I. La novela
Fifty-to-One es una novela de lo más entretenida escrita por Charles Ardai. Ambientada en la Nueva York de mediados del siglo XX, la historia está protagonizada por Tricia, una joven que llega a la Gran Manzana desde Dakota del Sur para buscarse la vida, y que termina metida en un lío con un mafioso que amenaza no sólo con acabar con ella, sino con liquidar a varias personas más implicadas en el asunto, incluida su hermana. Dicho asunto tiene gracia, la verdad. Tricia trabaja como bailarina en uno de los clubs del mafioso Sal Nicolazzo, pero tiene también un trato con Charley Borden, un editor de novela negra, para escribir un libro detallando los negocios ilegales de Nicolazzo en el club. Por más que investiga, Tricia no encuentra ni rastro de ninguna actividad ilegal, con lo que decide inventárselo todo y añadir un robo de tres millones de dólares de la caja fuerte del criminal para darle emoción a la trama de su novela. Su editor se cree que la historia es verídica, la publica, y no veáis la cara que se les queda a Charley y a Tricia cuando los secuaces de Nicolazzo aparecen en su oficina exigiendo que les entreguen al ladrón. Y es que mira por donde, alguien le ha robado tres millones a Nicolazzo usando el mismo método descrito en el libro. Obviamente, el mafioso no se cree que Tricia se lo inventara todo, y le da un ultimátum: entregarle al ladrón, o acabar dos metros bajo tierra. A partir de ahí, las carreras, los tiros, los puñetazos, los engaños y los giros sorprendentes se suceden uno tras otro en un torbellino de acción y diálogo chispeante que se lee en un suspiro.
II. El problema
Como he dicho en la sección anterior, el libro se lee con rapidez y se disfruta un montón. Los personajes son interesantes, el diálogo es ocurrente, y la acción no para. Pero hay un problema que me molestó de principio a fin y que tengo que señalar, pues le resta enteros a un conjunto que de otro modo luciría mucho más. Tal y como os he contado, Tricia se inventa su novela por completo, pero tiene problemas para imaginarse cómo robar la caja fuerte. Por más que le da vueltas, no se le ocurre una forma verosímil, con lo que acaba hablando con un par de escritores que trabajan para Charley Borden para que le den ideas. Tricia se reúne con ellos varias veces para generar ideas, pero ninguna les convence, hasta que un día uno de los escritores llega al bar donde habían quedado y afirma haber ideado el robo perfecto. A Tricia le gusta, lo usa en su historia, y hasta aquí todo bien. Sin embargo, cuando los secuaces de Nicolazzo hacen acto de presencia y les dicen a Charley y Tricia que el robo realmente tuvo lugar, y que dado cuándo sucedió es evidente que el responsable había leído el manuscrito antes de que se publicara, Tricia no tiene ni idea de quién habría podido leerlo mientras ella lo escribía. ¿Tal vez alguna de sus compañeras de piso? ¿Tal vez alguien que lo vio en el escritorio? Pero nunca, jamás, en ningún momento hasta la antepenúltima página del libro se le ocurre a Tricia pensar que tal vez, a lo mejor, es posible que la persona que robó la caja fuerte tal y como ella describe en su libro fuera... el escritor que le dijo exactamente cómo robar la caja fuerte en su libro. ¡Anda ya! Independientemente de que dicho escritor robara los millones o no (eso no os lo destripo), me resulta imposible -imposible- creerme que a Tricia no se le pase por la cabeza en ningún momento que tal vez debería ir a pedirle explicaciones al tipo que le dijo exactamente cómo hacerlo. Lamentable.
III. La metatextualidad
Otro punto a favor de Fifty-to-One es la metatextualidad, y no sólo porque en la novela haya un personaje que escribe una novela. En el libro, Charley Borden es el editor de Hard Case Crime, una editorial que acaba de empezar su andadura. En la vida real, Charles Ardai, el autor de la novela, es también el editor de Hard Case Crime que es la editorial que publicó Fifty-to-One. Esta novela fue escrita para celebrar el quincuagésimo libro de la serie (que es Fifty-to-One), lo que explica parte del título. Además, Fifty-to-One tiene cincuenta capítulos, y cada capítulo tiene el título de cada uno de los cincuenta libros de la serie en el orden de publicación. Curioso, ¿verdad?
IV. La conclusión
En resumen, Fifty-to-One es una novela para pasar un buen rato, y si lográis que el imperdonable lapso de Tricia del que os he hablado no os moleste, seguro que os gustará. Si la leéis, ¡no dudéis en decirnos que os parece!
5 comments:
tiene muy buena pinta y la novela negra es de mis géneros favoritos . no seas muy duró con la protagonista por su error ya que tanto en pelis como en libros suelen tenerlos para complicar un poco mas las tramas. Es como cuando en una cabaña en el bosque un ruido hace sospechar a los protas y sale solo uno....
Este "descuido" es imperdonable, la verdad. Aparte de eso, el libro está muy bien.
Debo decir que estoy completamente con Fel. Como "descuido" es de los imperdonables. Infinitamente más que tus quejas sobre las defensas planetarias en las últimas películas de Star Trek, Nash. Es más, tan imperdonable es el "descuido" que me apuesto lo que sea a que Fel, mientras leía, no podía creerse que no hubiera una razón para tal omisión más que la subnormal de la protagonista, que no se ha dado cuenta.
(Y perdón por lo de "subnormal". No es culpa de ella si por despistes como ése no parece un personaje real, sino movido por las necesidades de la historia.)
En The Lost Symbol hay una parecida, por ejemplo. Un colega invita a Robert Langdon a ir a Washington con un mensaje críptico y un paquetito misterioso, que le dice debe llevar consigo, pero no abrirlo aún. Cuando llega a Washington, su colega aparece muerto, y la policía persigue a Langdon, como sospechoso que es. El bueno de Langdon se pregunta durante más de cincuenta páginas qué pinta él en todo eso, pero no se le ocurre una sola vez abrir el paquetito, a ver qué hay dentro. Es más, resulta que incluso se ha olvidado de que lo lleva encima. Y yo me creo que se pueda olvidar de que lleva encima un sandwich de pavo por si le entra el hambre, pero, ¿un pequeño paquete que la persona que ibas a ver y acaba de morir te ha dicho que es importante que lo lleves encima y no lo abras?
Buen ejemplo de lo mismo, Hal. De hecho, tras haberlo leído he recordado que ya me lo habías mencionado, ¿verdad? Es que es inconcebible que ambos personajes olviden dicha información. Comprendo que es conveniente para la historia, pero es tan inverosímil que los autores deberían encontrar una forma diferente de lograr el mismo efecto, porque no sólo pinta a los personajes de forma negativa, sino que saca al lector de la historia por completo. Como bien dice Hal, me pasé el libro diciéndole de imbécil para arriba, jajaja.
Supongo que sí es posible que te haya hablado antes de ello, sí. Ni me acordaba, la verdad. Perdona por repetirme.
Post a Comment