Sinopsis (según la Fnac)
Las tediosas vacaciones en casa de sus tíos todavía no han acabado y Harry Potter se encuentra más inquieto que nunca. Apenas ha tenido nocitias de Ron y Hermiones, y presiente que algo extraño está sucediendo en Hogwarts. En efecto, cuando por fin comienza otro curso en el famoso colegio de magia y hechicería, sus temores se vuelven realidad.
El Ministerio de Magia niega que Voldemort haya regresado y ha iniciado una campaña de desprestigio contra Harry Potter y Dumbledore, para lo cual ha asignado a la horrible profesora Dolores Umbridge la tarea de vigilar todos sus movimientos.
Así pues, además de sentirse solo e incomprendido, Harry sospecha que Voldemort puede adivinar sus pensamientos, e intuye que el temible mago trata de apoderarse de un objeto secreto que le permitiría recuperar su poder destructivo.
El libro
Por varias razones, este Harry Potter and the Order of the Phoenix es uno de los libros a los que menos cariño guardo de toda la saga. No estoy diciendo con ello que sea un mal libro, pues en general mantiene un gran nivel, y está repleto de momentos memorables. Pero me encontré con varios factores que juegan en su contra.
Para empezar, no juega nada en su beneficio el hecho de presentar un parón dentro de la trama general de la saga. Donde el libro anterior terminaba con Voldemort descubriéndose al lector como amenaza, ya no futura, sino presente, éste empieza con Harry de nuevo en casa de sus tíos (fórmula que, a mí personalmente al menos, ya me empezaba a cansar), sin la sensación de que haya ningún peligro real a la vista. Éste Order of the Phoenix no narra una guerra abierta, como yo al menos esperaba, sino un periodo de calma relativa antes de la tormenta. Los dioses de los cielos están concentrados en preparar su arsenal antes de lanzar un ataque. No es que crea que sea un error por parte de la Rowling el haber planeado así su historia. Pero lo que creo que sí es un error es hacer coincidir este periodo de guerra fría con el libro con el número de páginas más alto de toda la saga.
La historia de este quinto volumen tampoco es tan redonda como las anteriores. Para el capítulo octavo coge ritmo y ya resulta imposible apartar los ojos de él, pero, hasta entonces, la historia no ha avanzado sino de forma dubitativa, sin otro punto de referencia para el lector más que el juicio al que el Ministerio de Magia va a someter a Harry. Y es que la amenaza de un par de dementors en el primer capítulo no me parece combustible suficiente para mantener una lectura atenta durante siete capítulos enteros. Como a Harry, al lector le da esta vez la impresión de que el comienzo del año lectivo en Hogwarts no vaya a llegar nunca. De hecho, por primera y única vez la Rowling se desvía un poco de su maravillosa manía de no incluir más información de le necesaria para el correcto desarrollo de su historia, y durante estos primeros capítulos el lector aprende muchos más detalles sobre la Casa y la Familia Black de los que realmente necesita conocer.
Otros acontecimientos, más tarde en el libro, no ayudan a mejorar mi visión general de éste. Estoy pensando concretamente en las clases particulares de Occlumency que Harry recibe por parte de Severus Snape. Aparte de ilustrar lo importante que sería que Harry pudiera bloquear mentalmente a Voldemort, información que el lector podía haber recibido de muchas otras maneras, las clases de Occlumency no hacen sino empantanar el ritmo de la novela. Ocupan varias páginas, durante ellas no pasa nada de relevancia, y al final no llevan a ningún sitio. Vale que gracias a estas clases el lector es testigo de un recuerdo especial de Snape, pero eso no deja de ser muy poco bagaje a favor.
Exceptuando las citadas clases de Occlumency, una vez llegamos a Hogwarts la novela gana en ritmo de manera dramática, y el libro se pone al nivel de sus predecesores. A partir de ahí la estructura de la historia es inmaculada, aunque la trama dedicada a las visiones de Harry sobre el paradero de Voldemort resulta demasiado previsible. Leyendo, no me cabía duda ninguna que la visión sobre Sirius no era más que una trampa, dijera Kreacher lo que dijera sobre el paradero de su amo. Al menos la Rowling fue lo suficientemente inteligente para no poner a nuestros héroes a correr hacia una emboscada tan evidente sin hacer el más mínimo esfuerzo por usar antes la cabeza (puntos extra para Hermione).
