
Tres son las series de TV que he venido siguiendo fielmente durante este año televisivo, y tres, por tanto, han sido los finales de temporada (
curiosamente, terceras temporadas todas ellas) de los que he disfrutado durante la semana pasada. A saber:
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House: es una lástima que una gran serie como ésta no esté tan dispuesta al cambio como debería. Cada episodio es prácticamente igual que el anterior, y eso, tras tres años, cansa un poco, la verdad. Y no es que los episodios sean malos, ni mucho menos.
House es hoy por hoy sin duda una de las series con mejores diálogos que se puedan encontrar en la pequeña pantalla. El problema es que tras tres temporadas, y pese a que sí existe un moderado desarrollo de personajes, éstos están más o menos igual que cuando empezó la serie. El núcleo permanece. Los secundarios vienen y van (normalmente duran unos diez capítulos de media), pero nunca dejan rastro de su paso.
El final de esta tercera temporada parece que quiere acabar con eso, y avecina cambios importantes. Tiene pinta de que el show quiere reinventarse a si mismo, pero yo, la verdad, no me lo creo. Apuesto a que en, como máximo, el tercer episodio de la próxima temporada las aguas ya habrán vuelto a su más que habitual cauce.
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Lost: ésta es una de las, probablemente, tres mejores series de televisión de la actualidad, junto a
Battlestar Galactica y
Heroes. Y digo 'probablemente' porque aún no he tenido oportunidad de ver esta última, con lo que la incluyo en ese Top 3 un poco de oídas.
Lost no me terminó de convencer durante su primera temporada, si bien es cierto que no la seguí con regularidad. Digamos que me enganché hacia el final, y no gracias a aquella maldita escotilla, eso es seguro. La segunda temporada me pareció más o menos magnífica, y esta tercera que acaba de terminar creo que ha mantenido el listón muy alto de principio a fin, pese a todas las críticas negativas que en ciertos momentos ha recibido.
Todo el mundo coincide en que el final de temporada ha sido excepcional. El último capítulo, de duración doble,
Through the Looking Glass, es uno de los mejores de toda la serie, entre otras cosas porque, en él, y particularmente en un inesperado y tremendo giro argumental, el show se ha reinventado a si mismo, al contrario que, por ejemplo,
House, y muy similarmente a lo que ya hizo
BSG en el final de su segunda temporada. No puedo esperar para ver cómo se desarrollará la próxima temporada en esa isla que bien podría ser la propia
Sanya.
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Veronica Mars: la tercera temporada de nuestra detective favorita, aparte de ser su última, no ha llegado a la altura de las dos precedentes, principalmente debido al uso y trato que se les ha dado a ciertos personajes. Ha sido muy triste ver como muchos secundarios han desaparecido prácticamente del mapa sin causa alguna, mientras que los guionistas dedicaban todos sus esfuerzos a tratar la vida romántica de Veronica y, principalmente, su tormentosa relación con Logan Echolls, odioso personaje donde los haya, en mi opinión. No sé si le odio más por el tipo de personaje que es; por cómo lo interpreta el actor, el hasta ahora desconocido
Jason Dohring; o por lo muchísimo que me recuerda al Spike de las tres últimas temporadas de
Buffy.
Pese a saber que la serie iba a ser cancelada con una antelación mas o menos razonable, Rob Thomas nos ha dejado con un final de temporada (y, por tanto, de serie) inconcluso y básicamente insatisfactorio. Se especula bastante con posible continuaciones de la serie, en formato serie
spin-off o incluso en largometraje. Yo tengo mis propias ideas de lo que me gustaría que pasara si se diera esa continuación, que desde luego no pienso esperar de pie a que llegue. Sinceramente, para mí,
VM ha acabado. No de la mejor manera posible, pero un final es un final. No me he quedado satisfecho con él. Pero tampoco quiero que continúe. Ni siquiera por esos maravillosos
juegos de palabras que cada episodio solía tener por título.