que concibió hace treinta años y en la que lleva trabajando catorce, activamente los últimos cuatro. Avatar, película que se estrena en diciembre e imágenes de la cual iban a ser vistas por primera vez en la SDCC. Avatar, la revolucionaria película que iba a ser presentada en el Hall H.
- He oído decir que el Hall H es enorme –dije.
- ¿Cómo de grande? –preguntó Glen.
- Caben seis mil quinientas personas.
- Sí que es grande, sí.
- Más nos vale –dije-. Todo el mundo querrá estar presente.
- ¿A qué hora empieza?
- Es de tres a cuatro y cuarto.
- Son las tres menos cuarto –apuntó Glen-. ¿Crees que podremos entrar?
- Hombre… Seis mil quinientas personas son un montón de personas.
- Ya, pero aun así…
- No perdemos nada por intentarlo. Total, si no hemos entrado cuando la sala esté llena, podemos irnos a hacer otra cosa.
- Bueno –dijo Glen-. Si tú lo dices…
- Y si no entramos, ahora que lo pienso, podemos volver al Sails Pavilion y ver por qué número van los de Archenemy Comics. A lo mejor hasta puedo hablar con ellos.
- Vale.
Todo de un ingenuo que tira de espaldas. Pese a saber que Avatar y Iron Man 2 iban a ser probablemente las dos presentaciones más populares de toda la convención, reconozco que no estaba preparado para el Hall H y sus extrañas reglas de funcionamiento. O más que extrañas, inesperadas.
En defensa de mi intelecto debo decir que mi plan tenía sentido, especialmente una vez hubimos llegado a la cola para entrar en el Hall H, cola que, de tan larga, se tiene que hacer fuera del edificio, para no molestar. Pese a no ser capaz de calcular cuántas personas hay en un grupo inmenso con demasiada facilidad y con tan solo un vistazo, era evidente que había miles de personas haciendo cola. La pregunta era cuántos miles. ¿Seis mil cuatrocientas noventa y ocho? De ser ése el caso, Glen y yo podríamos entrar. Siguiendo este razonamiento, ambos nos dispusimos a esperar pacientemente bajo un sol de justicia mientras la cola avanzaba lentamente. Varios minutos más tarde dieron las tres, pero la cola seguía moviéndose, aunque con lentitud, con lo que no sabía muy bien qué pensar. ¿Acaso empezaría la presentación cuando todo el mundo estuviera dentro, o comenzarían puntuales aunque la gente siguiera entrando? Y fue esta incógnita la que nos hizo permanecer una hora en la cola, preguntándonos si es que la charla se había retrasado, si es que estaban esperando a que la sala estuviese llena, o qué sé yo. El caso es que para cuando entramos en el mítico Hall H eran ya las cuatro y veinte, y la presentación de Avatar había terminado, pues las pantallas de la sala anunciaban que la siguiente presentación, The Imaginarium of Doctor Parnassus, empezaría en breves instantes.
Aquello no tenía mucho sentido. ¿Por qué no habían dicho en la cola que Avatar ya había terminado? ¿Por qué habían seguido dejando entrar a más y más personas lenta pero continuadamente? Fue entonces cuando encontré la respuesta en una de las pantallas de la sala: we do not clear the room between events. O para los que no hablan la lengua de Shakespeare: el Hall H no se vacía entre presentaciones. Eso explicaba por qué nadie había disuelto la cola a las cuatro, una vez hubo empezado Avatar, cuando la sala ya estaba llena: la cola del Hall H no es para ver una conferencia concreta, sino para entrar en la sala, y una vez allí, puedes hacer lo que te plazca. O sea, que la gente que había entrado a la vez que yo podía no estar interesada en ver Doctor Parnassus de Terry Gilliam a las cuatro y media, sino la presentación de Pandorum (en la que yo mismo estaba interesado) a las cinco y cuarto, la de Kick-Ass a las seis menos cuarto, o la de Thirst a las seis y media. En otras palabras: que si quería ver algo en el Hall H, más me valía llegar allí con horas de antelación.
