Sin un mísero entreacto de por medio para ir al lavabo, me lancé a la lectura del tercer libro de la saga del niño que vivió. Como ya me había ocurrido con Harry Potter and the Philosopher's Stone, ya conocía la historia a grandes rasgos, pues años antes había visto su correspondiente adaptación cinematográfica en pantalla grande. A decir verdad no recordaba mucho de aquella, pero, me temo, sí lo suficiente como para llevar un par de importantes giros de la historia reventados de antemano. ¿Tanto me importó a la hora de leer esta siguiente entrega de la saga? Vamos a verlo.
Sinopsis (según la Fnac)
Igual que en las dos primeras partes de la serie, Harry aguarda con impaciencia el inicio del tercer curso en el Colegio Hogwarts de Magia. Tras haber cumplido los trece años, solo y lejos de sus amigos, Harry se pelea con su bigotuda tía Marge, a la que convierte en globo, y debe huir en un autobús mágico. Mientras tanto, de la prisión de Azkaban se ha escapado un terrible villano, Sirius Black, un asesino en serie con poderes mágicos que fue cómplice de lord Voldemort y que parece dispuesto a borrar a Harry del mapa.
Y por si esto fuera poco, Harry deberá enfrentarse también a unos terribles monstruos, los dementores, seres abominables capaces de robarles la felicidad a los magos y de eliminar todo recuerdo hermoso de aquellos que osan mirarlos. Lo que ninguno de estos malvados personajes sabe es que Harry, con la ayuda de sus fieles amigos Ron y Hermione, es capaz de todo y mucho más.
El libro
Como ya he destacado, el conocer de antemano los grandes rasgos de la historia narrada en este tercer volumen no me vino precisamente bien. De la película no recordaba casi nada, pero sí, por ejemplo, que hacia el final los protagonistas viajaban atrás en el tiempo, y que Sirius Black no resultaba tan malvado como se le suponía ser. Demasiado bagaje contra un disfrute total de la historia.
Igual que en los anteriores libros, la Rowling crea una historia detectivesca que no es aclarada hasta los últimos capítulos, y el conocer su resolución de antemano no me hizo, de nuevo, ningún favor. Dicho esto, dado que aquí el whodunit no tiene un papel tan pronunciado como en Chamber of Secrets, ya que este tercer volumen casa más si cabe con el género de aventuras fantásticas, mi lectura no sufrió tanto como pudiera imaginarse. Claro que cada vez que Hermione desaparecía entre clases yo ya sabía exactamente lo que estaba pasando. Es lo que hacen los spoilers. Pero así y con todo, Prisoner of Azkaban me pareció sin duda una digna continuación.
Uno de los principales fuertes de este libro sobre sus predecesores es su ambientación, claramente más oscura. Todo el mérito de esto hay que otorgárselo (bueno, a la Rowling primero, claro) a la presencia de unos nuevos personajes, los dementors. Estos seres que funcionan como agujeros negros para la esperanza permiten a la de Yate explorar por primera vez sin ambages uno de los temas más recurrentes de toda la saga: la propia muerte. Ya en los primeros libros se había hablado de ella tangencialmente, principalmente a través del sacrificio de los padres de Potter. Ahora, por primera vez, J.K. Rowling aborda el tema con fuerza.
Es gracias a estos personajes también, los dementors, que Harry comienza a dejar de ser poco más que un arquetipo, y gana en complejidad. Nuevos miedos entran en su vida, dudas acerca de su propia existencia. Miedo a la muerte, miedo a los dementors, dudas acerca de su estrecha relación con Voldemort (¿porque acaso no estuvo a punto el Sorting Hat de meterle en Slytherin?) Estos nuevos problemas de un Harry que da sus primeros pasos hacia la adolescencia, problemas cada vez más reales y acuciantes, dotan de profundidad a la lectura, y, con ello, el interés del lector medio gana enteros.