La subtrama Ministerio de Magia vs. Hogwarts (dando por hecho que la trama principal es la búsqueda del "arma" con que se quiere hacer Voldemort) es sin duda lo más interesante del libro. Ya desde los primeros capítulos el enfrentamiento Fudge-Dumbledore lo impregna todo, y sus ramificaciones son incontables. La de Yate aprovecha aquí para, desde el comportamiento de Fudge, realizar una feroz crítica a la clase política de nuestro mundo, quienes, como el Ministro de Magia, se resisten a reconocer la evidencia cuando ésta no les favorece, y, desde la inseguridad, atacan con fuerza a todo aquel que se atreva a llevarles la contraria. Parece sacado de la vida misma, el pobre de Cornelius.
Hablaba de ramificaciones incontables. Bien, el enfrentamiento entre ambos provoca varios sucesos (Harry es casi expulsado de Hogwarts, Dumbledore es condenado al ostracismo, la propia sociedad mágica se divide en dos facciones...), pero ninguno tan importante para el desarrollo de la historia como la burocratización de Hogwarts. Que es donde entra en escena uno de los personajes más interesantes de toda la saga: Dolores hem-hem Umbridge.
La Umbridge se convierte en un personaje clásico ya desde el primer momento, pues es una figura tan real como la vida misma, la institutriz que, esgrimiendo las banderas de la rectitud y la decencia, transgrede otro tipo de reglas morales más importantes aún, como lo son el respeto a los demás y a su identidad. Desde su aparente inocencia, este tipo de personaje es incluso más dañino que todo un Voldemort. El último no tiene reparos en provocar dolor físico en busca de su propio beneficio. La primera tiene aún menos reparos en abrir el alma de alguien y escupir dentro, siempre desde una imagen de inocente superioridad moral. Sé que este tipo de personaje no habita sólo la ficción, porque me han hablado de varias personas que siguen el mismo patrón. Es lo que tiene tener amigos trabajando en colegios de monjas.
La Rowling sigue desarrollando la personalidad de nuestros héroes libro tras libro. Harry Potter, quien ya tiene quince años, sufre ahora de lo que cualquier adolescente a esa edad: un revolucionamiento hormonal. Durante todo el libro, quizá sobre todo en los primeros capítulos, reacciona con más mala hostia de la habitual, y se obceca en la idea de que es un incomprendido y que todo el mundo está siendo injusto con él. Palabra de adolescente. Para ser justos, razones no le faltan para sentirse así. Para su desesperación (y la del lector) se pasa casi todo el verano en casa de sus tíos, sin recibir ninguna noticia de su entorno mágico. Y, una vez de vuelta a éste, sigue sin recibir de sus mayores más información de la estrictamente necesaria. La Rowling utiliza así un recurso demasiado fácil para mantener la tensión durante la novela. Si el protagonista no sabe todo lo que se está cociendo, tampoco lo sabrá el lector, quien se ve obligado a seguir pasando páginas en busca de respuestas. El problema es que Harry merece como nadie recibir esas respuestas, pero nadie se las da. Esto, que podría haber sido un defecto fatal para la novela, es convertido brillantemente por la de Yate en un acontecimiento digno de mención para otro personaje, Dumbledore. Al final de la novela, como en anteriores libros, Harry se reúne con Dumbledore en su oficina para, tanto él como el lector, recibir explicaciones de lo ocurrido. Dumbledore aclara mucho entonces, como por ejemplo cuál es la razón de que Harry siga yendo a casa de sus tíos cada verano, con la que el lector (o al menos yo) queda por fin satisfecho. Y también explica por qué Harry ha sido mantenido a oscuras. La Rowling justifica el no haber dado más información antes (una necesidad para la historia) en base a que Dumbledore ha cometido un error. Ha actuado de manera equivocada, y como tal lo reconoce. Bien: esta explicación, que en cualquier otro personaje sería risible, por tramposa, en Dumbledore, un personaje que hasta ahora había resultado infalible, el mago que todo lo sabe y todo lo ve, funciona completamente. No sólo porque es creíble, sino porque hace a Dumbledore creíble a su vez. De su imagen de personaje todopoderoso pasa a desvelarse como una persona frágil en ocasiones, que comete errores y tarda tiempo en enmendarlos. Harry lo ve, y el lector lo ve a su vez. Fue aquí, en este preciso momento, en el que Dumbledore me terminó de ganar como personaje. Buen trabajo de nuevo, Rowling.
