Hay varias razones para ello. La primera y de más peso es que, básicamente, soy menos fiable que un barquito de papel en el Amazonas. Eso es así. Triste, pero es así. Y como tal lo he aceptado.
La segunda razón es que, como bien dicen, el hecho de tener hijos te cambia la vida. Para peor. Al menos en lo que respecta a la calidad de ésta. Vale que según van creciendo las criaturas cada vez va resultando todo más fácil. Vale que el mundo parece nuevo cuando lo ves a través de unos ojos recién estrenados. Vale que compensa. Vaya si compensa. Pero los primeros meses resultan brutales, tanto que mi mujer y yo hemos llegado a vivir en un estado de cansancio permanente que, parece, va aliviándose poco a poco. Si sigue esta progresión y acaba por evaporarse del todo creo que hasta lo voy a echar de menos. O casi no.
Una tercera razón es que, precisamente por lo descrito en el párrafo anterior, durante el último año y pico no he tenido oportunidad de disfrutar de mucho de lo que poder hablar aquí. Mi ritmo de lectura se ha llegado a ver reducido a prácticamente cero, y cada vez que he tenido el tiempo libre suficiente para elegir entre ver, por ejemplo, una película o directamente dormir, he acabado haciendo lo segundo. Aunque mi intención consciente hubiera sido hacer lo primero.
Pero, indolencia y progenie aparte, hay otra razón por la que no me he sentido capaz de escribir una sola crítica de libros, cómics, series o películas durante todo este tiempo. Y es precisamente de esa cuestión de la que quería hablar hoy.
En mi opinión hay un mal endémico que asola a un alto porcentaje de la población, que no es tan malo como el cáncer, pero que también es dañino a rabiar: las personas que tratan sus opiniones personales como si fueran verdades indiscutibles.
Esto pasa a todos los niveles y en todos los ámbitos, y no hay más que escuchar cualquier conversación ajena para descubrir que en muchas ocasiones la gente, y yo el primero, transmite sus opiniones con una vehemencia y una fuerza que hacen parecer que el individuo en cuestión lleva toda la razón. Cuando lo cierto es que en un porcentaje muy alto de ocasiones ésta no suele llevarla nadie por completo, porque, cuando de opiniones se trata, casi cualquier asunto en discusión suele poder ser contemplado comprensiblemente desde varios puntos de vista.
“Es mejor no intervenir militarmente en ese país”, “has hecho bien dejando a tu pareja”, “aquel gol en el último minuto fue en fuera de juego”… Hay ocasiones en las que los hechos objetivos son tan claros, el país ajeno está tan tiranizado, el novio había llegado a tal nivel de desconsideración, el delantero se encontraba tan por delante de la defensa, que puede decirse que existen los datos suficientes para asegurar que lo que éstos respaldan es un hecho casi completamente objetivo. Pero en muchas otras ocasiones esos datos o bien no son suficientes, o dan pie a diferentes interpretaciones. En la vida real, normalmente, las cosas son así: complejas.
Y en la vida que nos interesa en Sunny Jhanna, la vida de la cultura popular, la de la literatura, la música, el cine y la televisión, las cosas no son quizá tan complejas, pero lo que desde luego sí son es muy subjetivas. En el cine, por ejemplo, cada espectador que está sentado en una sala de cine tiene su propia experiencia para con la película que está viendo, una experiencia afectada por sus preferencias personales, por su manera de ver el mundo, por el tipo de persona que es y por cómo se relaciona con lo que le rodea, pero también por su estado emocional en ese momento, por sus expectativas o por las condiciones en las que ve el film. Si dos personas han visto la misma película y han tenido experiencias diametralmente opuestas, ¿cómo puede ninguna de ellas decir que su valoración de la película en función de esa experiencia personal es la única correcta de las dos? ¿Cómo puede nadie, ni el autor o autores de esa película siquiera, proclamar como inválida la experiencia personal, la íntima relación, de cualquier espectador con un largometraje en cuestión?
Sin embargo, eso mismo hacemos constantemente cuando hablamos con los amigos de las películas que hemos visto. Cuando las comentamos por Internet. Cuando, incluso, los críticos profesionales escriben sus crónicas sobre lo que acaban de ver.*
En un mundo de soberbios, yo era el mayor de ellos. Y, como tal, lo demostré varias veces en este blog, escribiendo frases como las siguientes:
“Es una película con un planteamiento muy original y potencialmente muy prometedor... que es desaprovechado totalmente. La película es mala. Muy mala. Una de las peores que he visto en bastante tiempo.”