Esta revelación, aunque útil y valiosa, suponía un problema: tener que renunciar a ver ciertas sesiones en otros lugares para hacer cola y poder ver otras en el Hall H. De hecho, suponía otro más: la imposibilidad de asistir a una presentación en el Hall H, irme a otro sitio, y luego volver a ver algo en dicha sala. Una vez se entraba en el Hall H, parecía, era para siempre. O hasta el resto del día. Más que nada, para sacarle el máximo rendimiento a las horas de cola que te había tocado tragarte. Este conocimiento me vendría bien el viernes, pensé.
Siendo más sabios y empezando a considerarnos veteranos de ComicCon, Glen y yo regresamos al Sails Pavilion para ver por qué número iban los archienemigos. Si recordáis, a mí me habían dado el número 37, pero a las dos y media, cuando me había pasado a averiguar por qué número iban, sólo habían llegado hasta el 17. Si en dos horas y media habían entrevistado a diecisiete personas y desde entonces habían pasado algo más de dos horas, era posible que me fuera a tocar el turno pronto, ¿verdad? Una lástima que, al llegar a la mesa de Archenemy, recordara –una vez hube leído el cartel- que la editorial sólo iba a estar allí hasta las tres de la tarde, y ya eran las cuatro y media. El consuelo que me quedaba fue que, dado lo lentos que habían sido, era imposible que me hubiesen llamado mientras perdía el tiempo –quiero decir “ganaba experiencia”- en la cola del Hall H.
Glen estaba cansado, así que se fue al hotel con mi carpeta, para que yo pudiera moverme con mayor libertad por entre los rebaños de aficionados, y quedamos en reunirnos en la habitación para cenar. Una vez solo de nuevo, consulté mi mapa y mi lista de sesiones interesantes (imposible ya acceder al taller de Image, impensable volver al Hall H para ver Pandorum), y recordé que todavía tenía el pase para la tienda de Hasbro, y dado que las dos de la tarde ya habían pasado, decidí acercarme al stand del gigante juguetero.
La cola era, como en todas partes, monstruosa, pero me resigné y me puse a esperar. Eso era malo. Incluso peor fue cuando, veinte minutos más tarde, uno de los tipos de la organización se acercó al chico que había dos personas delante de mí y le dijo que estábamos haciendo la cola al revés.
- ¿Cómo que al revés?
- Estáis yendo en el sentido de las agujas del reloj, pero la cola se mueve en sentido contrario.
- Qué broma con tan poca gracia, oye.
- No es una broma. Mirad –dijo, señalando hacia algún lugar a nuestra derecha-. Es de ahí de donde viene la cola para entrar por esta puerta, no de donde vosotros venís.
- Pero a nosotros nos han dicho que era por aquí –protestó el chico.
- Imposible. Tenéis que dar la vuelta.
Viendo que rechistar más era inútil, la gente se dio la vuelta, lo que supuso un curioso fenómeno: que toda la gente que había llegado después de mí para hacer cola se encontraba ahora delante de mí. Ellos, más las incontables decenas de personas que ya antes se hallaban delante de mí. Yo no quería, pero fue entonces cuando empecé a cabrearme. Probablemente me quedaba una hora y cuarto u hora y media de cola, después de haber estado allí ya durante veinte minutos, después de haber estado una hora en la cola del Hall H, todo para ver nada. Pese a mis esfuerzos por controlarme, los dientes empezaba a asomarme, y una extraña película roja parecía nublarme la vista. Haciéndoles un favor tanto a la gente a mi alrededor como a mí mismo, decidí mandar a Hasbro a paseo hasta el día siguiente, y dedicarme a otra cosa.