Un fuerte sentimiento de comunidad impregna así las páginas de Phoenix, pues ya son dos las asociaciones secretas que figuran de manera prominente en él: la recién citada, y la que da nombre al libro. Apurando, hasta Voldemort y sus Death Eaters podrían ser considerados como otra. Muchos personajes, viejos y nuevos conocidos, pululan por la llamada Room of Requirement (cuya aparición aquí no será ni mucho menos la última de la saga), tales como los gemelos Weasley, que continúan con su ansia emprendedora y protagonizan uno de los momentos estelares de la serie, Neville Longbottom, la gran Luna Lovegood, Ginny Weasley y su novio de turno, o Cho Chang, quien iniciará una relación con Harry que ya desde sus inicios se intuye con poco futuro. Por otro lado, lo mismo pasa con la llamada Orden del Fénix. Una procesión de personajes, tanto nuevos como viejos conocidos, mantienen la Casa Black como cuartel general: Dumbledore, McGonagall, Snape, Lupin, un recuperado Mad-Eye Moody, los Weasley, Mundungus Fletcher, Kingsley Shacklebolt y la genial Nymphadora Tonks. Por supuesto, en este último grupo tiene cabida Sirius Black, pero le he dejado para el final porque, spoiler a la vista, ésta es su última aparición en la saga. De nuevo, Harry pierde un referente paterno. Debo reconocer que no quedé completamente satisfecho con la desaparición de Black. Primero, porque, pese a ser muy pocas veces el centro de atención, se había convertido ya en un personaje de los más interesantes, con ése aire de león enjaulado y su inmadurez característica. Y, segundo, porque nunca me quedó claro que hubiera muerto realmente. Para el final de Deathly Hallows, aún estaba esperando su reaparición. Demasiada ficción he visto y he leido como para dar una muerte por segura si no hay un cadáver de por medio. Me alegro de que la Rowling no haya recurrido al recurso tan barato ya del "es que no estaba muerto realmente", pero, aún así... Una gran pérdida.
La película
Escrita por Michael Goldenberg y dirigida por David Yates (quien ya no abandonará el timón durante el resto de la saga), no cabe duda de que Order of the Phoenix es una película entretenida, buen ejemplo de cómo son los films Potter. Yates rueda con solvencia, y el desarrollo de la historia logra mantener enganchado al espectador durante más de dos horas. El defecto que le encuentro, aunque supongo que se podría hablar de una cuestión de gustos, es su ritmo, constante y lineal, muy parecido al de las primeras películas dirigidas por Chris Columbus. Exceptuando algún que otro montage, y alguna que otra dinámica transición, la película avanza siempre en tercera, sin acelerar en ningún momento, ni siquiera durante la batalla final en el Ministerio de Magia.
Irreprochable visualmente hablando, Order of the Phoenix introduce varios cambios sobre el libro en el que se basa, todos más o menos necesarios y muy bien pensados. No habrían estado mal diez minutos más de metraje, sobre todo teniendo en cuenta que ésta es la película de menos duración de toda la saga hasta el momento. Lo que ya es mucho decir, sabiendo que está basada en el libro más largo.
Los actores, como siempre, están a la altura. Daniel Radcliffe interpreta con solvencia un papel exigente, y Emma Watson y Rupert Grint hacen todo lo que se pide de ellos. En cuanto a los secundarios, la mera cantidad de grandes actores presentes en pantalla, a veces simultáneamente, es casi mareante. Actrices de la talla de Imelda Staunton (quien crea una Dolores Umbridge excepcional) y Helena Bonham Carter se unen a los Alan Rickman, Gary Oldman, Michael Gambon, Emma Thompson y Ralph Fiennes para completar la nómina más larga de grandes estrellas británicas por píxel cuadrado. Una delicia para los sentidos.
Mis momentos favoritos
La mayoría de ellos surgen sin duda de la subtrama Fudge vs. Dumbledore, ésa que todo lo impregna. Así, desde la aparición de Dumbledore en el juicio a Harry al principio del libro (durante la que potencia su imagen de infalibilidad), hasta la lucha final en el Ministerio de Magia, con el enfrentamiento entre Voldemort y el propio Dumbledore, los momentos memorables se suceden a un ritmo vertiginoso. Sólo ya el Headmaster de Hogwarts, por ejemplo, cuenta cada una de sus escasas apariciones durante el libro como grandes momentos. Las ya citadas escenas del juicio y la batalla final son buenas muestras de ello, como también lo es aquella en la que Fudge y Umbridge le informan de que Harry debe ser expulsado de Hogwarts por liderar el llamado Dumbledore's Army, pero Dumbledore no sólo asume la culpa, sino que amaga enfrentarse a aquellos que quieren arrestarle. Mientras leía, creí percibir el aroma que subía en aquellos momentos desde los pantalones de Fudge.
Debo destacar muchos otros momentos: la fuga masiva de Azkaban y la consecuente aparición de ese personajazo que es Bellatrix Lestrange, los esfuerzos de Ron para hacerse un hueco en el equipo de quidditch de Gryffindor, la subsecuente cancioncilla "Weasley Is Our King", la pluma mágica que la Umbridge utiliza para castigar a Potter (nuevo ejemplo de hasta qué punto la Rowling se esforzó en trabajar cada pequeño detalle)...