“El personaje no llega a vivir un conflicto lo suficientemente fuerte, ni una resolución lo suficientemente satisfactoria. Y eso, después de que el espectador haya sido enganchado a la historia con la promesa de ello, es imperdonable.”
“Quiero dejar claro que, como espectador, me gusta la historia de Sandman y su amor incondicional por su hija enferma. Pero pese a que me agrada, no llego a sufrir con ellos. Y no creo que nadie lo haga.”
Cuando hoy día leo este tipo de afirmaciones me hierve la sangre. ¿Quién soy yo para decidir por toda la población de este planeta que una película es “muy mala”? ¿Quién soy yo para decir que la resolución de una historia no es universalmente satisfactoria? ¿Quién soy para dar por hecho que mi reacción a una historia tiene que ser necesariamente la que va a tener el resto de la humanidad?
Podéis decir que, por mucho que yo hable (o escriba) de esa forma tan tajante, es de cajón que lo que digo no deja de ser una opinión personal que nadie más tiene por qué compartir. Y quizá es cierto. Pero no deja de ser cierto también que, al escribir en ese tono, no estoy precisamente dejando claro que el resto del mundo tiene derecho a pensar de otro modo. Es más, en ese momento concreto de expresarme a través de un teclado me creía a pies juntillas que lo que decía era necesariamente cierto. Quizá durante un máximo de un minuto me creí con el derecho y la autoridad suficiente como para hablar por el resto del planeta. Y lo que escribí, lo que transmití, el texto en si que cualquiera con conexión a internet y la capacidad de leer en español puede ver cuando le venga en gana, eso no dura solamente sesenta segundos, sino una eternidad.
Hace unos años, a raíz de comenzar poco a poco a entender mejor el proceso creativo, mi manera de pensar cambió radicalmente. Empecé a darme cuenta de cómo frases tan manidas como que una película ha sido “una oportunidad desaprovechada”, o que otra “es un bluff” no sólo son erróneas, sino que no tienen maldito el sentido. Empecé a descubrir cómo el hecho, por ejemplo, de que un libro esté escrito más competentemente que otro no lo convierte ni objetiva ni necesariamente en “mejor”.
A raíz de escuchar centenares de declaraciones de muchas de las personas responsables tras las cámaras y tras los teclados explicando cómo y por qué hacen lo que hacen, a raíz de hacer mis propios pinitos en la creación y producción de obras escénicas, vi cómo todo lo que había dado por hecho hasta entonces se desmoronaba. Me quedé solo conmigo mismo y con la certeza de que hasta entonces, en mis críticas de películas o libros, no había tenido ni pajolera idea de lo estaba diciendo.
Perdido como estaba, me pasé al lado oscuro, ése que piensa siempre en absolutos. Dejé de escribir críticas porque, al fin y al cabo, ¿quién soy yo para que mi opinión concreta sobre algo merezca ser registrada en forma escrita?
La respuesta es muy sencilla. Nadie. Aún sigo pensando igual que entonces, pero, tras tres años de penitencia por el desierto, mi postura se ha suavizado. He tardado todo este tiempo en regresar del reverso tenebroso. En darme cuenta de que, aunque mis opiniones no sean mejores que las de nadie más, siguen siendo mis opiniones. Y, como tal, son perfectamente válidas para mí.
Quizá a alguien le interese leerlas, esté o no de acuerdo con ellas. Aunque solo sea por comparar. No en busca de cuál es más acertada, porque ninguna lo es, sino con el objetivo de ver cómo dos seres humanos distintos podemos responder de formas diferentes a las mismas historias. O, incluso, personalmente, por ver cómo yo mismo, con el paso del tiempo, respondo de manera diferente a como lo hice tiempo atrás.
Me ha costado mucho tiempo, pero al fin he logrado darme permiso para contar de nuevo mis opiniones. Sólo espero no seguir diciendo sandeces por el camino.
*Un buen amigo con quien tuve una profunda conversación sobre este tema, que ha resultado ser la base de este texto, defiende que esa manera de escribir de los críticos, proclamando sentencias en lugar de dejar claro que no están dando más que su opinión, no es sino una convención de su oficio. Porque en teoría debe entenderse claramente por el contexto que pueden llevar o no razón en lo que exponen. Pero yo sigo sin estar convencido de la validez de eso que dice. Y, de existir esa convención, mi opinión es que apesta.