Junto a Harry, el resto de personajes también comienza a crecer y desarrollar deseos y preocupaciones. Ron empieza a darse cuenta de lo que significa vivir a la sombra de un elegido, y Hermione, que sufre como nunca antes la presión de los estudios, lucha por conciliar su relación con el propio Ron contra el cabezonerismo de éste. Mientras tanto, Dumbledore y el resto del staff de Hogwarts siguen en su mundo aparte (menos Hagrid, claro, Hagrid no cuenta).
Como el año anterior, nuevos personajes hacen su aparición, algunos para quedarse. Remus Lupin, un personaje muy interesante acechado por sus propios fantasmas, desempeña el papel de figura paterna para Harry (algo de lo que éste está muy necesitado), papel que a partir de las últimas páginas del libro pasará a los hombros de otro de los recién llegados: Sirius Black. La aparición de tanto personaje adulto atormentado contribuye al oscurecimiento de la historia, y de nuevo acertamos a atisbar que el mundo de la magia no acaba en Hogwarts.
Buen libro, en resumen, que lleva a la saga en una dirección de la que no se apartará de nuevo. Si además de eso durante el clímax tenemos viajes en el tiempo, ¿qué más se puede pedir?
La película
Escrita por, de nuevo, Steve Kloves y dirigida por Alfonso Cuarón, la adaptación de Azkaban resulta un giro de 180º con respecto a sus predecesoras. Kloves y Cuarón trinchan el libro, lo desmenuzan, lo meten en la turbomix y, como el protagonista de El perfume, lo reducen a su esencia para, a partir de ahí, convertirlo en película. Sin piedad eliminan varias escenas del libro, crean otras nuevas, y dotan de un significado extra a las que sobreviven. El resultado es, casi sin duda, mi película favorita de toda la saga. Lo cual no deja de ser curioso, porque es la que más se aparta de la obra original. Aunque, como bien sabe mi querido Fel, eso no tiene por qué ser necesariamente malo.
Cuarón filma una historia dinámica y completamente visual, vibrante, dándole una ambientación muy particular a las escenas en que los dementors hacen su aparición, potenciando su amenazante presencia, y contrapesándolas con otras escenas de corte intimista y visión optimista. Mientras que las dos películas dirigidas por Chris Columbus mantenían de principio a fin la atención del espectador de un modo lineal, sin altibajos, Cuarón nos regala una montaña rusa de emociones.
Los actores cumplen sus papeles con creces, y se agradece que la trama le conceda tiempo en pantalla a gente como David Thewlis (Remus Lupin), el siempre grande Gary Oldman (Sirius Black), el no menos grande Timothy Spall (Peter Pettigrew) y, cómo no, Alan Rickman en una nueva clase maestra de interpretación.
La mano de Cuarón permite que aspectos técnicos de la película tales como la fotografía, los efectos especiales y el sonido brillen con luz propia. El trabajo de estos departamentos hace que cada escena destaque, repleta de vida, incluso aquellas que coquetean con la muerte en forma de dementors. Y no puedo sino dejar para el final una mención especial para John Williams, que se saca de la manga una banda sonora inconmensurable, heterogénea pero bien estructurada a la vez, que potencia las imágenes con una fuerza demoledora. A lo que nos tiene acostumbrados, vamos. Cada vez que se le ha dado a este hombre una buena base sobre la que trabajar, los resultados han sido espectaculares. George Lucas, te estoy mirando.
Mis momentos favoritos
Con cada nueva entrega de la saga, más cosas me van quedando para el recuerdo. Debo destacar sin duda grandes momentos como las clases de Lupin en las que un pobre boggart hace de muñeco de pruebas para los estudiantes, con hilarantes resultados (a la foto me remito). Y, hablando de clases, me meo con las lecciones de la Trelawney o, más bien, con cómo las sufren nuestros pobres protagonistas.
Mención aparte merece el campeonato de quidditch, al que presté mi atención más que nunca antes gracias al papel como capitán de los Gryffindor de un Oliver Wood desesperado por ganar antes de abandonar Hogwarts. Qué puedo decir: pese a que no aparece en más de un par de páginas en toda la saga, Wood me ha caído bien. Empatizo con el pobre. De hecho, el único cambio que, aunque comprensible, me apena en la adaptación al cine es no haber podido ver en pantalla grande esa gran final.