Pero, si tuviera que elegir por encima de los demás un solo momento inolvidable, me quedaría por supuesto con los gemelos Weasley y su despedida a lo grande de Hogwarts. Un momento de liberación dentro del régimen tiránico de la Umbridge. Mientras leía la escena, me costó contenerme para no gritar a la par que los estudiantes de Hogwarts con el despliegue de caos rebelde de Fred y George.
"Give her hell from us, Peeves."
Y Peeves lo hizo. Con ayuda de McGonagall y el resto del profesorado.
La lectura de Harry Potter and the Order of the Phoenix me duró apenas tres días, y me dejó con ganas de más. Por suerte, la siguiente entrega de la serie, Harry Potter and the Half-Blood Prince, estaba esperando su turno diligentemente, y no me costó nada cargar el archivo correspondiente. Ahora que el Ministerio de Magia había aceptado que Voldemort había regresado para quedarse, eso significaba la guerra, ¿no? No más calma antes de la tormenta, ¿verdad?
Sin dudar siquiera, comencé a pasar páginas. Y, en efecto, poco a poco comenzó a llover.
6 comments:
Éste debe ser sin duda el post más largo y sesudo de toda la historia de Sunny Jhanna. Menuda currada te has pegado, Hal!
Tanto el libro como la peli me gustan, pero el caso es que ésta y la siguiente son las pelis/novelas de las que menos recuerdo. Algo que sí recuerdo de mi lectura del libro es pensar lo enfadado y malhumorado que Harry se pasa la práctica totalidad de la novela. Me pareció, como bien apuntas, que la autora capturó el sentirse adolescente a la perfección, pero llegó un momento en que la que bien llamaste hace un par de entradas "mala hostia" del amigo Potter me llegó a cansar. ¿En serio, Harry? ¿No te das cuenta que esta gente te quiere ayudar y proteger? ¿Por qué no te lo tomas todo con un poco más de calma? Porque entonces, supongo, no sería Harry Potter.
La señorita Umbridge es uno de los personajes más despreciables con que me he cruzado, y la odié (y odio) a más no poder, lo que no es una crítica sino todo lo contrario: hay que ver qué gran personaje creó la amiga JK. Es que sólo de pensar en ella y su smug face me dan ganas de patearle el rostro hasta convertirlo en una masa tumefecta, amoratada y amorfa. Grrrr!
En fin. Voy a tranquilizarme, que hace demasiada calor para enfurecerse debido a personajes de ficción. Esperamos tus sesudas reflexiones sobre Half-Blood Prince pronto!
Jajajaja esta claro que todio odiamos a Dolores, yo como bien has dicho me he encontrado con algunas personas que superan ampliamente a este personaje, en maldad y en creencia de que ellos son los buenos y el resto los malos.
Lo mejor de libro la creacion del ejercito de Dumbledore y lo peor que Harry este todo el rato de mal humor, es para darle dos leches o mas.
Como siempre una currada impresionante.
Gracias a ambos. Sobre la Umbridge estamos de acuerdo todos, qué duda cabe. Creo que hasta Stephen King dijo que era uno de los mejores villanos literarios de los últimos tiempos.
Sobre el amigo Potter y su poca paciencia con los demás, coincidimos en parte, Fel. Estoy de acuerdo en que es enervante que no sea capaz de relajarse ni un momento. Pero también creo que realmente está muy bien caracterizado, y que su actitud con Dumbledore refleja un poco la actitud del lector con la Rowling. A estas alturas aquellos merecen respuestas claras, pero éstos aún prefieren no proporcionárselas. Es un poco como Lost. Que los guionistas se resistan más tiempo del necesario a dar respuesta a cada pregunta se lleva mucho mejor si algún personaje se queja de eso mismo en voz alta.
Mis sesudas reflexiones sobre el próximo libro deberían estar en vuestras pantallas de ordenador este martes, pero no sé si me va a dar tiempo a acabar el post. Si es que no, ya pondré algún otro que tengo en reserva.
Al menos JK Rowling da las respuestas en algún momento, al contrario que cierta serie de televisión que no mento para no enfadarme de buena mañana. Y estoy de acuerdo en que se hace más llevadero si algún personaje se queja, como Hurley solía hacer en Lost con las paradojas temporales... ¡Vaya, hombre! He acabado nombrándola. A desenfadarse toca...
Jajaja. Quiza deberías plantearte escribir un post de desahogo al respecto. Para sacar todo el veneno que te ha quedado dentro.
No es mala idea, hahaha. A mi último email me remito :)
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