9 comments:
Reflexiones serias profundas y realmente interesantes... creo que pocas veces hemos tenido esta combinación por estos lares.
El tema de escribir críticas con valores absolutos es una cosa que siempre hago aquí y cuando discuto, pero intento argumentar lo que digo, cosa que la gente no suele hacer, esta claro que es más fácil criticar que construir o hacer cualquier obra, pero no por ello creo que tengamos que dejar de hacerlo. Hay películas que han sido un desastre o un desperdicio de oportunidad y se tiene que decir aunque nadie nos lea, por lo menos nos quedamos a gusto diciéndolo ;-)
Pero bueno que comprendo tus reflexiones aunque dudo que nunca me plantee pensar tanto :-)
Me alegra tenerte de vuelta y espero que nos cuentes que te parecen las cosas, ya que vuestra opinión para mi si que es importante y me puede ahorrar un tiempo y un dinero que no es que me sobre.
Comprendo todo lo que dices, Hal, y estoy de acuerdo en que es fácil darse a la vehemencia y hacer afirmaciones categóricas sobre lo que nos gusta y lo que nos parece aberrante. Sin embargo, y como dice Nash, es divertido ver lo que piensa cada uno, debatirlo y defender nuestras opiniones, porque estamos aquí para charlar y pasar un buen rato... independientemente de lo equivocados que podamos estar, jajaja. Al igual que tú, más de una vez he hecho afirmaciones tajantes que en más de un caso cambiaría o borraría, pero bueno: lo único que podemos hacer es crecer, madurar, y tratar de hacer las cosas lo mejor posible cada vez que nos ponemos al teclado. Por eso mismo me alegro de que hayas vuelto a la Soleada Jhanna, y que estés dispuesto una vez más a contarnos qué te parecen los libros, películas y comics que ves. Como tú y Nash decís, está claro que lo que articulamos en nuestras entradas no es sino nuestra opinión, que viene influida por una decena de factores diferentes como los que mencionas, y que hacen no sólo que a veces no estemos de acuerdo, sino que muchas veces incluso cambiemos nuestra opinión sobre algo. Y, de todas formas, creo que, en general (no siempre, pero en general) solemos ser bastante diligentes a la hora de decir que lo que decimos es nuestra opinión, y no solemos ser demasiado dogmáticos... excepto en el caso de Bakuman, que es la mejor serie de comics de la historia, tanto si os gusta como si no.
Y tanto si algo nos gusta como si no, nuestra propia opinión puede cambiar con el tiempo debido a una variedad de factores como los que mencionas. Por ejemplo, cuando vi Quantum of Solace el día de su estreno, escribí aquí una crítica de lo más positiva contando lo bien que me lo había pasado en el cine. Un par de años más tarde, sin embargo, la vi en casa en DVD, y no pude ni terminarla de lo terrible que me pareció. ¿En qué quedamos entonces: es buena o es mala? Pues al Finn que la vio de estreno le pareció buena, y al Finn de un par de años después lo aburrió soberanamente. Está claro que tanto el cine como el resto de cosas que comentamos en el blog son de lo más subjetivo, pero no creo que ninguno de los tres exponga sus opiniones para tener razón: son simplemente nuestros pareceres en un momento dado, y si a uno le gusta algo, bien, y si no, también (excepción hecha en Nash y el Star Trek de J.J. Abrams: ahí Nash está completamente equivocado y ya va siendo hora de que lo admita).
Otro ejemplo de cambio de opinión lo podréis ver cuando publique mis comentarios sobre Watchmen, el famoso comic de Alan Moore y Dave Gibbons. Recuerdo haber visto los números sueltos en las tiendas de comics hace años, y los dibujos no me gustaron en absoluto. Sin embargo, al leer el tomo el mes pasado, los dibujos me parecieron estupendos (que no fantásticos), y casi me avergüenzo de haber escrito hace tiempo que los dibujos de Gibbons no me gustaban. (Al menos, si mal no recuerdo, dije que a mí no me gustaban, no que fueran horribles, con lo que al menos me curé en salud diciendo que era mi opinión y no un hecho probado y cierto.) Pero es lo que tienen los gustos e intereses: que van cambiando y transformándose debido a otras cosas que descubrimos y que nos interesan, a que nos cansamos de ciertos temas o géneros o enfoques, y a que, como bien dices, a veces estás en un momento determinado de tu vida en que un tema te afecta más o te identificas con él más que si lo hubieras visto o leído en otro momento distinto.