Muchos detalles más me vienen a la cabeza. El Marauders Map. ¿Quién no hubiera querido tener de niño tamaña herramienta de fechorías a su disposición? (Y aún hoy.) Ron babeando por la nueva Firebolt de Harry. Buckbeak. Hermione dándole un puñetazo a Draco. En serio, no sé si será por el cambio de tonalidad, o porque cada libro que pasa lo tengo todo más reciente en mi cabeza, pero cada vez me cuesta menos vencer a mi Alzheimer y recordar grandes momentos puntuales.
Tres libros fuera, cuatro para terminar. A estas alturas ya no me quedaba ninguna duda de que iba a leerme la saga entera sí o sí, por lo que me abalancé sobre el siguiente volumen, Harry Potter and the Goblet of Fire, prácticamente sin respirar. Sin un vistazo previo. No podía esperar para descubrir quién sería el próximo profesor de nuestros protagonistas en Defense Against the Dark Arts. ¿Mereció la pena? Bueno, para eso aún tendréis que esperar unos pocos días. Hasta entonces...
Mischief managed!
5 comments:
Mischief managed indeed, my friend! Como ya apunté el otro día, Azkaban es una de mis tres películas favoritas de la serie, posiblemente la favorita entre favoritas. Es verdad que el film de Cuarón tiene vida propia, y aunque de pronto todo en el mundo mágico de Harry Potter es más gritty y los colores están bleached out y todo el mundo va más atormentado de lo normal, el cambio resulta ser más para bien que para lo contrario. Y si encima metemos viajes en el tiempo en la trama, el resultado no podría ser más satisfactorio. El puñetazo que Hermione le asesta a Malfoy es memorable y debe ser celebrado con cada nuevo visionado de la cinta; y sus reacciones a la clase de la rara de la Trelawney son también de lo más priceless.
Lupin es también un buen personaje, aunque debo decir que estaba bastante claro que era un hombre lobo. Ya sé que la serie es para jóvenes lectores y tal, pero con todas las pistas que da la autora en el libro, la verdad es que la revelación no me resultó para nada sorprendente.
De todos modos, no penséis que estoy criticando esta tercera entrega de la mágica saga, pues vuelvo a decir que es posiblemente mi peli favorita de la serie. Ansioso espero tus comentarios sobre Goblet of Fire, donde de pronto todo el mundo luce larga melena por alguna razón que se me escapa. Curiosamente, es la película de la que más detalles recuerdo, tal vez porque las tres pruebas del Triwizard Tournament me parecieron estupendas. Pero no adelanto más!
Como bien apuntais todos es de las mejores, si no la mejor, se vuelve todo mucho más serios y peligrosos los dementores estan geniales y Sirius es un personaje que me encanta al que creo que le sacan poco partido.
Lo mismo digo, Nash. No creo que Sirius Black esté desaprovechado, exactamente, porque cumple su función. Pero podía haber dado pero que mucho más de si.
Yo no recuerdo si deducí que Lupin era un hombre lobo o no, Fel. Juraría que sí, porque no recuerdo que me sorprendiera el momento en que se transforma. Y es cierto que saber de antemano, por ejemplo, que su mayor miedo está representado por una luna, pues ya es desvelar suficiente.
Sobre Goblet of Fire, el post mañana. O, más bien, dentro de unas pocas horas ya.
Estoy de acuerdo en que se podría haber hecho más con Sirius Black, pero, como siempre, Rowling no se aparta de la historia que está contando. Y voy a leer el post sobre Goblet of Fire ahora mismo!
Tienes razón, Fel. Yo cuando digo que el señor Black podía haber dado más de si, me refiero a la saga en general, no a este libro en concreto. En mi opinión, se va demasiado pronto, para tener el potencial que tiene. Pero, lo dicho, es la historia de la Rowling, y ella prefirió matarlo para que su pérdida repercutiera en Harry. Perfecto, pues.
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