La otra noche, Crystal y yo vimos Veronika Decides to Die, una película de 2009 dirigida por Emily Young basada en la novela de Paulo Coelho. Al principio de la película, el espectador conoce a Veronika Deklava (Sarah Michelle Gellar), una mujer que, tras explicar por qué está harta de vivir, se traga un montón de pastillas para poner fin a su sufrimiento. Sorprendentemente (para ella), cuando recobra la consciencia dos semanas después descubre que su intento de suicidio se ha quedado en eso: en intento. O no, ya que los médicos le dicen que, debido a los daños internos causados por el ataque al corazón que provocaron las pastillas, a Veronika sólo le quedan una o dos semanas de vida antes de que el corazón le falle definitivamente. Y esa semana o dos se las va a pasar internada en el hospital psiquiátrico dirigido por el Dr. Blake (David Thewlis). Veronika dice que no, que se quiere morir ya, y que no parará hasta lograr pasar a mejor vida.
Todo esto que os he contado, más la vida de Veronika en el hospital, comprende los dos primeros tercios de la película, más o menos. Hasta ahí, el film no es ni bueno ni malo: se deja ver, y aunque es lento y triste, no está mal. Pero -y cuidado, que os voy a destripar el resto, así que, si no queréis saber nada, saltaos el resto de este párrafo- un día, Veronika está tocando el piano y ve que un paciente del hospital, Edward (Jonathan Tucker), la está mirando tocar. A Edward ya nos lo han presentado antes como un caso perdido, ya que ni habla, ni reacciona, ni se relaciona con nadie, y... y ya os podéis imaginar lo que va a pasar. Pues eso. Un par de noches después, Veronika vuelve al piano, y Edward está allí esperándola. La chica toca con pasión inusitada mientras Edward está ahí plantado mirándola. Cuando termina de tocar, Edward ni se mueve ni reacciona, así que Veronika se desnuda y se masturba delante de él, sentada todavía ante el piano, y cuando termina le dice que está enamorada de él. Entonces, milagrosamente, Edward recupera sus facultades comunicativas (bueno, pasa al día siguiente, pero da igual), se besan, se profesan su mutuo amor, y se fugan del psiquiátrico para que Veronika pueda cumplir sus últimos deseos antes de morir: ver la playa, comerse un taco, y hacer un par de chorradas más. Y al final, cuando Veronika, contenta de haber vuelto a encontrar las ganas de vivir, se queda dormida y Edward piensa que se ha muerto (qué injusto, ahora que quería disfrutar la vida), la voz en off del médico nos revela el giro inesperado (que Crystal predijo a los diez minutos de empezar la película, así que muy inesperado no es que fuera): ¡realmente el corazón de Veronika estaba en perfecto estado, y él le había dicho que se iba a morir para ver si así lograba despertarle las ganas de vivir de nuevo! ¡Y ha funcionado! Así pues, mientras Edward llora desconsolado por la muerte de su amada (es que no le toma ni el pulso, el muy patán: la ve con los ojos cerrados, y asume que está muerta. ¿Es que no la veía respirar?), Verónica se despierta, lo abraza, y ambos sonríen como idiotas. Fin.
O sea. Que la película pasa de dejarse ver a ser un bodrio ridículo, infumable, y completamente esperpéntico. Le doy dos estrellas suicida a los dos primeros tercios del film, y cero al último tercio. Risible y en absoluto recomendable.
2 comments:
jajaja pues no la vere aunque la pongan un domingo por la tarde en A3
Bien que harás. Menudo despropósito de película...
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