De risa

Agarraos que la cosa es cachondísima. Uwe Boll, también conocido como Toilet Boll, ha caído prácticamente todo lo bajo que podría caer. El cineasta alemán es casi universalmente aclamado como, si no el peor director de la historia, sin duda el peor de los últimos años. Sus películas son, sin excepción, bodrios intragables que se hunden en la miseria más absoluta cuando se estrenan, y que todos los críticos unánimemente execran como basura en celuloide que jamás debería haber sido perpetrada. Tanto destaca el amigo Boll, que estoy planteándome seriamente crear una etiqueta en Sunny Jhanna a él dedicada.

Como el mismo Boll anunció en un vídeo que os enlacé el mes pasado, su nueva obra maestra, Postal, se estrena este viernes, compitiendo con Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull. Con un par. Pero, ¿he dicho se estrena? Tal vez debería decir se estrenaba. Según este artículo, cuatro y sólo cuatro (4) han sido los cines americanos que han mostrado interés en proyectar la nueva película del alemán. Cuatro cines. Cuatro. En todo el país. No sé cuántas pantallas tenemos aquí en los USA (había 37.396 hace ocho años), pero la proporción es obvia. Y va y el bueno de Boll se nos ha enfadado, y se ha puesto a criticar los gustos de la gente, diciendo que lo único que queremos ver es películas vacías, sin sustancia ni contenido, que los estudios de Hollywood nos hacen pensar queremos ver. Que queremos tragarnos las basura que nos ofrecen otros, en vez de… de tragarnos la suya.

¿Cómo puede el responsable de engendros como Bloodrayne criticar no ya otras películas, sino el hecho de que los espectadores, escaldados en más de una ocasión tras haber asistido al visionado de una de sus cintas, no quieran ver otro film por él perpetrado? ¿Acaso no ha tenido más de una y más de dos y más de tres oportunidades para redimirse y hacer algo medianamente decente? Y mejor aún: el amigo Boll critica a las personas que, en vez de alabarlo por tener el valor de hacer una película “relevante” como Postal, se dedican (nos dedicamos) a criticarlo, a tildarlo de "peor director del mundo", y a firmar peticiones para que deje de hacer películas, cuando lo que deberíamos hacer es rendirnos ante su genio.

En fin. Que a este hombre le gusta ir de víctima, y encima luego nos lo echa en cara. Cuando dijo que iba a estrenar su película compitiendo con Indiana, el hombre era todo risas y cachondeo; pero ahora que los cines le han dicho -y muy claramente- lo subnormal que es al pretender llevar a cabo semejante insensatez, va y se cabrea. Alguien debería hacerle entender al amigo Toilet Boll que él tiene tanto derecho a hacer películas como los dueños de salas cinematográficas tienen a no querer invertir dinero en proyectarlas. El mismo derecho que el público tiene a criticarlo y a pasar de ver su obra.