El otro día terminé de leerme
The Boy Who Harnessed the Wind, la historia de
William Kamkwamba escrita por él mismo con ayuda de Bryan Mealer. En el libro, Kamkwamba narra su infancia en Malawi, y cómo superó tremendos obstáculos como no tener dinero para ir al colegio o no tener comida que llevarse a la boca. Gracias a su tenacidad, constancia, y curiosidad, William empezó a ir a la biblioteca para poder continuar su educación de forma independiente, y fue allí cuando descubrió los misterios de la ciencia en general, y la electricidad en particular. Empeñado en crear electricidad para que su familia pudiera tener luz y no tener que irse a dormir a las siete de la tarde cuando oscurecía, Kamkwamba vio una foto de un molino de viento en uno de los libros, y se pasó los siguientes meses buscando piezas en cementerios de coches y entre la chatarra para construirlo, pues, ni qué decir tiene, ni él ni su familia tenían dinero para comprar tornillos, ya no digamos aspas, rotores, o cualquiera de las piezas necesarias.
Poco a poco, el joven William fue consiguiendo todos los materiales necesarios, y a pesar de las burlas del resto de su pueblo, logró terminar el molino que, para asombro de propios y extraños, no sólo funcionaba sino que generaba electricidad suficiente para encender bombillas y cargar baterías de teléfonos móviles a pesar de su
aspecto algo inusual, pues, entre otras cosas, estaba hecho con un trozo de bicicleta. Al cabo del tiempo, y mientras el joven inventor trataba de crear otras máquinas útiles para su familia, un profesor universitario descubrió el molino, llamó a sus contactos en radio, prensa, y televisión, y las vidas de William cambiaron de la noche a la mañana.
Como podéis ver,
The Boy Who Harnessed the Wind es la típica historia de un chico que persigue sus sueños y consigue triunfar a pesar de las numerosas adversidades: el tipo de historia que me encanta, y, además, en este caso, es totalmente cierta. No sólo eso, sino que William Kamkwamba visitó mi escuela el año pasado, y pude escuchar parte de su historia contada de
viva voz por él mismo. Me hubiera gustado haber leído el libro antes de su charla, pero no pudo ser. De todas formas, y como más vale tarde que nunca, me alegro de haberlo leído por fin, y se lo recomiendo a cualquiera que esté interesado en este tipo de historia: el triunfo del espíritu humano en estado puro.