Por muy buena razón la saga Monkey Island ocupa un puesto de honor entre aquellos juegos. Los dos primeros títulos, The Secret of Monkey Island y Monkey Island 2: LeChuck's Revenge son, aún hoy, frecuentes ocupantes de los primeros puestos de las listas dedicadas a los mejores juegos del género. Y, pese a que nunca he jugado a la tercera y cuarta partes de la saga (The Curse of Monkey Island y Escape from Monkey Island, respectivamente), tengo entendido que, pese a que el gran Ron Gilbert ya no participó en su creación, no dejan de ser dos juegazos.
Algún día lo comprobaré, porque de verdad que les tengo ganas. Tantas, que un día de asueto no pude resistirlo más y arranqué The Curse of Monkey Island, simplemente por ver cómo comenzaba. Y vaya comienzo. La secuencia inicial ya es una delicia, con Guybrush perdido en alta mar sobre un coche de choque y recapitulando en su diario los eventos pasados. Y deseando sobre el papel tener a su alcance agua, plátanos y grog, mientras estos mismos alimentos que nombra pasan flotando a la deriva en primer plano ante su ignorancia. De repente, un cañonazo hace levantar la mirada de nuestro protagonista, y nos encontramos con una imponente isla, una escena de guerra, el título del juego y... música. Esa gloriosa música que da comienzo a los créditos y los acompaña.
No he jugado aún a esta aventura gráfica, pero espero hacerlo pronto. Aún así, sus primeros cinco minutos bien merecen ser nuestro espectacular gran momento en pantalla de hoy.
3 comments:
Sin duda una de mis escenas favoritas de la serie en particular, y del mundo de los videojuegos en general. El diálogo entre LeChuck y Elaine tampoco tiene desperdicio, como tampoco lo tiene el juego entero, que gracias a su estética de dibujos animados, se mantiene fresco y se puede disfrutar hoy en día sin que parezca que tiene los años que tiene ya. ¡Altamente recomendable!
Soy tan malo con las aventuras gráficas que ni me lo planteo y más cuando la mayoría de las cosas que hay que hacer son absurda e ilógicas pero comprendo que tenga sus fieles seguidores
Es cierto lo de que muchos puzzles tienen soluciones ilógicas, aunque muchas veces hay una especie de lógica subyacente bajo esa ilógica. Sé que no me explico, así que diré que, por mucho que la solución parezca una absurdez cuando uno la descubre, hay veces que no he podido dejar de pensar que en cierto modo tenía su lógica. Aunque cogida con pinzas.
Y es verdad que muchas veces lo que hay que hacer es absurdo, pero para mí eso es parte del encanto.
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