Me pillas en la cocina

Hoy vais a ver el cómo se hizo mi dibujo de hace un par de días, en el que Crystal y yo aparecíamos no embadurnados de harina, pero sí con las manos en la masa.

Para empezar, el haber estado leyendo Creative Illustration de Andrew Loomis hizo que cuidase la composición más de lo normal, y traté de seguir los consejos del maestro para lograr un resultado efectivo. No os voy a aburrir con los detalles, pero tras hacer varios bocetillos cutres me decanté por esta composición, y me pasé las siguientes cuatro horas haciendo el dibujo a lápiz. La siguiente fase, como siempre, fue entintarlo, tarea que me llevó otras cuatro horas de intensa atención al detalle. Una vez terminado en blanco y negro, lo escaneé, y me puse a colorearlo con mi Cintiq.

El proceso que suelo seguir para colorear en este estilo es bastante simple y se divide en dos etapas. Primero, decido de qué color quiero que sea todo, y le doy una capa de color plano para separar masas, detalles y demás. A continuación, le añado sombras a todo usando una versión más oscura de cada uno de los colores utilizados en la primera fase. Esto le da al dibujo un sabor cell-shaded o anime que me gusta bastante y que le da un aire animado que me encanta.

Una vez lo terminé todo, dejé descansar el dibujo varios días, y cuando volví a mirarlo me di cuenta de que ese ridículo frasco de color rojo que aparecía en primer plano acaparaba toda la atención y forzaba al ojo a desviarse de la parte principal del dibujo, convirtiéndose así en la estrella de la composición. ¿En qué estaba pensando cuando decidí que pintarlo de rojo era una buena idea? Sin perder ni un instante, cambié el color con rapidez, logrando así eliminar la terrible distracción.

El proceso de coloreado me llevó unas cuatro horas, con lo que la ilustración en total me costó doce, pero visto lo mucho que a Crystal le gustó, el tiempo invertido valió la pena sin ningún tipo de duda. ¡Espero que el tiempo invertido en leer esta entrada la valga también!