Siguiendo con anticipos de lo que podréis ver en próximas entregas y que inciden en distintos puntos de vista y apreciaciones de una obra en particular, no tenéis más que esperar a que me termine Darth Plagueis y os cuente lo que me ha parecido. Aún no la he terminado, pero sé a ciencia cierta que mi opinión de esta novela va a ser muy, muy diferente de la tuya, Hal. "The best Star Wars publication to date", dice una cita en la contraportada. ¡Ni en sueños! (En mi opinión, jejeje.)
Además, y por triste que esto pueda sonar, no te preocupes porque la gente vaya a encontrar nuestros escritos y vaya a leerlos y juzgarnos por ellos, pues la verdad es que los tres sabemos que, aparte de nosotros, no es que haya precisamente mucha gente que lea lo que escribimos, así que no corremos mucho riesgo de quedar en entredicho. Hasta que nos hagamos famosos y las masas vengan a leer nuestra tremenda prosa, claro.
(Siento haber partido mi comentario en dos, pero el maldito programa no me dejaba poner todos mis párrafos porque decía que mi comentario era demasiado largo. Objetivamente, y sin lugar a disensión, este trasto es una porquería. En mi opinión ;) )
El mejor cómic de todos los tiempos sigue siendo el príncipe valiente y con diferencia, tanto en dibujo como en guión.
StarTrek de JJ es un cumulo de desproposistos que dan como resultado una película entretenida que mejor no pensar mucho en ella que se cae por todos lados.
Y sinceramente me da igual quien nos lea mientras que lo hagamos nosotros me sobra.
¡Bien dicho, Nash! (Tu última frase; el resto, como bien dices, son despropósitos ;) )
Pues claro que tenéis razón. Aunque a veces aún me cueste aceptarlo, ahora ya tengo bastante claro que no pasa nada por dejar ver lo que opino de lo que leo y veo. El caso es que pasé por una fase integrista en la que no me parecía apropiado opinar por escrito sobre nada, porque, como ya he dicho, ¿quién soy yo para decirle a nadie lo que tiene que pensar de algo?
Como digo, ya se me ha pasado casi por completo. Aún tengo algún prejuicio fundado en contra de los críticos profesionales que no sé si terminaré por sacudirme de encima. Y es que coincido con Craig Mazin en que suelen hablar sin tener ni puñetera idea de lo que están diciendo. Pero de ahí a envilecerlos por decreto va un mundo. Trabajaré en ello.
En fin: gracias por dejar que me haya explayado y por aguantar la parrafada con entereza. Yo es que cuando me pongo me pongo.
Una cosa sí os diré: no me veréis aquí hablar de libros, series, cómics o películas que me hayan aburrido o me hayan parecido directamente malos. Porque he decidido que a partir de ahora voy a regirme por una máxima en Internet que siempre he tratado de seguir en la vida real: si no tienes nada bueno que decir de alguien, no digas nada.
No borraré posts antiguos como éste, pero no esperéis ninguno nuevo de ese estilo tan "toma una leche en todos los morros".
Es una decisión que hay que respetar y me parece muy bien, eso yo solo lo aplico a personas y no ha todas, hay algunas que se merecen que se conozca lo malas que son.
Ah, Crapfinder. todo un clásico :)
Sinceramente, para mí, en las conversaciones privadas entre amigos, todo vale. ¿Por qué no voy a poder hablar en ese tono, si garantiza unas risas y todos sabemos que estamos hablando en tono de broma? Pero, aquí en Internet, aunque parezca que estemos básicamente hablando entre nosotros en ese mismo tono, la realidad es que estas conversaciones puede acabar leyéndolas cualquier persona. Cualquiera. Incluida gente que puede sentirse muy dolida quiera o no al ver, por ejemplo, esa rebautización de Pathfinder como Crapfinder. Algo que digo completamente en tono de broma, pero eso es algo que no tiene por qué estar claro para todo el mundo.
En resumen, que suficientes lágrimas y sudor cuesta hacer cualquier cosa medianamente creativa como para encima tener que estar leyendo las tonterías que dice cualquier tontolaba por Internet.
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