La decimocuarta entrega de nuestro festival de Halloween es el cuarto episodio de American Horror Story: Roanoke que, aunque me ha gustado bastante, debo decir que no me ha atrapado tanto como los dos primeros episodios, e incluso el tercero. El motivo es lo que suele pasarle a esta serie, temporada sí y temporada también: que quieren abarcar demasiado y combinar cuantos más elementos, mejor, y acaban saturando al espectador con tantas subtramas que, en realidad, no resultan demasiado interesantes.
En mi opinión, lo mejor de la serie sigue siendo la historia principal de la pareja que ha comprado la casa maldita, pero ahora hay cada vez más y más flashbacks explicando el origen de los inquietos espíritus, y dichos espectros y su historia van cobrando cada vez más protagonismo. Y claro: cuanto más tiempo pasan ellos en pantalla, menos me interesa lo que está pasando. Pero, ¿quién sabe? Tal vez las cosas cambien ahora que ya sabemos básicamente quiénes son todos y de dónde vienen. Espero que sí, porque los dos primeros episodios fueron magníficos, y la temporada tiene potencial para ser una de las mejores de la serie. Habrá que ver qué pasa en próximos episodios...
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