Me aburro

El otro día recibí Valkyrie en mi buzón cortesía de Netflix, y me dispuse a verla. Pese a que me habían dicho que estaba muy bien, los constantes retrasos en su estreno, la pobre acogida que recibió cuando por fin llegó a la pantalla grande, y la extraña decisión que llevó a Tom Cruise a interpretar a un soldado alemán en la Segunda Guerra Mundial me hacían recelar. Un soldado alemán, debo decir, que ha perdido un ojo y luce un estupendo parche a lo largo de la película. Parche, que, de vez en cuando, reemplaza con un ojo de cristal que, una vez puesto, parece de verdad porque, obviamente, es el ojo real del señor Cruise. Ojo que, por otro lado, el amigo Cruise mete en vasos ajenos para transmitir sutiles mensajes, se pone en el bolsillo, y acaba en ni se sabe cuántos lugares más. Muy higiénico no me parece, pero a lo mejor soy yo el raro.

Aparte de esto, lo único que puedo decir es que la película trata de un intento de asesinar a Hitler, pero la verdad es que no llegué a esa parte, porque a los cuarenta minutos quité la película y me fui a leer Witchblade, que está mucho mejor escrita y es infinitamente más entretenida. Los primeros cuarenta minutos de Valkyrie son de un sopor, un aburrimiento, y una lentitud que tiran de espaldas; y digo esto literalmente, ya que acabé tumbado en el sofá leyendo la gran serie de Ron Marz y Stjepan Sejic. Y ahora que lo pienso, lo mismo me pasó con la anterior película del director, Bryan Singer.

Vosotros mismos, pues. Si veis Valkyrie, decidme cómo acaba... o no, porque me da bastante igual.