Esta decisión se probó de lo más acertada, ya que pude por fin acercarme a la sección de la sala de muestras conocida como Artist’s Alley, que, como su propio nombre indica, es el espacio en el que los dibujantes que no tienen mesa propia o que no la comparten con otros artistas, editoriales, u organizaciones en la enorme sección central de la sala están situados. Es aquí donde puedes conocer a un montón de dibujantes, pedir dibujos, comprar lo que sea que tus favoritos vendan, o simplemente pasearte y ver a cuántos artistas reconoces. En mi caso –y mira que estoy enterado de lo que pasa en el mundillo-, sólo reconocí a una minoría: Hilary Barta, Sanford Greene (Army of Darkness), el legendario Gene Colan, David Petersen (Mouse Guard), la colorista Christina Strain, y varios dibujantes de WildStorm como Oliver Nome, Michael Lopez, Carlos D’Anda, y los dos con quienes conversé, J.J. Kirby, y Richard Friend.
J.J. Kirby nunca ha sido uno de mis dibujantes favoritos. Sus números de Backlash me dejaron algo frío, y todo lo que ha hecho después ha provocado una reacción similar. Todo, excepto una ilustración que hizo hará cosa de cuatro años y que resulta ser uno de mis dibujos favoritos de todos los tiempos. Y mira qué casualidad, que justamente tenía litografías –o como se diga- de ese fantástico dibujo a la venta. Más casualidad aún: su carpeta, sobre la mesa, estaba abierta por precisamente esa página. Casualidad al cubo: es una ilustración de Alice in Wonderland.
Ante la absoluta imposibilidad de no acercarme y no comprar el dibujo, me acerqué a saludar al dibujante, y le expliqué lo mucho que me gustaba su dibujillo de Alicia. Uno de mis dibujos favoritos de la historia, estupendos colores, gran composición, subtexto cachondete en más de un sentido, qué gran trabajo. El amigo Kirby se partía de risa y me agradecía profusamente entre carcajadas que me gustara tanto. Me contó entonces que había hecho el dibujo para la mujer de Richard Friend –situado un par de mesas a su izquierda-, y que el original lo tenía ella.
Después de hablar un poco más con él, me pasé por la mesa de Richard Friend, y hablé un poco tanto con él como con su esposa, pero no sólo lo hice por el dibujo de Alicia, sino porque hace tres años le compré a Rich varias serigrafías limitadas –o como se llamen- por Internet, y el artista fue tan amable de mandarme los números 1 de todas las que le compré, más una gratis por haber comprado tantas. Así pues, me presenté y le conté quién era, y o bien se acordaba de mí o fingió hacerlo, pero el caso es que dijo que sí, que sabía quién era, y que se alegraba de conocerme. Entonces su mujer vio el dibujo de Alice que había comprado, y me dijo que tenía el original de Kirby, que se lo había hecho porque sabía que ella era aficionada a los libros del amigo Carroll, a lo que no pude sino contestar que tenía que ver la ilustración de Campbell sobre el tema para el calendario 2010.
Después de despedirme de la agradable pareja seguí caminando, y me encontré con la mesa de Tom Nguyen, quien confieso no sabía quién era, pero a quien le compré otra seri-litografía que tenía en la mesa que me hizo gracia. Esto me dejó con cero dólares en efectivo –el noventa y nueve por ciento de la gente en la SDCC sólo acepta efectivo en las transacciones-, y como además iba cargado con las gigantes ilustraciones, decidí regresar al hotel aunque aún quedase una hora para cerrar la sala de muestras. Una vez allí, Glen y yo decidimos ir a cenar a un estupendo restaurante italiano que había cerca del hotel, y el formidable calzone que me pedí me dio la energía necesaria para refinar mis planes para el viernes. Con todo lo que tenía pensado más la valiosísima experiencia que había ganado durante el día, no cabía duda de que el viernes iba a ser incluso mejor que el jueves. La duda no cabía, o no quería que cupiese.
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